Los repudiables sucesos en los que, borracho, se vio involucrado un senador del Pacto Histórico, son una muestra de esta oleada de políticos, que aspiran a reemplazar a la oligarquía, haciendo lo mismo que esta hacía. Son algunos oportunistas que usan la palabrería de izquierda solo como discurso y como vehículo de sus ambiciones personales; inevitables por la dificultad para ser detectados, pero que van siendo quemados en el proceso.
Provienen de componendas y son impulsados por algún padrino de peso. Son mandatarios al estilo de la oligarquía, que no entienden que reciben el mandato de un sector de la población colombiana, sino que creen que son los que más mandan y, por tanto, ejercen un poder abusivo sobre la sociedad. La primera
oleada la han conformado este tipo de políticos que han tenido como función principal la represión, la corrupción y el engaño social.
Este tipo de personajes desvirtúa el pensamiento revolucionario, su ética y se convierten en obstáculos para la unidad, porque dan prelación a sus ambiciones personales de poder. Su ego y sus codos son más grandes que sus ideas y, obnubilados, no captan los daños que le hacen a un proyecto social para un pueblo lleno de necesidades y urgido de soluciones.
Tan grave como manejar borracho un carro, es tratar de conducir un país en iguales condiciones de alicoramiento. Así como nadie debe montarse en un vehículo conducido de esta forma, menos debe permitirse para una sociedad.
Con la salida de la institucionalidad política, como es de esperarse en el más corto plazo, este señor corre el riesgo de caer en el estado más bajo de su degradación. Se le debe dar atención médica.
Septiembre 3 de 2022