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En los procesos electorales, la izquierda colombiana recurre a la fuerza de la razón para influir con argumentación, sobre la opinión pública y así tiene que enfrentar el poder fraudulento, corruptor, manipulador e intimidatorio de la narcoderecha, la cual se codea en estilos con la oligarquía tradicional que ha gobernado durante toda la vida republicana del país. La triple alianza se completa con el imperialismo, experto en el atropello de naciones. (Ahí están juntos en Apure, estado venezolano, fronterizo con Colombia).  

No es de esperar que los carteles de la mafia, sus aliados y sus tentáculos, vayan a respetar un resultado electoral, como  tampoco lo hicieron en las elecciones presidenciales del 2018. 

La pandemia ha servido para dejar aún más en claro, cuánto vale la vida de un ciudadano para el gobierno; también se conoce el proceder asesino de la mafia; entonces, si no respetan la vida, un resultado de las urnas tampoco tiene significado para ellos y esta simple puesta en escena no los va a detener en sus propósitos. 

La izquierda en Colombia es constitucionalista y legalista; confía en estas instancias, con lo que de forma transparente muestra que busca y lucha por un estado de derecho. Pero igualmente está en una posición de debilidad para defender un resultado electoral. No se puede ser ingenuos ante las instituciones, que están claramente dominadas por los poderes oscuros que actúan por fuera de la ley. Los concejos electorales deberían estar procesados ante la justicia, pero la fiscalía, la procuraduría y el senado, nunca lo van a hacer. 

No se tienen noticias de militares nacionalistas o constitucionalistas, más allá del canto a la bandera; o sea que, tampoco es de esperar que unas fuerzas armadas al servicio de la triple alianza, vayan a hacer respetar un resultado electoral contrario a estos intereses. 

El estado, como instrumento de clase, sirve para perseguir a los opositores y para entorpecer la justicia, enredar los procesos y dar absolución a quienes detentan el poder, así sean criminales a ojos vistos. No es necesario ahora colocar ejemplos de los múltiples, descarados, burlescos y escandalosos casos, que son del dominio público. 

El pueblo colombiano no es constituyente primario; en la realidad carece del poder y de los mecanismos para influir y determinar el curso de la vida política del país. La democracia oligárquica se reduce a echar un papelito en una caja, cada cuatro años, cuando es consultado; para luego desconocer la opinión así expresada." El que escruta, elige" decía un curita en los años sesenta. 

Igualmente carece de organismos de poder popular en los diferentes movimientos de oposición; el hecho de que, para estos, la argumentación discursiva sea la principal forma de influir sobre la opinión pública en los procesos electorales, así lo evidencia. Ahí radica la debilidad. Pero hay que tener presente que esta situación es causada por las condiciones reales del país. 

En este último aspecto hay que considerar tres factores internos y tres externos; como lo son, el sectarismo, el distanciamiento de los sectores populares, el distanciamiento de la filosofía; la represión sangrienta, el bloqueo y los medios de comunicación. Respectivamente. 

Es necesario fortalecer los mecanismos de participación popular, para hacer realidad al constituyente primario y a la democracia protagónica, la única verdadera. 

Los colombianos y los pueblos del mundo tenemos derecho de vivir en paz, protegidos y en condiciones de vida digna. 

 Abril 16 de 2021 

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