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El fenómeno de la hiperpublicación es un tema que merece una reflexión profunda.

Existen múltiples hipótesis que pueden explorarse para comprender esta realidad, la cual genera preocupación no solo por sus efectos en la calidad de las investigaciones y publicaciones, sino también por las implicaciones directas en la financiación de proyectos y en la reputación académica de las universidades e investigadores.

La hiperpublicación anual de un autor suscita numerosas preguntas sobre la capacidad real de un científico para producir publicaciones de alta calidad con elevada frecuencia. Asimismo, surgen dudas sobre las motivaciones subyacentes, la consistencia ética, la validez y rigor de los sistemas de evaluación de los artículos y el impacto financiero que  puede tener en las instituciones académicas.

Una de las posibles causas de la hiperpublicación es la intensa presión institucional a la que están sometidos los investigadores, bajo el principio de «publicar o perecer». Rafael Luque, uno de los autores más prolíficos de la Universidad de Córdoba, España, ha conseguido publicar un artículo cada 37 horas en revistas de alto impacto durante 2023. Él mismo reconoce la presión por publicar, así como la existencia de un mercado de «compraventa» de artículos científicos —Biosca, 2023—.

En este contexto, la permanencia y el prestigio se sustentan principalmente en  el número de publicaciones anuales. Esta presión no solo desvía la atención de los investigadores hacia la cantidad en detrimento de la calidad, sino que también crea un entorno donde se prioriza la publicación frecuente para asegurar la estabilidad laboral, el acceso a financiamiento y reconocimiento académico. A largo plazo, esta dinámica tiende a socavar el verdadero propósito de la investigación, que debería basarse en el rigor y la contribución significativa al conocimiento. 

Otro factor que contribuye a este fenómeno es el uso desmedido de la coautoría. La hiperautoría ha alcanzado proporciones asombrosas, especialmente en campos como la física de partículas y genómica, donde se han publicado artículos con miles de colaboradores. Un ejemplo destacado es el artículo titulado «Observation of a new particle in the search for the Standard Model Higgs boson», publicado en 2012, que incluye más de 5000 coautores —Priego, 2015—.

Aunque la colaboración enriquece las perspectivas y capacidades en el abordaje de problemas científicos, se ha observado una práctica de inclusión de nombres en publicaciones sin una contribución significativa. Esta tendencia ha creado un incentivo perjudicial, donde el objetivo de algunos investigadores es aparecer en la mayor cantidad posible de publicaciones, sin considerar su aporte real a la investigación. Este tipo de coautoría, que podría calificarse como «inflada», no solo distorsiona las métricas de productividad, sino que también plantea serias interrogantes éticas sobre la integridad científica.

El riesgo más evidente de la hiperpublicación es el deterioro de la calidad de la investigación como de las publicaciones científicas. Cuando los investigadores adoptan esta dinámica frenética de publicar con demasiada frecuencia, pueden comprometer la rigurosidad de sus estudios. La presión por cumplir con plazos autoimpuestos o institucionales puede conducir a publicar estudios preliminares, datos no verificados o conclusiones apresuradas, lo que termina socavando la calidad de los resultados. Además, el alto volumen de artículos sometidos a revisión disminuye la capacidad de los revisores para realizar evaluaciones exhaustivas, lo que debilita el rigor del proceso de revisión por pares.

La multiplicación de potenciales artículos de baja calidad no solo afecta a los propios investigadores, sino que también erosiona la confianza de la comunidad científica y del público en la literatura académica. El escepticismo hacia los hallazgos publicados aumenta, lo que pone en duda tanto la credibilidad de los investigadores como la validez de sus resultados. Este fenómeno impacta directamente el avance científico, al dificultar la diferenciación entre estudios relevantes y aquellos que solo buscan cumplir con métricas de productividad.

Desde una perspectiva económica, la hiperpublicación también puede estar motivada por incentivos financieros ofrecidos a los autores. En algunas instituciones, los investigadores reciben bonificaciones o recompensas económicas en función del número de publicaciones producidas. Aunque bien intencionados, estos incentivos pueden generar un ciclo vicioso en el que la búsqueda de beneficios monetarios lleva a los investigadores a priorizar la cantidad sobre la calidad. Como consecuencia, los recursos institucionales pueden dirigirse hacia investigaciones de impacto limitado, en detrimento de proyectos a largo plazo que requieren mayor dedicación y tienen el potencial de generar avances más significativos.

Por otra parte, los fondos de investigación y las becas suelen asignarse en función de la productividad, lo que puede llevar a los investigadores a publicar en revistas de acceso abierto o de pago. Aunque estas revistas facilitan la rápida difusión de resultados, a menudo se prioriza la publicación en revistas de menor rigor, generando un desequilibrio entre el verdadero impacto académico y la presión por cumplir con los requisitos institucionales.

La hiperpublicación es un fenómeno multifactorial que evidencia las tensiones entre la presión por publicar, la calidad de la investigación y los incentivos económicos. Si bien la difusión científica es esencial para el avance del conocimiento, resulta crucial que la comunidad académica reconsidere las métricas actuales de productividad y los sistemas de recompensas que privilegian la cantidad a costa de la calidad. Solo un enfoque equilibrado permitirá asegurar que la investigación científica continúe siendo un pilar confiable para el progreso y el bienestar de la sociedad.

La solución al desafío de la hiperpublicación y la hiperautoría no recae únicamente en los investigadores; también involucra a las instituciones y al sistema nacional de ciencia y tecnología, responsables de establecer las políticas para evaluar la productividad académica. Es inaplazable que los sistemas de evaluación no solo consideren la cantidad de publicaciones, sino también la originalidad, el rigor y, especialmente, el impacto. Además, es esencial fortalecer el proceso de revisión por pares, implementando mecanismos que garanticen una evaluación más exhaustiva y justa de los trabajos científicos.

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