Cada 20 de julio celebramos los acontecimientos iniciados aquel viernes en la Plaza Mayor de Santafé de Bogotá, capital del Virreinato de la Nueva Granada. Todo pasó antes del mediodía, cuando un grupo criollos le pidió prestado un florero al comerciante español José González Llorente; éste se negó, ante lo cual uno de los criollos salió gritando que González Llorente había insultado a los americanos. Ese día la Plaza estaba atestada de personas de todo tipo y ante la situación reaccionaron apoyando al criollo. Los acontecimientos desencadenaron la firma del Acta de Independencia. Pero la cosa fue más compleja de lo que nos han contado.
Desde la llegada de los españoles a América el 12 de octubre de 1492 se fue constituyendo una sociedad altamente desigual y excluyente. Los españoles de origen discriminaban a indios, mestizos, negros, mulatos y a los mismos hijos de los españoles nacidos en América (los denominados criollos). Durante más de tres siglos se fueron acumulando tal cantidad de tensiones entre los europeos y los americanos que a finales del siglo XVIII explotaron inusitadamente una serie de conflictos que, a la postre, sentaron las bases para la definitiva independencia del Nuevo Mundo de las metrópolis europeas.
Hubo dos acontecimientos que contribuyeron a exacerbar la situación. Uno, de carácter internacional, fue la independencia de los Estados Unidos de los ingleses en 1776, ello demostró que había la suficiente capacidad política y cultural para separarse definitivamente de los europeos. El otro, interno, fue la Insurrección de los Comuneros, una sublevación ocurrida en marzo de 1781, iniciada en el Socorro (Santander), fue causada por una “reforma tributaria” impulsada por Carlos III de Borbón, es decir, una cascada de impuestos que indignó a la población; inicialmente se congregaron 4000 hombres armados, liderados por José Antonio Galán, tomaron como destino Santafé de Bogotá, en el trayecto se le unieron muchos más: una tropa de casi de 20.000 sublevados llegó a las afueras de la capital del virreinato. Allí una comisión del Virrey Manuel Antonio Flórez negoció con los comuneros, meses después lo acordado fue incumplido por el Virrey con el argumento de que lo pactado había sido logrado bajo presión: Galán y otros líderes fueron ejecutados cruelmente en febrero de 1782.
A lo anterior hay que añadir que hubo un evento cultural de primer orden: La Expedición Botánica iniciada en 1783. Este proyecto pretendía clasificar las riquezas naturales del Virreinato del Nuevo Reino de Granada y para ello formó a una generación de jóvenes criollos en Europa, allí se impregnaron de las ideas más revolucionarias del momento: la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano. Con el triunfo de la Revolución Francesa en 1789 Europa ya no era la misma, reyes y nobles eran derrotados por Napoleón Bonaparte, España no fue la excepción. Aprovechando la disputa por la corona española entre el rey Carlos IV y su hijo Fernando VII, Napoleón se ofreció como mediador, con tal propósito los invitó a Bayona, un poblado francés, y allí los hizo prisioneros, a la vez que las tropas francesas invadían España y se declaraba a José Bonaparte como nuevo Rey de la península en julio de 1808. Esta situación fue aprovechada por los criollos en América, quienes se propusieron impulsar o fortalecer las Juntas de Gobierno en sus respectivas regiones. Levantamientos sociales los hubo en España rechazando al nuevo monarca y similarmente en América reclamando mayor participación política por medio de las Juntas de Gobierno, de hecho, en el Virreinato de la Nueva Granada hubo levantamientos anteriores al 20 de julio en Mompox, el Socorro y Cali.
En Santafé de Bogotá un grupo de criollos preparó con anticipación, por lo menos, la chispa que iniciaría el levantamiento. Reunidos en el Observatorio Astronómico, lo más sobresaliente de la intelectualidad de la época, con personajes como Francisco José de Caldas, Camilo Torres y otros, planificaron lo que habría de ocurrir ese viernes 20 de julio, día de mercado, en la Plaza Mayor de santafereña. La capital contaba con unos 27.000 habitantes en esos años.
Luis Rubio entró a la tienda del español José González Llorente, al medio día, y le pidió prestado un florero para adornar la comida con la que se agasajaría al visitador Antonio Villavicencio, ante la negativa de González Llorente el criollo Antonio Morales salió a gritar que el comerciante había insultado a los americanos. Los presentes en la Plaza Mayor apoyaron a los criollos por medio de gritos que se convirtieron en ataques a las edificaciones símbolos de la corona española.
Había en la Plaza todo tipo de personas, muchos de ellos comerciantes que vivían en los pueblos cercanos y que a las cinco de la tare empezaron a retirarse, es en este contexto que José Acevedo y Gómez, preocupado por el hecho de que aún no se había elegido la Junta de Gobierno, pronuncia su célebre discurso en el que advierte: “Santafereños: Si dejáis perder estos momentos de efervescencia y calor, si dejáis escapar esta ocasión única y febril, antes de doce horas seréis tratados como sediciosos; ved los grillos, los calabozos y las cadenas que os esperan”.
