Aviso

 

Una lectura atenta de los acontecimientos recientes nos muestra cómo la guerra de Ucrania avanza inevitablemente hacia un conflicto militar abierto entre Occidente y Rusia, de consecuencias catastróficas y con un posible desenlace (ya no es tabú) en forma de guerra nuclear.

No creo que el catastrofismo sirva para nada, ni para movilizar a la clase trabajadora contra la guerra ni mucho menos para contrarrestar la euforia militarista de las élites, pero es difícil establecer una lectura alternativa de lo que está sucediendo. La diplomacia está enterrada, los canales de diálogo son inexistentes, se está emprendiendo una carrera armamentística que no es más que el preludio del inminente desastre. Muchos de los ingredientes que llevaron a la gran trituradora de carne humana que fue la Primera Guerra Mundial están sobre la mesa.

 

¿Cómo explicar en pleno siglo XXI situaciones y hechos tan graves como los que suceden aquí, en esta isla y en el mundo?: guerras recurrentes, genocidios, pandemias, enfermedades, hambre, desnutrición, pobreza extrema, crisis ambiental, escasez de agua, calentamiento global, desigualdades abismales en ascenso, gansterización de los estados y del gran capital, violencia racista, violencia de género, auge del neofascismo y de la de asociación delictiva entre el estado y la delincuencia privada…

 

Javier Milei acaba de insultar groseramente, una vez más, al presidente colombiano Gustavo Petro. Desencajado, el presidente argentino persiste en sus ataques a propios y ajenos. Días atrás calificó a los miembros del Congreso de la Argentina como un “nido de ratas” (elegidas por la ciudadanía, conste); o a uno de sus excompinches, Ricardo López Murphy como “traidor y basura”; y a su actual Ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, a quien en la campaña electoral la fulminó por ser una “montonera asesina”. 

 

Expulsados ​​de sus tierras, sin hospitales ni medicinas, con sus casas destruidas, sin alimentos, agua, electricidad y enfrentando balas y bombardeos sionistas incluso cuando intentan conseguir un puñado de comida. Esta es la trágica realidad de la población palestina en la estrecha franja de Gaza, que vive un genocidio a manos del Estado terrorista de Israel desde hace alrededor de cinco meses.

Masacre

La “masacre de la harina” de este 29 de febrero, que escandalizó al mundo, es parte del uso sionista del arma del hambre para avanzar en su proyecto genocida y de limpieza étnica. En el norte de Gaza, palestinos hambrientos rodearon uno de los pocos convoyes humanitarios y fueron atacados. Más de 100 hombres, mujeres y niños perdieron la vida y alrededor de mil resultaron heridos. Su crimen fue intentar no sucumbir al hambre.

 

El migrante se había endeudado por diecisiete mil dólares para que un coyote lo pasara por la frontera. Una visa legal hubiese sido cien veces más barata, pero las embajadas de Estados Unidos no le dan visas a los pobres.

Un atardecer, en un estacionamiento de Jacksonville Beach, un policía me preguntó por qué estaba caminando sin dirigirme a ninguna parte. Lo miré y pensé en la justificación puritana del sexo: es solo para reproducir feligreses.

Because I feel like it (Porque se me antoja) ―le contesté, y continué caminando.