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 Desde el inicio de su presidencia, Iván Duque se acostumbró a llegar a los eventos entre calles de escarnio donde le gritan: ¡Asesino! Él no se inmuta, más parece que se ufana de ello. Así llegó el pasado 12 de abril a la plenaria del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, que se reúne trimestralmente para evaluar el desarrollo del proceso de paz, escurría de sus manos sangre de la matanza de indígenas y campesinos en Puerto Leguízamo, Putumayo, cometida por las Fuerzas Armadas colombianas.

Iván Duque exhibió las virtudes del militante uribista: Mentir sin asco, robar sin medida, y matar sin valor, tampoco se avergüenza si se lo reclaman. Mentir, robar y matar, son los verbos de la puesta en escena que realizó en la ONU.

Los escenarios internacionales son privilegiados por el que dijo Uribe para diseminar embustes: en Colombia está en función de “volver trizas los acuerdos de paz”, pero ante la comunidad internacional se

presenta como apóstol de la paz; mientras con sus copartidarios ya deforesta casi un millón de hectáreas, se auto nombra defensor del medio ambiente; clama por Derechos Humanos, cuando  tolera masacres, asesinatos, y demás exacciones de la Fuerza Pública contra la población civil; ni qué decir cuando promueve la institucionalidad democrática mientras pone en los órganos de control a mandaderos del gobierno; o cuando condena al narcotráfico… Las declaraciones de Duque llevan mensaje inverso: son lo contrario a la realidad nacional.

Igual ante el Consejo de Seguridad: ¡Falsedades! Empezando por la defensa del acuerdo de paz que ha pretendido desbaratar, o decir que es asunto de Estado, cuando lo ha incumplido por ser firmado en otro gobierno. Llegó a afirmar: “En Colombia, no hay enemigos de la paz en las instituciones todos la queremos”, es macondiano que los enemigos de la paz aseveren que no hay tales, que los reacios a la restitución de tierras nieguen la existencia del paramilitar “Ejército Antirrestitución”, con innegables exterminios, o que los de derecha digan que la división derecha – izquierda no existe.

Soslayó el asesinato sistemático de firmantes del acuerdo, 312; así como el recrudecimiento de la violencia en una nueva expansión paramilitar; el primer punto del acuerdo, el tema agrario, parece haber sido extirpado por Duque, Uribe, y los suyos: cero implementación, excepto donde pueden apañar algún dinerillo; deliberadamente dejan de desarrollar el punto de drogas, incluida la erradicación voluntaria de cocales, incumpliendo a los campesinos. Tampoco existen garantías para hacer política, mientras la oposición es perseguida en entrampamientos judiciales, difamaciones, y violencia multimodal. El sistema integral de Verdad, justicia transicional, y búsqueda de personas dadas por desaparecidas funciona a pesar del gobierno y sus intentos por desmontarlo, así como de campañas de desprestigio contra estas instancias, además lo desfinanciaron desde el ministerio de hacienda.

El núcleo de la presentación del gobierno fueron las sumas invertidas en diversos rubros del proceso, que es la forma de justificar los cerca de tres billones de pesos que ha recibido de la cooperación internacional, más los recursos de la nación, con los cuales Duque le hizo piñata al partido de gobierno, ¡el partido de la guerra se alzó con la plata de la paz!

El elemento que resignifica toda la actuación sucedió antes de producirse la plenaria: la petición del gobierno colombiano de impedir hablar a las víctimas, y a defensores de DDHH, en el Consejo de Seguridad.

Pretende Uribe, por medio de Duque, que su voz no tenga contrastación, como su gobierno no tiene control, ni la prensa independiente tiene espacio para ejercer, ni la rama judicial, tampoco la legislativa, pueden ser autónomas. El ejecutivo controlando todos los poderes, todos los billetes, todas las armas, incluidas las ilegales, a su vez controlado por un partido único, que tiene un jefe que manda a todo el partido, esa estructura nazi esta vez fue avalada por Biden y sus aliados.

Al menos en lo de silenciar a las víctimas, porque uno a uno los países con asiento en tal consejo le dijeron en el lenguaje de los diplomáticos que sabían que mentía, que tiene incendiada a Colombia, que no implementa la totalidad del acuerdo, y que acababa de cometer una masacre, por la cual le pidieron claridad. El embajador ruso fue más allá, señaló la violencia desatada por este gobierno en Colombia, dio que cada dos días se desaparece a alguien en Colombia. Ningún país se refirió a la “Paz con Legalidad”, y Rusia señaló que tal expresión no está registrada en el Consejo de Seguridad, donde se depositó el Acuerdo Definitivo de Paz. Paz con Legalidad es la coartada para sabotear la paz.

Afirmó el embajador ruso: “Colombia no es un país normal”, y “hay un vacío en la autoridad del Estado en las zonas rurales”. Duque, a lo Uribe, no respondió las acusaciones y pretendió descalificar a Rusia. Los quince países pidieron al gobierno Duque proteger la vida de los candidatos en las actuales elecciones, y México expresó preocupación por las amenazas de muerte contra Francia Márquez.

Noruega, México, Irlanda, y Rusia, lamentaron la ausencia de la sociedad civil en la plenaria, por el empeño colombiano de silenciar a las víctimas. En derroche de cinismo presentó como obra de su gobierno la implementación de las 16 curules para las víctimas que contempla el Acuerdo de Paz, cuando Duque se empeñó en burlarlas, y su partido recurrió a todas las artimañas en el congreso para no reglamentarlas, fue la bancada de oposición en el congreso la que desarrolló este punto. Dejó de decir que la retaliación por habilitar las curules fue la certificación que la Unidad para las Víctimas, dependencia presidencial, otorgó a algunos victimarios para que se presentaran como candidatos a ocupar estas curules, más la desfinanciación a los líderes campesinos, obligándolos a competir en desigualdad con candidatos del paramilitarismo.

Es naturaleza de este gobierno de masacres el desprecio a las víctimas: Mientras abraza al victimario oprime y amordaza a la víctima (Víctima es uno de los nombres de Dios). Vano esfuerzo, las víctimas son fruto del dolor del pueblo que ha sobrellevado lo peor de un conflicto degradado, en el olvido. Al cabo del siglo de soledad, tienen conciencia y una voz potente que resuena en ámbitos nacionales e internacionales, reclamando derechos escamoteados. Las víctimas que no quieren escuchar los uribistas se desamordazaron, serán fantasmas que no los dejarán dormir y, cuando los victimarios, fuera del gobierno, ya no sean más que un manchón en la historia patria les seguirán gritando en sus orejas: ¡Cobardes! ¡Asesinos!

José Darío Castrillón Orozco

Foto tomada de: UNIMINUTO Radio

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