« ... Lo que está en juego es una sociedad feudal inequitativa e injusta o una sociedad moderna, con mecanismos de integración y cooperación, deliberativos y decisionales, que transforman la voluntad individual en una voluntad colectiva para la realización de un proyecto de país, donde vivamos con equidad, justicia y en paz....»
La realidad y los sueños parecen dos conceptos opuestos y distantes. Tan diferentes y extremos como el cielo y la tierra. Esos cuatro términos están presentes en muchas narrativas y en cada una de ellas sus
significados pueden ser diferentes. Los encontramos en la poesía, en los mensajes y textos religiosos, en la mitología, los libros de astrología, las narraciones históricas y en muchas actividades comunicativas humanas en forma de discurso oral o escrito. Pero no siempre significan lo mismo, no tienen necesariamente el mismo sentido. No designan lo mismo ni evocan las mismas imágenes.
En cada contexto narrativo, en cada cultura, se usan para referirse a objetos reales, imaginarios o abstractos, distintos. Y, en algunos casos literarios, los manejamos intercambiables o con sentido metafórico o figurado. En ocasiones, usamos cielo para referirnos a los sueños o algo ideal o utópico; y tierra, para hacer referencia a la realidad o algo concreto. Por ejemplo, en la poesía, el cielo puede resultar imaginario u onírico para significar lo inalcanzable en la tierra, en la realidad.
El espacio de los sueños. Ese lugar donde todo es perfecto. El estado de felicidad plena. Pero, también puede hacer referencia al firmamento. Y tierra, además de referirse a nuestro planeta, lo usamos de manera figurada para significar lo real, lo opuesto a las ilusiones y los sueños; como cuando decimos: hay que tener los pies en la tierra… Hay que ser realistas.
Igual, esos términos los utilizamos para sintetizar condiciones extremas de estados reales. Tierra, en sentido metafórico, para significar la realidad dura y cruel para algunos; opuesta a los sueños de felicidad y bienestar que todos deseamos: el cielo. Realidad de la que muchos quieren escapar y emanciparse, si es una condición de discriminación o sometimiento en contra de su voluntad y deseo.
O, también con ellos queremos comunicar estados de ánimo o momentos emocionales, especialmente relacionados con el amor o desamor. Sentimos abrazar el cielo y hasta lo ofrecemos en poesía cuando estamos profundamente enamorados. Nos transporta al cielo o nos baja el cielo a la tierra. Pero, también miramos al cielo con esperanza de nuevos horizontes, con la idea de que en el cielo está todo lo que deseamos y soñamos.
Es un hecho que son muchos los colombianos que viven en condiciones de vida precarias, magnificadas después de la pandemia, degradadas por un sistema que les excluye de oportunidades para realizar su vida de manera digna de acuerdo a sus expectativas y sueños. Son seres humanos para quienes la realidad está más distante del cielo. Son miles de voces, millones de voces, de ciudadanos inconformes, indignados y cansados de mentiras y engaños de una clase política indolente. Su realidad es una lucha por unas mejores condiciones de vida y oportunidades.
Lucha por tener derecho a soñar y querer bajar el cielo a la tierra. Un sueño… un nuevo pacto social que garantice oportunidades y condiciones de vida digna para todos los colombianos. Especialmente, para los jóvenes que, negados de la esperanza de un mejor futuro por falta de oportunidades, naufragan en su proyecto de vida condenados a la pobreza y marginalidad.
Estamos en Colombia en una encrucijada. Estamos en un momento crítico que puede significar la frustración de los sueños para mucha gente. La coyuntura que vivimos invita al cambio y a la transformación.
La coyuntura que vivimos no solo invita al cambio...es una encrucijada. Tenemos que elegir entre la civilidad, la educación, la inclusión, la democracia participativa, el cultivo de la ciencia y la innovación para el desarrollo económico al servicio del desarrollo humano y la dignidad humana; o la barbarie, el mito, la avaricia, la discriminación, la apatía al conocimiento científico, la intolerancia al disenso, la desesperanza, la tiranía y el menosprecio a la institucionalidad y la democracia.
Lo que está en juego es una sociedad feudal inequitativa e injusta o una sociedad moderna, con mecanismos de integración y cooperación, deliberativos y decisionales, que transforman la voluntad individual en una voluntad colectiva para la realización de un proyecto de país, donde vivamos con equidad, justicia y en paz.
El próximo 19 de junio votaré por un proyecto real de cambio. Hace mucho rato superé el temor al futuro porque estoy convencido que el rumbo lo decidimos todos democráticamente, y no unos "cuantos". Votaré por un futuro en el que podré decidir como ciudadano y no ser un "hombrecito" en la contabilidad de los que hacen de los derechos un negocio. Votaré para construir colectivamente una sociedad basada en el conocimiento y la supremacía de la dignidad humana y valores con los que se teja confianza y esperanza de bienestar para todos.
Cualquiera sea la idea que tengas del cielo y de la tierra, de la realidad y los sueños, no dejes de soñar y desear una tierra mejor, una mejor realidad. Una mejor sociedad, para hoy… una Colombia mejor. Un país mejor que podemos construir con la fuerza de la unidad de voluntades para hacer un nuevo ser humano, para el verdadero florecimiento o bienestar humano, la plena realización o desarrollo de la esencia del ser humano…para bajar el cielo a la tierra para muchos colombianos, hacerle realidad sus sueños y esperanzas.