Entre la población congregada se da un debate entre quienes deberían hacer parte de la Junta de Gobierno, a la postre se elige una Junta Suprema de Gobierno compuesta por la élite criolla. Entrada la noche la ausencia de manifestantes se hace más notoria, es allí donde aparece José María Carbonell, quien con un grupo de estudiantes visita taller por taller, casa por casa, recorre los barrios pobres con la consigna “queremos Cabildo Abierto”. Ante la negativa del Virrey a la asamblea popular, Carbonell y la multitud se toman las iglesias y tocan las campanas a rebato, a las 8 de la noche se habían congregado ya nueve mil personas cuya composición era de la más pura estirpe popular, esa multitud era distinta a la del medio día.
El Virrey Antonio Amar y Borbón, quien también era arzobispo, cede a la presión popular y aprueba entonces un Cabildo Cerrado con los miembros de la recién nombrada Junta Suprema de Gobierno. Dicha Junta se reúne al comenzar la noche. Luego de casi 10 horas de deliberación, a las 3:30 de la mañana del 21 de julio, aprueba la llamada “Acta de Independencia” en la que básicamente se registran los nombres de la nueva junta y se elige como presidente nada menos que a quien habían acabado de derrocar, a quien fuera el máximo representante de la corona española, el ahora ex Virrey, Antonio Amar y Borbón: todo un acto de traición por parte de la élite criolla que se resume en la consigna “Viva el Rey, abajo el mal gobierno”. Esa madrugada los criollos dan por terminado el levantamiento. Amar y Borbón acepta su nominación y a las 9 de la mañana del 21 de julio toma juramento de su cargo ante la Junta Suprema, la cual había nacido de la movilización popular.
Pero el pueblo raso, dirigido por Carbonell, no estuvo de acuerdo. El mismo 21 de julio por la mañana se realizaron manifestaciones que pedían cárcel para el ex Virrey, al igual que para varios oidores y fiscales de la corona; exigían que comparecieran con grilletes ante la multitud para que respondieran por sus excesos. La Junta Suprema de Gobierno pedía calma a la multitud, envió tres sacerdotes para conciliar, pero fue inútil, sólo lograron el compromiso de que los funcionarios de la corona no serían insultados ni agredidos a piedra. Ese mismo día el sacerdote, abogado y activista en favor de la independencia, Andrés Rosillo, fue liberado por la multitud.
El 22 de julio los pobladores de San Victorino y barrios aledaños se reunieron, establecieron una especie de Junta Popular paralela. Se discutió sobre la necesidad de una Declaratoria de Independencia real, la prisión para Amar y Borbón (el ex Virrey) y el desconocimiento a cualquiera que fuese Rey de España; también se debatió sobre la soberanía popular, los derechos de los oprimidos y la necesidad de mantener viva la movilización. Ese mismo día la multitud tomó presos a varios funcionarios españoles, aunque algunos fueron liberados al día siguiente.
El 24 de julio continúan las detenciones de españoles afectos a la corona, a la vez que el pueblo vigila un almacén con municiones. El 25 de julio, ante el rumor de que Amar y Borbón planea una reconquista, la multitud se toma una bodega con artillería y sacan cañones, reparten sables, machetes y fusiles. Ante tal situación el ex Virrey, en compañía de su esposa, decide trasladarse, en calidad de detenido, al edificio del Tribunal de Cuentas.
El descontento contra el ex Virrey y su esposa continúan y el 13 de agosto son trasladados a cárceles comunes en medio de una multitud que los insulta y en ocasiones logra romperles la ropa. Al día siguiente, el 14 de agosto, la élite criolla pide la libertad de Amar y Borbón y su esposa. Efectivamente, ese mismo día, la Junta Suprema de Gobierno los libera y por la noche celebran una fiesta en su honor. Al enterarse el pueblo su indignación crece y previendo desenlaces fatales como los ocurridos en Francia (en donde guillotinaron al rey Luis XVI en 1793), Amar y Borbón y su esposa viajan sigilosamente a Cartagena, allí fueron encarcelados varias semanas hasta que lograron embarcarse a España el 12 de octubre de 1810, murieron pobres pues sus bienes estaban en América y en Europa no le volvieron a dar trabajo al ex Virrey.
El 16 de agosto de 1810 la Junta Suprema de Gobierno allanó el local donde se reunía la Junta Popular, situado en San Victorino; además detuvo a José María Carbonell y a otros líderes populares. Carbonell recuperó su libertad en diciembre de 1810; lucharía por la causa de la independencia al lado de Antonio Nariño, pero vino la reconquista española en 1816, al mando de Pablo Morillo. Fueron fusilados Carbonell, Camilo Torres, Francisco José de Caldas, Policarpa Salavarrieta y otros 130 jóvenes patriotas que contribuyeron con sus vidas a la causa de la independencia. Su sacrificio no fue en vano, tres años después, en la Batalla de Boyacá, ocurrida el 7 de agosto de 1819, los neogranadinos obtuvieron su libertad bajo el liderazgo del Libertador Simón Bolívar, quien con una aguerrida y harapienta tropa compuesta por mestizos, mulatos, negros, indios y blancos pobres derrotaron definitivamente al imperio español.
Bibliografía: este ensayo fue tomado del trabajo del historiador Rigoberto Rueda Santos, titulado “El 20 de julio de 1810. Un episodio de protesta urbana en Bogotá”. Mem.soc / Bogotá(Colombia), 11 (23):117-135 / julio-diciembre 2007/