Aviso

 

“Desde entonces el odio contra los osados/as inclaudicables se ha multiplicado y, a falta de la posibilidad de ejercer la violencia física contra los alzados, se ha puesto en marcha la misión imposible de matarlos moralmente.”

En Colombia no solo sucumbió el Acuerdo de Paz de la Habana, antes de llegar al territorio de ese país hermano, sino que a ese homicidio político le sucede un genocidio humano desplegado en todo el territorio nacional por la jauría al servicio de un  Estado narco-terrorista, de una oligarquía capitalista perversa y de un  imperio que interviene y tutela los aparatos militares y paramilitares desde siete bases militares y  múltiples unidades especializada en las guerras de todas las “generaciones” de modernidad y  post-modernidad.

El turno de carnicero le ha tocado al Presidente Iván Duque, instrumento de Álvaro Uribe Vélez, quien junto con el ex -presidente Juan Manuel Santos, han dado cátedra de crueldad desde sus Despacho en  la Casa Nariño.

 La amenaza ocurre después de que Ricardo participó de la conmemoración de los 7 años de la marcha para enterrar la violencia en Buenaventura y en el recorrido con la delegación de embajadas y organizaciones internacionales

El día viernes 26 de febrero, siendo las 6:56 p.m. RICARDO GONZÁLEZ CHIRIMIA, autoridad tradicional del Cabildo Wounan Phobur ubicado en el corregimiento de Córdoba (Km 20 vía Buenaventura – Cali) recibió una llamada a su celular proveniente del número 3183567417, en la que le manifestaron «¿es usted Ricardo?”. Al responder de manera afirmativa, una segunda voz le dijo “mañana a las 3:30 A.M. debe salir a la carretera principal, pues hace tiempo lo estábamos buscando, y debe salir”.

Nuestro Líder indígena ha tomado medidas de autoprotección por medio de la guardia y el uso de la medicina tradicional, sin embargo, este hecho se suma al difícil contexto de violencia que se vive en Buenaventura causando para él y su comunidad la condición de permanecer confinados.

 

En los últimos años en Colombia se ha desatado un brutal exterminio contra ciudadanos colombianos, no afectos a los gobiernos de extrema derecha y a la oligarquía de ese país, aunque historiadores y analistas señalan que esta actitud data de más de sesenta años; abruma la terrible negación y olvido que mantiene la sociedad colombiana ante tanta muerte de ciudadanos colombianos.

En Colombia asesinan el 54 por ciento de los defensores de Derechos Humanos de todo el mundo, que le otorga el primer puesto en este Genocidio perpetrado por el tercer Gobierno de Uribe, quien acaudilla un régimen de dictadura mafiosa que sostiene al neoliberalismo depredador. Durante el año 2020 asesinaron a 331 líderes en el mundo, el 53,5 por ciento de ellos fueron asesinados en Colombia.

 Dice el informe que no fueron 2.400 los asesinatos de civiles inocentes e inermes por parte del Ejército Nacional como lo tenía documentado la Fiscalía  General de la Nación, sino la escalofriante cifra de 6.402 

“El hombre de honor no tiene más Patria que aquella en que se protegen los derechos de los ciudadanos y se respeta el carácter sagrado de la humanidad”. Simón Bolívar

Sí. El horror militar. Y no es, no podría ser otra ni más justa la expresión con la que la opinión nacional  y el inmenso colectivo de víctimas del terrorismo de Estado y en particular de madres y familiares de víctimas de los Falsos Positivos, reaccionó ante el contundente Informe que la Jurisdicción Especial, para la Paz, JEP, emitió  como un pronunciamiento inicial sobre el Caso 03 “Muertes ilegítimamente presentadas como bajas en combate por agentes del Estado” –conocido como Falsos Positivos-, una de las grandes líneas de investigación de crímenes ocurridos durante el conflicto armado en Colombia. Esto en el marco de las  altas y delicadas competencias constitucionales atribuidas a ese órgano creado en el Acuerdo de Paz suscrito entre la guerrilla de las FARC-EP y el Estado colombiano.

 

Jesús Santrich -el talentoso y valiente comandante “no vidente” de las FARC-EP y uno de los artífices de la reciente propuesta de paz traicionada por Juan Manuel Santos, Álvaro Uribe Vélez, Iván Duque, el generalato corrupto y la oligarquía criminal de Colombia (con la torpe  ayuda de unos cuantos dirigente claudicantes de esa organización político-militar)- es un jodedor con mucha gracia y un guerrillero radical. Pero jamás un asesino, mucho menos un genocida.

Lo digo así porque  hay quienes – incluido entre ellos el ex Alcalde de Bogotá y ex-candidato presidencial de fuerzas pol´ticas que se definen como progresistas, Gustavo Petro– se han atrevido a comparar a Santrich con los traidores de la paz, que a su vez cargan sobre sus espaldas un montón de falsos positivos (6,402 en total ¡!!!), masacres, fosas comunes, motosierras, torturas y complicidades con el paramilitarismo y las tenebrosas DAS, CÍA y MOSSAD.

La más recientes traición a la paz firmada en la Habana- precedida de otros intentos obstruidos y/o anulados por el Estado narco-terroristas colombiano- ha desatado nuevos genocidios, con centenares de asesinatos selectivos y masacres incluidas; todo esto a cargo del Gobierno de Iván Duque, amalgamado, como buen pupilo de Uribe, con el narco-paramilitarismo.