Por eso, siempre que me invitan a un sancocho me preocupo por saber de qué está hecho y de observar el entorno en el que se desarrolla.
Cuando se cocina este tradicional plato, no se pueden suprimir sus ingredientes si, por ejemplo, a alguno de los invitados no le gusta la yuca, o no echarle ajo porque no es del gusto del chef y lo considera muy pequeño. Así en la política, al igual de este menudo condimento, la izquierda le da el sabor a la lucha social y no se puede descartar por su tamaño.
El pensamiento de izquierda es un acumulado cultural de las luchas sociales históricas de los pueblos del mundo, incluido el colombiano. Vale recordar a Espartaco, a los nativos remisos a las invasiones coloniales, a los negros cimarrones, a los indios tira flechas, a los habitantes de las barriadas de Quito en 1765, a los comuneros de 1781, a las guerras de independencia, a la Comuna de Paris en 1871, a la revolución bolchevique en 1917, a las huelgas bananeras de 1928, a Jorge Eliécer Gaitán, al levantamiento social, en fin, a un largo etcétera en todos los continentes. No se puede pretender que ha sido invento de una organización en particular, porque a este paso vamos a terminar creyendo que la lucha social surgió con el petro-santismo, alianza que ve hasta la derecha.
Mucho se han tergiversado los términos lingüísticos y eso pasa cuando se trata de categorizar a la izquierda en su composición, la cual no puede ser medida solo por su tamaño electoral y tratarla despectiva y numéricamente como si valiera un cero a la izquierda.
Tampoco se puede tergiversar el concepto del "sancocho" de Bateman, en el que se espera que, en una sana democracia, los más competentes vayan a ocupar los cargos de dirección, y pretender aplicarlo al estado, como si este no fuera un instrumento de clase, funcional a la minoritaria, traidora, violenta, corrupta e incapaz oligarquía, que por siglos lo ha manejado.
No se puede hacer el cambio con funcionarios pro-oligárquicos; embajadores, cónsules, directores, magistrados, fiscales, empleados de poca monta, que chorrean antipetrismo por todas las instituciones, que bloquean y entorpecen las decisiones de gobierno; militares que con pasión y sin compasión golpean al pueblo al que deberían proteger, pagados con los impuestos de todos los ciudadanos y a los que se les da la mesada catorce indiscriminadamente. Los funcionarios no pesan tanto por su valor en la tecnocracia como por su concepción y posición de clase.
Tampoco se puede ser tan sectario de pararse en la raya ante los reclamos de los demás y después decir que los sectarios son los otros. Otra cosa es que se tenga que manejar una doble o múltiple agenda para conciliar entre las cuatro principales fuerzas políticas del país: la oligarquía, el narcotráfico, el imperialismo y las clases populares, esta última que busca transformar a la sociedad, al estado y a sus instituciones, para construir una nación soberana, una república democrática, un estado social de derecho, "hasta que la dignidad se haga costumbre".
A la izquierda se le respeta.
El objetivo del periodo sigue siendo el mismo: arrebatarles el país político a las mafias del narcotráfico y de la corrupción, que mantienen a todas las instituciones en la criminalidad, para que la población pueda expresarse, libre y democráticamente, sin ser perseguida, reprimida, maltratada, despojada, asesinada, descuartizada y desaparecida.
Los instigadores no pueden hacer parte del sancocho.
Febrero 17 de 2025.