Por: Mauricio Galeano Quiroz. Comunicador Social-Periodista. Magíster en Ciencia Política
Una noticia que fue registrada este mes en diferentes medios de comunicación, pero que no ha tenido mucho revuelo, fue la tregua que decretaron desde la cárcel de Itagüí los líderes de diferentes combos delincuenciales de Medellín y Bello para frenar por unos días las extorsiones, la explotación sexual de niños y adolescentes, y la producción, comercialización y consumo de estupefacientes.
A mediados de diciembre del presente año se conocieron iniciativas de paz por parte de las Estructuras Armadas Organizadas del Crimen de Alto Impacto (EAOCAI) que tienen injerencia en la población del área metropolitana del Valle de Aburrá.
Las iniciativas son de gran alivio para la comunidad, aunque esos propósitos deberían ser a largo plazo, con el compromiso de diferentes actores sociales y gubernamentales, incluídas la Gobernación de Antioquia y las alcaldías municipales.
Pero el actual proceso de paz total que se adelanta en el área metropolitana del Valle de Aburrá con los cabecillas y líderes de las diferentes estructuras delincuenciales tiene antecedentes importantes que vienen desde finales del siglo pasado.
En el año 1999 mi amigo Alejandro Úsuga Flórez (Alex) me invitó a hacer parte del periódico Proyecto Vida, en el que tuve como asignación cubrir el Proceso de Paz y Reconciliación del Valle de Aburrá, el cual se coordinaba desde la Cárcel Bellavista.
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Mi misión, que decidí aceptar con mucho temor, fue ingresar a ese centro penitenciario y entrevistar a quienes estaban al frente del proceso. Fue en un día de semana que entré por primera vez con Alex a la Cárcel Bellavista y allá conocí a Henry Holguín, quien lideraba el proceso desde la cárcel y tenía claro el propósito de un desarme real de los integrantes de los combos de esa época, además de dejar de lado pugnas, rencores y venganzas que tenían de vieja data.
Esa primera entrevista fue la puerta de entrada para un trabajo de divulgación de lo que pretendían en ese momento los cabecillas de los combos que pagaban condenas en dicho penal, a través de artículos en medios alternativos como Proyecto Vida, De la Urbe, Notipaz, Valores, y también en medios tradicionales del país. Además, en esa época se creé el programa de radio Voces en Libertad, con testimonios de internos de las cárceles de la ciudad.
Con la llegada del siglo XXI el Proceso había madurado a tal punto que dentro de Bellavista se realizaban los primeros contactos con los líderes de combos que pagaban sus condenas, y estos, a su vez, llevaban el mensaje a sus bandas que se encontraban en agitados tropeles con otros combos en barrios como Tricentenario, Villatina, San Antonio, Doce de Octubre, Zamora, Santa Cruz, La Bayadera, entre muchos otros.
Luego de los acercamientos, se realizaban conversaciones entre los combos que se disputaban territorios o tenían riñas, se hacían acuerdos y finalmente se citaban a la cárcel a los cabecillas qué estaban en la calle junto con los que estaban detenidos y se realizaban un pacto de no agresión con un acta firmada por los inmiscuidos, se daban la mano, a manera de pacto de caballeros, y se unían a una estructura de más de 7 mil hombres que en esa época dejaron voluntariamente laa armas con el firme objetivo de pacificar los barrios.
Por cosas del destino, y de personajes oscuros que se favorecen de la guerra, en el año 2002 el Proceso que habían iniciado Henry Holguín y diferentes actores sociales se empezó a desarticular debido al ingreso de otros actores en el conflicto urbano, como fueron los Bloques Metro y Cacique Nutibara, los cuales empezaron a ofrecer dinero, armas y otro tipo de dádivas para reactivar a los hombres desarmados y con voluntad de paz.
Ese ingrediente fue un caldo de cultivo para reorganizar las Estructuras delincuenciales en la ciudad, debido a que las administraciones municipales de la época lo único que le ofrecían a los jóvenes desarmados era la posibilidad de barrer las calles de los barrios a cambio de las limosnas o ‘ligas’ que les quisieran dar los vecinos por ese trabajo comunitario.
Con ese escenario poco prometedor y las ofertas de retomar la ciudad a sangre y plomo para demostrar quiénes tenían el poder, la paz en los barrios fue un fracaso.
Actualmente, con el respaldo del Gobierno del Presidente Gustavo Petro, se adelanta un nuevo proceso de Paz Total con las diferentes estructuras de el cual se denomina «Espacio de conversación sociojurídico para la construcción de paz urbana entre representantes del Gobierno Nacional y las Estructuras Armadas Organizadas del Crimen de Alto Impacto de Medellín y el Valle de Aburrá» las cuales plantean unos «Compromisos para la superación de las violencias contra la sociedad civil».
Ojalá este nuevo esfuerzo de paz urbana tenga un buen destino y que desde entidades sociales, comunitarias y estatales se logren iniciativas que beneficien a la comunidad para mejorar su calidad de vida.