Salir de vacaciones por Colombia, es conocer la diversidad de su gente y la belleza de sus paisajes. Pero es también encontrar el rastro del abuso paramilitar. El que corrió la cerca; el que obligó al campesino viejo a venderle la parcela con su choza, por dos millones de pesos; el matón de vereda que acosa a las mujeres y atemoriza a la población; el que se fue apropiando de la ferretería, del bar, del almacén de abarrotes, el que puso casino, que también tiene lanchas, mototaxis y carros de transporte público. Es ver las grandes fincas que crecieron con tierras arrebatas violentamente. Es esperar que te rememoren una masacre y que te muestren los sitios de pique de personas.
Es conocer de familias viviendo en condiciones precarias; menores de edad sin mayores condiciones de vida digna, limitados a pasar sus días en casuchas construidas con retazos de latas, madera, paja, cartones, con paredes derruidas y pisos irregulares. Personas con pocas mudas de ropa y cuya calidad de alimentación queda en duda o mejor en deuda.
Es encontrar concejales gordos y borrachines, que prometen y se burlan de la población; algunos ya nuevos ricos que compiten en arbitrariedades. Inspectores de policía inoperantes, ya acostumbrados a serlo; comisarías de familia que no actúan, dirigidas por señoras cuya única competencia es que llenan la cuota política.
Alcaldes indolentes y de dudoso proceder; que empujan el escritorio con la barriga. Personajes que han tenido acaparada la política local por veinte años y más. El presupuesto municipal es el botín. La población, desde ya, sabe quién será el próximo que ocupará el cargo. Las personas del pueblo raso entienden que no pueden participar en política de forma independiente; el contradictor que se lance, así sea para una junta de acción comunal, será persona muerta. Mientras más cercano al pueblo sea el cargo, es mayor el riesgo. Los líderes locales van cayendo uno a uno sin escoltas. Esto permite pensar que una estrategia para ir derrotando el tenebroso poder local, es ir copando las gobernaciones con candidatos demócratas fuertes, a quienes sí se les ponen guardaespaldas.
También es ver policías encerrados en comandos y CAIS, metidos en el chat de sendos celulares. Un buen síntoma de la calma de los enfrentamientos, pero para quienes el estado de abuso de los poderosos, se les volvió natural, lo normal. Saben que es mejor no oponerse y menos sin acción judicial.
Se oye de cónsules y embajadores antigobiernistas y sumisos al imperio; esto según comentarios de quienes viajan al exterior. Todo un andamiaje que arrastra el modelo político y administrativo montado por la oligarquía y por los politiqueros tradicionales.
Salir de vacaciones en Colombia es captar el dolor y la arbitrariedad, más allá del compartir con la gente y de la belleza del paisaje.
Muy importante cada acción de cambio por parte del actual gobierno, pero también muchas las trabas e instituciones a intervenir para que a la población llegue el bienestar.
Julio 3 de 2023