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La Integración en perspectiva soberana y los aportes de ALBA-TCP 

La integración es una herramienta estratégica, indivisible del concepto de soberanía, orientada a la 
construcción de la unión sociopolítica, económica, ecológica y cultural de la región.

La integración es el proyecto más significativo que la región haya logrado colocar en los escenarios de futuro, no sólo por la perspectiva estratégica de levantar una agenda común frente a los envites de la globalización, sino también porque abre un abanico de posibilidades para el delineamiento de iniciativas geopolíticas, geoeconómicas y socioculturales, adscritas a las configuraciones de un mundo multipolar, en cuyo proceso la región es un eslabón relevante.

 

En los últimos años, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, y muchos altos funcionarios estadounidenses han comenzado a aludir repetidamente a la frase «orden mundial basado en reglas» en conferencias de prensa, lo que claramente, como sabemos, forma parte de la estrategia para introducir expresiones que contribuyan a diseñar un nuevo relato. Sin embargo, esa frase sigue siendo un mito, ya que los responsables de la toma de decisiones en Washington nunca se han molestado en especificar qué son exactamente esas reglas o quiénes las establecen. O tal vez simplemente prefieren dejarlo así.

A raíz de la Segunda Guerra Mundial, se ha reconocido que solo existe un orden internacional, el basado en el derecho internacional, y solo existe un conjunto de reglas, es decir, las normas básicas que rigen las relaciones internacionales y que fundamentan los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas. En estos tratados o documentos históricos no hay ninguna mención a un orden basado en reglas.

 

Existe una correspondencia multidireccional entre el despojo del pensamiento crítico –entendido como la posibilidad de cuestionar y trastocar la realidad y lo establecido– y la irradiación de la desinfodemia digital. El triunfo reciente de la post-verdad coincide plenamente con el retraimiento de los procesos cognitivos, la entronización de las emociones y con la inoculación del odio en la nueva plaza pública. Es el terreno de la lucha en torno a la construcción de significaciones, así como del relativo a la apropiación y privatización de la conciencia

A su vez, una paradoja se generaliza en la era de la información: ante la exponencial irradiación de datos e información, no siempre verdadera, se impone una limitada capacidad humana para procesarla o asimilarla y se abren senderos para germinar a un individuo desinformado y sujeto al engaño y a la manipulación de las emociones. Para llegar a ello, dos tendencias se imponen: la lapidación del pensamiento crítico como posibilidad de plantear la duda, por un lado; y, por otro, no sugerir siquiera la existencia de la mentira por considerarse políticamente incorrecto. 

 

Estamos ya a mitad de abril de 2024. Los días siguen pasando, como siempre, y faltan apenas unos pocos meses, nueve, si queremos ser exactos, para que se cumplan dos siglos de la batalla de Ayacucho, que tuvo lugar el 9 de diciembre de 1824 en tierras peruanas.  Y es que esa batalla fue sin lugar a dudas la más importante, gloriosa y definitiva de todas las que nuestros pueblos sudamericanos libraron a lo largo de más de dos décadas de combate y resistencia, para que, contando básicamente con nuestras propias fuerzas políticas y militares, y también con el tardío pero al cabo creciente apoyo de nuestros pueblos, lográramos, al fin unidos, independizarnos del persistente colonialismo español que nos había mantenido sujetos a su dominio desde el propio siglo XVI, al que comúnmente se sigue llamando siglo del Descubrimiento.

Colarebo Colombia – Prensa Bolivariana

Cuando en el mundo primaban las monarquías absolutas, había un grupo de personas que acompañaban al rey y que sabían que, adulándolo, entreteniéndolo y haciéndole todo tipo de favores, se aseguraban un nivel de vida por encima del resto de la población; eran los cortesanos.

Desde entonces, el mundo ha cambiado poco en el servilismo a los poderosos; ahora existe una élite de un centenar de personas trillonarias, que acumulan el suficiente poder para determinar las políticas que han de regir en el planeta. Detrás, arrastran a un séquito de cortesanos fieles que, siguiendo las políticas de derecha garantizan el sostenimiento del andamiaje del sistema mundo capitalista y de los privilegios de sus jefes.