Alentados por el triunfo de la ultraderecha en las votaciones constitucionales de Chile y las recientes complicaciones gubernamentales de la administración del presidente Gustavo Petro relacionadas con la recomposición del gabinete ministerial, la ralentización del trámite legislativo del “paquete social” (reforma laboral, de la salud y las pensiones), la bancarrota de la Colombia humana, el malestar social por la inflación, el alza de la gasolina, la parálisis de la economía, y por la persistencia de la corrupción clientelar en las plantillas burocráticas del gobierno, la ultraderecha fascista y militarista ha considerado que llegó el momento de armar un esquema golpista para destruir el gobierno progresista del presidente Gustavo Petro.
La trama la están nombrando los militares conspiradores como la “senda del Perú” para defenestrar al guerrillero presidente colombiano.
Al calor de una multitudinaria concentración de militares de la reserva y retirados, concentrados en la Plaza Bolívar de Bogotá el día de ayer 10 de mayo, prominentes oficiales conocidos por su radicalismo ultraderechista y su agresividad militarista dibujaron en sus redes sociales y manifestaciones publicas el plan del golpe.
Lo que ocurrió no es cualquier cosa. Es un evento en una escenografía plagada de odio y amenazas que debería ser objeto de una reacción del Fiscal Barbosa igualmente cargado contra el presidente Petro.
Lo que ha ocurrido es sumamente grave y demanda la más vigorosa reacción popular para impedir que, efectivamente, esta situación avance hacia circunstancias catastróficas como las que cerraron con el golpe, el linchamiento y encarcelamiento de Pedro Castillo en el Perú.
Pero tacan burro, como dice el adagio popular. Colombia no es Perú.
Si bien hay una cierta frialdad popular, el presidente Petro es un líder social perspicaz y de gran olfato al que no cogerán dormido ni sorprenderán con un golpe de mano.
Recién se aprobó el Plan de Desarrollo y su contenido debe ser la base de la convocatoria popular en una nueva proyección que implique la apertura del gobierno a los grupos populares para que la transformación del Estado se de en la mas dura disputa con los clanes del uribismo sedentádos en las burocracias publicas en todos los niveles. Petro ha dicho que llego la hora de la lucha, de la confrontación y de la disputa que a toda costa se debe evitar caiga en los planos del choque bélico a la manera de una guerra civil.
Sin embargo, el presidente requiere del acompañamiento del Pacto Histórico, el partido de gobierno que desafortunadamente se resquebraja en la componenda clientelar y la puja presupuestal a la manera como históricamente ha ocurrido con la vieja partidocracia oligárquica.