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 Con esa misma fuerza se debe encarar la defensa irrestricta del proceso revolucionario venezolano, del triunfo de Maduro y del repudio a todas aquellas expresiones que, coincidentemente con el fascismo de los Milei, los Bolsonaro o sus mandamases de Washington o Tel Aviv, quieren convertir al país caribeño en una sucursal del imperio.

“Que muestren las actas!” se ha convertido en la palabra de moda para referirse a Venezuela y su reciente proceso electoral. No cabía esperar algo menos de quienes son los sostenes, por derecha e “izquierda” de un sistema demoburgués para el cual la Revolución Bolivariana se ha convertido, desde hace 35 años, en un enemigo a destruir.

“Sí, que muestren las actas!”, gritan unos y otras, imperativamente, y repiten la OEA y todos esos organismos colaterales del imperio, que son cómplices de guerras y genocidios en distintas partes del mundo.  Con esa simple expresión, acunada  en un gigantesca operación de terrorismo mediático, solo rota por pocos espacios de medios alternativos, se quiere expresar que, como decía la ultraderecha venezolana varios meses antes de la elección, “va a haber fraude”.

A partir de la indiscutible victoria de Nicolás Maduro por más de 700 mil votos, y de su consolidación por el Consejo Nacional Electoral. que a la sazón es el único órgano autorizado para dar la palabra definitiva sobre lo ocurrido el 28/7, la campaña de desconocimiento de la soberanía popular venezolana se convirtió en slogan. Lo comenzaron a repetir como loros, desde la ultraderecha, pasando por los social-demócratas o “progresistas” desteñidos, incluidos algunos presidentes que aunque sea por agradecimiento a todo lo que Chávez y Maduro hicieron por sus países, deberían no sumarse a lo ola inquisitiva. Pero no solo eso, de las famosas “actas” hablaba con un cliente el carnicero de un barrio de Colombia, el vecino del quinto piso en Montevideo, la portera de ese barrio de clase media en Sao Paulo, o el adolescente del secundario de cualquier país europeo, al que su compañerito venezolano le comentaba que Maduro “es un dictador y un asesino”.

Ni más ni menos. La tiranía mundial mediática jugó ficha y la respuesta es lo que hoy vemos. Que cualquiera en cualquier parte, se dé el gusto de querer entrometerse en la política interna de Venezuela, y que lo haga, por aceptación o total ignorancia, del lado de la internacional fascista. Y además, comprando una mentira de tal calado, que es la de no querer reconocer que en Venezuela como en cualquier país que tenga dignidad y la defienda, la última palabra la tiene su pueblo, y este ya se expidió a favor de la reelección de Maduro, reafirmando su lealtad a un proceso revolucionario iniciado por el comandante Hugo Chávez, también por la vía electoral,en diciembre de 1998.

Por supuesto, que no es una sorpresa lo que ahora ocurre. Sobre todo cuando se viene de otras operaciones similares, como las de convertir a la Federación Rusa en los “asesinos” de los pobrecitos nazis ucranianos, generando a escala mundial una campaña de “rusofobia” que llegó a costar prohibiciones ridículas y hasta apaleamientos y castigos de todo tipo a quienes se opusieran a tal barbaridad.  Algo parecido a lo que permanentemente se vive con el mundo árabe e islámico, a quienes se difama, excluye o condena a la muerte, Vale la pena preguntarse, ¿qué pasaría si quienes ahora están tan preocupados por una actas en Venezuela se pusieran de acuerdo para condenar, con la misma fuerza, a Israel por sus crímenes de lesa humanidad contra el pueblo palestino?. Claro, ese es otro tema, pero coincidentemente quienes orquestan operaciones de terrorismo mediático poniendo un pie en Kiev, en Caracas, o en Tel Aviv, son casi siempre los mismos apellidos, llámense Elion Musk,  Zukerberg o algunos de sus discípulos duchos en lanzar trols o tergiversar realidades.

Ahora bien, qué les molesta tanto de esta Venezuela liberada en la que el chavismo llegó para quedarse. Precisamente, que lo haya dentro de los cánones democráticos que el sistema tiene preparados para controlar y regimentar. Sin embargo, desde el mismo momento en que Hugo Chávez enterró a la “moribunda Constitución” de la Cuarta República, se puso en marcha un proceso revolucionario, de democracia directa, de participación popular y de construcción paso a paso del socialismo caribeño, que tantos disgustos le ha causado al imperio y sus aliados. No pueden tolerar que un país, inmensamente potente en riquezas naturales, se autodetermine, y a partir de ese momento se ha hecho todo para derrocar al chavismo e iniciar así un nueva etapa de recolonización como ya lo están haciendo en Argentina y otros países del continente. Pero más allá del poder que despliegan para ahora desconocer la victoria de Maduro, incluyendo atizar el fuego de un posible golpe de Estado, todo indica que les va a salir mal la jugada. Primero, porque a Maduro y su victoria, el pueblo está dispuesto a defenderla en la calle, hasta las últimas consecuencias. Si no lo creen, que hagan el intento, y verán con que se encuentran.  Y por otro lado, Venezuela Bolivariana no está sola,  se siente desde ya respaldada por China, Rusia, Cuba,Nicaragua, Bolivia, y casi todos los países del Tercer Mundo, de África y Asia, ya que precisamente estos últimos se ven reflejados en Venezuela por todos los males que ellos también han sufrido, a lo largo de siglos, por parte del imperialismo.

Además, de la misma manera que es necesario reforzar las acciones de solidaridad con el pueblo palestino, denunciando las acciones criminales del sionismo, con esa misma fuerza se debe encarar la defensa irrestricta del proceso revolucionario venezolano, del triunfo de Maduro y del repudio a todas aquellas expresiones que, coincidentemente con el fascismo de los Milei, los Bolsonaro o sus mandamases de Washington o Tel Aviv, quieren convertir al país caribeño en una sucursal del imperio.

Por último, cuando muy pronto, la Justicia venezolana, a la que se ha subordinado el reelegido presidente, diga su última palabra sobre las famosas actas, y estas demuestren lo que el pueblo festejó la misma noche del 28 frente al Palacio Miraflores, ¿qué más van a pedir los inquisidores de la Revolución? ¿Aceptarán que la realidad es una sola y no la que ellos intentan imponer por la fuerza o seguirán alimentando la guerra contra un país que, como Cuba, son verdaderos ejemplos de un mundo distinto?

La respuesta es conocida, y por eso, en esta oportunidad, como en tantas otras, no hay vereda del medio ni “tercera vía”. O se está con Venezuela Bolivariana o se opta por ponerse de rodillas ante los asesinos que estimulan la violencia interna y externa en el país de Bolívar y Chávez.

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