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Que la derecha se vaya contra el gobierno del cambio es apenas de esperar, pero que también se haga desde la izquierda, es algo que debe llamar a reflexiones. Algunas discrepancias se manifiestan, por ejemplo, en que ya se cita a dos asambleas populares, una que denominan pro gobierno y otra independiente.

Ahí van naciendo las divergencias que conducen a divisiones; fraccionamientos que son aprovechados por la derecha para profundizarlos, así sea presentados como supuestas profundas distancias ideológicas y revestidos de organizaciones de izquierda, lo que enreda y hace difícil las diferenciaciones para saber si son amigos o enemigos. En las guerras se ha visto que muchas organizaciones son impulsadas por la derecha bajo banderas populares, que a la postre resultan falsas.

El gobierno y el conjunto de la izquierda deben salirle al paso a toda división, de forma inmediata, porque "es más fácil cruzar un río en su nacimiento." Ante las discrepancias es saludable el debate para aclarar los objetivos del período y lograr la unidad alrededor de estos. Esto permitirá diferenciar entre aliados y opositores encubiertos. Hay que evitar que los mercenarios políticos se escondan detrás de las críticas de las tendencias populares genuinas y honestas.

Al elegir a Gustavo Petro en la presidencia de Colombia, el pueblo colombiano puso un huevito en un nido de buitres. De ahí surge el llamado del presidente para que lo protejan del estercolero en que está metido y de los que le rodean y acorralan. Estas aves rapaces saben que cuando el pollito saque la cabeza, si no se parece a ellos, lo devorarán.

Por eso lo mantienen limitado y controlado para que no avance. Los discursos de Gustavo Petro son profundos y su esfuerzo es grande, pero su realización es escasa, lo que hace que su gobierno aparezca cubierto por un velo de demagogia. El pueblo todavía no siente los beneficios del cambio.

El pueblo colombiano tiene derecho a condiciones de vida digna y no puede quedar condenado a recibir las migajas que los miembros de las clases dominantes determinen. La organización de la sociedad depende de decisiones que toman las personas. Si la mayoría de la población vive en pobreza, es porque las élites políticas usan los recursos públicos en su propio beneficio.

La oligarquía sabe que está quemada con el pueblo colombiano y que no tiene nada que ofrecerle, por eso aceptan a Gustavo Petro, pero no a tal punto de permitirle que tome caminos autónomos que conduzcan a cambios reales. Unos de estos sectores, como el santismo, tampoco quieren que el presidente pierda el poder con las mafias del narcotráfico, representados en el uribismo.

Por eso, al presidente le dejan dar discursos, pero no le permiten la implementación de sus propuestas y lo rodean de funcionarios enraizados con la vieja clase política para que entorpezcan y controlen para que nada cambie. Mucho se va diluyendo en las buenas intenciones. Son muy fuertes los poderes tradicionales enquistados en las diferentes ramas del estado. Hay que romper la dictadura burguesa.

La narcoderecha ataca al gobierno y la oligarquía los tolera, para que desestabilicen, pero que tampoco se fortalezcan de tal forma que vuelvan al poder. A estos se unen los medios que, desinforman, tergiversan, mienten, crean noticias falsas y escándalos, de manera permanente, para generar en la opinión pública una imagen negativa del gobierno.

No es de extrañar que algunos grupos armados sean promovidos por los intereses desestabilizadores del imperialismo y de otras agencias de inteligencia, tal como lo hacen en el Medio Oriente.

Es urgente conservar la unidad popular y cerrar críticamente filas alrededor del gobierno del cambio para fortalecerlo.

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