La ultraderecha fascista es una categoría política que permite nombrar una tendencia del campo político asociada con regímenes políticos oligárquicos, con el uso de la violencia de clase para aplastar cualquier expresión de rebeldía popular y de demanda de derechos esenciales, con el modelo neoliberal que da prioridad al mercado como eje de la economía, con las formas religiosas oscurantistas y retrogradas, con la manipulación mediática de los medios utilizados para falsificar la realidad social y engañar a la población y, hoy, con los golpes de estado blandos, las guerras cibernéticas, las guerras hibridas etc.
La ultraderecha fascista como forma de expresión política de los núcleos oligárquicos privilegiados tiene profundas raíces históricas y anclajes culturales bastante sólidos en el sentido común, en los lenguajes populares, en las formas de vida y en las concepciones del mundo hegemónicas.
Su capacidad de manipulación de las masas y la multitud es enorme, como se ha comprobado con varios casos recientes de movilización política y electoral como la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea; la elección presidencial de Trump; el ascenso de Giorgia Milei, en Italia; la fanática movilización electoral de Narendra Modi, en la India; la elección de Bolsonaro, en Brasil; el triunfo de Noboa en Ecuador; la derrota del reciente proceso constituyente en Chile; el golpe de estado a Pedro Castillo en el Perú y el acceso a la presidencia de la señora Boluarte; el plebiscito por la paz en Colombia (2016), que permitió el triunfo del No uribista; y el triunfo del ultra liberal Milei en Argentina.
Con la crisis del capitalismo suscitada en su más reciente ciclo a raíz de la quiebra inmobiliaria y bancaria del 2008 en Estados Unidos, misma que devino en golpes profundos a la clase obrera, a las masas populares y a las clases medias, con situaciones tan graves como la pandemia del 2020, el auge del desempleo, la crisis climática, las migraciones en masa y la proliferación de guerras, con graves riesgos nucleares como los que estamos presenciando en esta coyuntura geopolítica, se está dando un grave auge de los movimientos de la ultraderecha fascista y neonazi en estados y naciones con gran peso en el mundo. En Europa, en Estados Unidos, en la India, en Indonesia, en Argentina en Israel, en Canadá, en Brasil, en Ecuador, hay un impresionante despliegue de estas corrientes políticas que recogen sus viejos discursos, sus tradicionales banderas, sus conocidas formas de acción política y sus habilidades para involucrar en sus propuestas a millones de seres humanos.
A pesar de las diversas crisis o la policrísis que golpea a la sociedad contemporánea, quien desafortunadamente logra canalizar el malestar y la inconformidad de los pobres, de las clases medias en bancarrota, son outsiders y narrativas de corte neofascista como ocurre con el caso de Milei en Argentina, que desconcierta por el largo anclaje de fuerzas políticas populares y progresistas de dicha nación, conformadas después de las sangrientas dictaduras de los militares.
Lo cierto es que la ultraderecha ha logrado recomponer, en buena medida, su hegemonía política, como forma de dominio y de gobierno de los Estados.
Desde luego, hay contra tendencias que indican que no todo está cerrado. Trascendiendo el juego electoral rutinario estallan poderosos procesos y movimientos sociales que ponen a la defensiva las camarillas reaccionarias, como ocurrió con el “estallido social” colombiano del 2021.
El contragolpe popular brota y modifica los cuadros políticos establecidos por la ultraderecha. Por ejemplo, parece estar en curso un potente movimiento popular que puede significar la próxima quiebra del piloto ultra liberal en Argentina con una intempestiva fuga de su principal ejecutor, el señor Milei.
En estos momentos, la expresión más visible de la resistencia global contra la arremetida y el auge de la ultraderecha se da en Venezuela a raíz del reciente proceso electoral que confirmo el triunfo en la reelección del presidente Nicolás Maduro, como cabeza de un proyecto popular antiimperialista y revolucionario.
Hoy, Venezuela y la revolución bolivariana se han convertido en un laboratorio de experimentación de lo que constituye las nuevas modalidades del ejercicio político golpista de la ultraderecha global. Ahí concurren todas las nuevas tecnologías y métodos de destrucción de las conquistas populares y democráticas para arrebatar la mayor reserva petrolera del planeta rescatada para la soberanía popular desde la revolución iniciada en 1999 por el presidente Hugo Chávez (q.e.p.d).
Para el efecto se ha configurado un poderoso bloque regional que se manifiesta en un dispositivo político ultra conservador binacional, integrado por las tendencias y facciones de ese espectro político que incluye el uribismo, el santismo, el vargasllerismo, el galanismo, los verdes (esmeralda), el viejo partido conservador, el gavirismo, el maoísmo de derecha y las iglesias de nuevo cuño, para el caso de Colombia; y a los grupos políticos de la oposición golpista venezolana articulados por la señora Machado y su candidato Edmundo González.
Se trata de un arreglo político que sirve de punta de lanza a las fuerzas globales del fascismo involucradas en el mas descomunal ataque a una revolución popular como la venezolana.
El reto para el movimiento revolucionario de izquierda colombo venezolano es caracterizar este bloque en sus reales dimensiones, en su ruta histórica, en sus formas violentas de ejercer el poder, en sus vínculos internacionales y en las formas de su hegemonía política sobre las clases subalternas.
Por señalar un aspecto de esta pieza política binacional está el referido a la manera violenta como la ultraderecha neofascista colombiana ha dominado el Estado mediante el uso masivo del paramilitarismo con unas consecuencias demenciales en la sociedad como el desplazamiento de más de 10 millones de personas, el despojo de 9 millones de hectáreas de tierra a esos campesinos víctimas, la ejecución de casi 10 mil “falsos positivos” por parte de militares y paramilitares y más de medio millón de muertos en las últimas décadas en el conflicto social y armado que aún permanece con nuevas manifestaciones en un tercer ciclo de la guerra civil que no cede.
Traigo a colación este caso porque el peligro de que surja desde este entramado una Contra venezolana (a la manera como el imperialismo organizó y financió la Contra Nicaragüense, es una posibilidad bastante cierta). Hay que prepararse para lo peor, pues el imperialismo y sus aliados domésticos están dispuestos a todo. La experiencia con otros procesos revolucionarios así lo indica. Basta con examinar lo que fue la ofensiva de los “ejércitos blancos” contrarrevolucionarios que agredieron el naciente poder soviético en los años 20 del siglo anterior, derrotados por el Ejército rojo que recién se organizaba como expresión del pueblo en armas.
Nota. Hay un añadido a este bloque binacional reaccionario constituido por grupúsculos seudo izquierdistas o intelectuales de medio pelo que funcionan en las lógicas contrarrevolucionarias. Son esquiroles que deliberadamente hacen su aporte para afectar el movimiento popular. En todas las revoluciones siempre ha sido así con esas tendencias pequeño burguesas que siembran algo de confusión entre las masas. No hay que pararles bolas, pero tampoco descuidarlos porque hacen su daño.
Por Horacio Duque
* Imagen: “Gran Protesta Mundial por la Verdad en Venezuela” en Colombia.