«... Son más las razones que nos pueden unir para construir un mejor país, que las que nos han separado por años en confrontaciones fratricidas absurdas, dolorosas e inhumanas, enfrentando a generaciones de colombianos por rivalidades partidistas o diferencias ideológicas...»
No es difícil imaginar una sola Colombia. Una Colombia unida en lugar de una separada, dividida. Dividida por ideologías, religiones, ideas políticas, diferencias partidistas o cualquier ficción. Al fin todos esos motivos son creencias aceptadas y compartidas por grupos de una totalidad que es única: Colombia.
Son muchas, y muchas más, las características que compartimos y que no podemos desconocer como colombianos, y especialmente, como seres humanos.
Como colombianos, compartimos la misma geografía, la misma historia, una misma lengua y una Constitución que declara en su artículo 13, que :“Todas las personas nacen libres e iguales ante la ley, recibirán la misma protección y trato de las autoridades y gozarán de los mismos derechos, libertades y oportunidades sin ninguna discriminación por razones de sexo, raza, origen nacional o familiar, lengua, religión, opinión política o filosófica”. Ella nos hace sujetos de los mismos derechos.
Como seres humanos somos sujetos de las mismas necesidades. Todos comemos, dormimos, corremos, soñamos, trabajamos, nos alegramos... en fin, vivimos las mismas necesidades, desde las necesidades básicas de subsistencia hasta las de afecto y ocio.
Nos diferencia el grado de realización de las necesidades humanas, los niveles de satisfacción en sus logros. Diferencias en capacidades relacionadas con condiciones materiales de vida, con recursos y condiciones económicas, unas; otras, por precariedad de las capacidades o ausencia de oportunidades para desarrollarlas, que impiden el logro del bienestar o llevar una vida digna como ser humano.
Son más las razones que nos pueden unir para construir un mejor país, que las que nos han separado por años en confrontaciones fratricidas absurdas, dolorosas e inhumanas, enfrentando a generaciones de colombianos por rivalidades partidistas o diferencias ideológicas.
Para lograr los cambios que apremian, podemos sentarnos a dialogar y conjuntamente pensar en la integración en una nueva sociedad, un país próspero, y definir un camino a recorrer para alcanzar ese mundo mejor en beneficio de todos y todas.
En la construcción de ese nuevo país, podemos aún guiarnos por la Constitución del 91, un proyecto humanista y democrático de país que no hemos podido materializar en su verdadera dimensión como pacto político para poner fin a la violencia y la crisis institucional, como fue concebido para transformar la sociedad colombiana por cauces institucionales y generar un país más justo, equitativo, democrático y pacífico.
Y, esa puede ser nuestra carta de navegación para la transformación actual, porque en palabras del constitucionalista José Gregorio Hernández: buena parte de la preceptiva fundamental está por cumplir o desarrollar, y muchos de sus propósitos y principios han sido ignorados o tergiversados por reformas constitucionales y ramas y órganos del poder público.
Las diferencias que nos separan para hacer una sola Colombia, pueden alejarse de las brechas de indignidad que se han levantado históricamente, construyendo una Colombia unida, más justa y equitativa, materializando los propósitos de la Constitución; con un Estado que garantice los derechos fundamentales y ofrezca igualdad de oportunidades para que todos desarrollen “capacidades básicas” para actuar y vivir la vida de acuerdo con lo que estimen valioso.
Muchas serán las reformas requeridas en los sistemas de salud, judicial, seguridad social, educativo, político y económico.
Al sistema educativo y a los educadores, en particular, nos corresponde ayudar a formar a los nuevos ciudadanos en capacidades para la participación social y política, activa y comprometida con el bienestar común y el desarrollo humano.
Los educadores, más que "instructores" o "entrenadores", tenemos el compromiso ético con el cambio, como formadores de las nuevas generaciones de colombianos. Tenemos la responsabilidad de coadyuvar en la formación de seres humanos para la vida en una sociedad más justa y equitativa, con capacidades para actuar y decidir de manera autónoma; para participar de la vida en comunidad e interactuar armoniosamente con otros de manera positiva, formal e informalmente.
Tenemos responsabilidad en la formación de nuevos colombianos con la disposición para participar efectivamente como ciudadanos; no solo en procesos electorales, sino en todo lo que le afecte individualmente en su barrio, pueblo, ciudad, y decidir sobre los proyectos sociales y de país para un mejor bienestar colectivo.
Esas nuevas capacidades ciudadanas deberán estar sustentadas en los principios y valores declarados en la carta magna, declaradas como propósitos de formación en los currículos y contempladas como resultados de aprendizaje transversales, más allá de un abordaje puramente cognitivo en cursos del área de ciencias sociales; creando ambientes educativos y experiencias de aprendizaje con vivencias auténticas de los valores y actitudes de los comportamientos ideales de ese nuevo colombiano y colombiana que deseamos.