Jesús Santrich -el talentoso y valiente comandante “no vidente” de las FARC-EP y uno de los artífices de la reciente propuesta de paz traicionada por Juan Manuel Santos, Álvaro Uribe Vélez, Iván Duque, el generalato corrupto y la oligarquía criminal de Colombia (con la torpe ayuda de unos cuantos dirigente claudicantes de esa organización político-militar)- es un jodedor con mucha gracia y un guerrillero radical. Pero jamás un asesino, mucho menos un genocida.
Lo digo así porque hay quienes – incluido entre ellos el ex Alcalde de Bogotá y ex-candidato presidencial de fuerzas pol´ticas que se definen como progresistas, Gustavo Petro– se han atrevido a comparar a Santrich con los traidores de la paz, que a su vez cargan sobre sus espaldas un montón de falsos positivos (6,402 en total ¡!!!), masacres, fosas comunes, motosierras, torturas y complicidades con el paramilitarismo y las tenebrosas DAS, CÍA y MOSSAD.
La más recientes traición a la paz firmada en la Habana- precedida de otros intentos obstruidos y/o anulados por el Estado narco-terroristas colombiano- ha desatado nuevos genocidios, con centenares de asesinatos selectivos y masacres incluidas; todo esto a cargo del Gobierno de Iván Duque, amalgamado, como buen pupilo de Uribe, con el narco-paramilitarismo.
Que las burdas jaurías neo-fascistas de Uribe y Duque, o las más perfumadas al servicio de Manuel Santos -llenas de miedo por las cuentas pendientes- calumnien a Santrich, no debería sorprender a nadie.
Su esencia es el delito, el crimen y la mentira.
Los asesinatos físicos y morales son puntos permanentes de sus agendas ensangrentadas.
¿A cuántos no han matado después de calumniarlos?
Al comandante Simón Trinidad, cuya moral y valentía son inmensas, lo tiraron en una cárcel-tumba del imperio luego de acusarlo de narco-traficante y extraditarlo.
A Santrich quisieron hacerle lo mismo después de firmar la paz y a Iván Márquez y otros comandantes estuvieron a punto de exterminarlos en la mismísima zona de paz. Pero ambos fueron más inteligentes que sus brutales enemigos.
¿POR QUÉ ENTONCES PETRO SE SUMA A LOS CALUMNIADORES?
Ahora bien, lo que hizo Petro, a sabiendas de que se trata de una vil comparación, tiene otra lectura que es necesario hacer un esfuerzo por transparentar.
El “barullo” vino al caso por la jodedera de Santrich con el presidente Duque envuelto en una matanza parecida a la ejecutada contra la Unión Patriótica, que sumó más de 5,000 asesinatos; receta que también, aunque en menor medida, le aplicaron al M-19, movimiento guerrillero al que perteneció Gustavo Petro.
“Mamando gallo” -como le dicen en Colombia a burlarse del otro- Santrich le recordó al Presidente genocida que “a cada marrano le llega su sábado”, procurando que éste entendiera que la gracia de poder no es eterna; no más, porque nadie que quiera matar alevosamente al otro, comete la tontería de anunciarlo.
Pero el mayor “pecado” de Santrich en esa “mamadera de gallo” fue usar la frase “memento mori”, alusión latina que se emplea en arte y literatura para advertirle a los prepotentes y abusadores con poder sobre la temporalidad de la vida y de los cargos; pecado mayor porque en esas jaurías abundan los ignorantes.
Marrano, por demás, es lo más bonito que se pueda decir, a un presidente como Iván Duque.
Petro, que ni es bruto ni es de esas jaurías, sin embargo optó por hacerle el juego a esas perversas acusaciones contra Santrich y decidió twittear de esta manera:
“Ahí tiene los extremos: en la extrema izquierda está Santrich y en la extrema derecha: Uribe, y se juntan, se necesitan, son tal para la cual, sin el uno no puede existir el otro.”
“¿Se les puede desextremizar? Sí, si el pueblo se decide por la democracia y la justicia”
¡Qué lindo cabrón!
Porque la verdad es que para igualar con el Paraco Uribe a un intelectual revolucionario del calibre, la sensibilidad y la trayectoria de Jesús Santrich, hay que -además de cabrón- sumarse al club de los políticos calumniadores; obviando, además, que a la gente más firme del M-19, a sus comandantes más consecuentes, los asesinaron por ser de “extrema Izquierda”, por no renegar de la lucha antiimperialista y anti-capitalista, por no quedarse supuestamente “mancos” (ni de izquierda ni de derecha), y por rehusar la ruta de “hacerse potable a los gringos”, como lo ha hecho -y lo sigue haciendo- Gustavo Petro.
Es posible que el cálculo de Petro sobre las ventajas de meterse con esa fea canción donde no lo invitaron, esté relacionado con lo grato que puede resultarle a Biden y comparsa leer o escuchar esas palabras de un político, potencial candidato presidencial nuevamente, con bastantes posibilidades de éxito.
Igual es curioso que excluyera a Santos de la “extrema derecha”, oligarca de tomo y lomo e ideólogo de los “falsos positivos”.
¿Cómo se sentirán -después de ese twist ofensivo, mentiroso y peligroso- las personas y organizaciones amantes de la verdad que participaron de la opción electoral encabezada por Petro?
Ya lo decía Ernesto Guevara, otro “extremista de izquierda” (¿acaso equiparable a Uribe y a Duque como Santrich?, que no había nada más “ambiguo” que el “progresismo”; esto, sin que entonces el Che pudiera presenciar y valorar la experiencia de este periodo de la historia en la cual los peores “progresistas” generalmente proceden de los renegados de las izquierdas que asumen la conciliación con un sistema que hay que abolir. ¿O no es así, Gustavo?