La reciente posesión de uno de los miembros de una de las cortes en Colombia, retrata la situación política del país. El que la ceremonia se haya efectuado sin la presencia del Presidente legítimo, muestra la politización de la justicia en la nación.
Con la ausencia del ejecutivo, en esta ocasión, no se le rinde honores a la división de los poderes constitucionales ni a la Constitución, lo que no da confianza en el desempeño de estas cortes.
Con este desafuero, la pretendida elocuencia del discurso del presidente de esa corte queda reducida a una torpe fábula. Otros eran los tiempos en los que ser magistrado significaba erudición y honorabilidad; hoy, es sinónimo de bandido.
No son pocos los que se han enriquecido vendiendo sentencias y manipulando la ley al vaivén del mejor postor y de los intereses de clase. Es conocida por el país, la repetida acusación de la existencia del cartel de la toga. Ese es el mundo que fenece, ahogado en su propia decadencia ética y moral.
Ante este clasista desprecio al poder ejecutivo de la nación y parodiando un poco a José María Vargas Vila, se nota que "hay personas que, aún postradas de rodillas, son más altos que aquellos que lo atacan".
En un mundo que se envuelve en la incertidumbre, es lamentable tener en las máximas direcciones jurídicas a elementos que, en lugar de enfocarse a ubicar al país en el concierto de naciones, están más interesados en el tamaño de sus bolsillos.
Una nueva sociedad habrá de nacer para gloria de los pueblos del mundo.
Diciembre 12 de 2024