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La cultura popular tiene... - Norberto Fornerino - Forne | Facebook 

“La cultura popular tiene amigos a montones, pero en ella se colean los zorros y camaleones…”

Así dice el verso de un canto de Guaraña, género de la música popular venezolana,  del grupo Un Solo Pueblo, letra Jesús Rosas Marcano. El verso lo dice todo, es la cultura del pueblo, que ha sido creada, adoptada, adaptada por el pueblo, que le identifica y forma parte de su imaginario colectivo y de su acervo, ella es la variable clave en la fórmula de éxito en la comunicación, en la política, en la economía. Aunque se coloque en el plano de inferioridad en la jerarquía cultural de hoy, sin ella no hay vida.

 

¿Qué dimensión alcanzó la represión franquista en el País Valenciano? Permite una sencilla aproximación la línea de subvenciones promovida por la Diputació de València en 2024; por ejemplo, para las obras de rehabilitación del panteón dedicado a los republicanos españoles víctimas del fascismo en Alzira (municipio de 46.400 habitantes, Valencia); construido a finales de los años 70/principios de los 80 del siglo pasado, se trasladaron al Panteón los restos de 50 fosas comunes (200 personas).

Asimismo para la identificación de 54 personas asesinadas –entre mayo y julio de 1939- en el municipio de Sueca (28.000 habitantes, Valencia); las víctimas fueron ya exhumadas de la fosa común 126 del cementerio.

 

Forma parte de la conmemoración de los 10 años de la partida del Gabo. Comienza la temporada el viernes 13 de septiembre

800 funciones y 35 años después de su primera exhibición, el viernes 13 de septiembre regresa El coronel no tiene quien le escriba de la Fundación Rajatabla, remontaje que tendrá como escenario un remozado Teatro Nacional.

Considerada una pieza ejemplar de la dramaturgia latinoamericana de la mano del maestro Carlos Giménez, y acreditada en vida por el propio autor de la novela que le dio origen, el genio colombiano Gabriel García Márquez, el montaje regresa “con gallos, piso de tierra y lluvia”, respetando su espíritu inicial, como lo advirtió ayer en rueda de prensa su productor y director, Carlos Scoffio.

 

Un retrato incómodo del supuesto humanismo occidental.

Hay dos imágenes. Están separadas por el tiempo y la distancia. Una es en blanco y negro, obra de Douglas Martin, y la otra, más reciente, en color, cuya autoría me es desconocida. Fueron tomadas en lugares distintos y a la vez tan parecidos. La primera data del 4 de septiembre de 1957, jueves. En ella se ve a la joven Dorothy Dot Counts-Scoggins dirigirse al instituto de secundaria Harry Harding en Charlotte, Carolina del Norte. Una multitud enfurecida grita a su alrededor. A su espalda, un joven blanco eleva los índices de ambas manos. El efecto óptico hace que los dedos del joven que la increpa se conviertan en cuernos a ambos lados de la cabeza de Dorothy. La segunda imagen fue tomada el pasado 2 de mayo de este mismo año en el campus de la Universidad de Mississippi, Ole Mississippi. También hay una multitud enfurecida que grita a los estudiantes. Los que gritan lo hacen desde el otro lado de unas vallas de seguridad. Esta vez quienes reciben los insultos no solo son afroamericanos, también hay blancos, pero la mayor virulencia la reciben jóvenes racializadas. Participan en las protestas que entre mayo y junio se extendieron por los campus universitarios de EEUU contra el genocidio de la población palestina en la Franja de Gaza a manos de Israel. Estas imágenes encierran la misma historia. Hombres blancos enfurecidos escupiendo insultos a mujeres de color que los reciben a pecho descubierto. Sin protección, o con una que apenas si alcanza a ejercer de espectadora de la barbarie incrustada en nuestras civilizadas sociedades. Una barbarie que, de olvidada, ha vuelto a normalizarse en los discursos que se emiten desde tarimas y platós de televisión. 

 

Dicen que la Yacana -o Vía Láctea- es la sombra negra en forma de llama que pasea por un río que cubre todo el cielo. Baja hasta la Tierra por la noche para beber agua. La vemos venir toda oscura y cuando llega camina por debajo de los ríos. Dicen que la Yacana bajó un día, por la noche, cuando nadie la observaba, a beber de un manantial y cayó sobre un hombre que quedó cubierto con su lana. Cuando amaneció, el hombre miró la lana: era azul, blanca, negra, amarilla, tenía todos los colores juntos.  El hombre reverenció a la llama en el mismo sitio donde había caído, vendió la lana y compró una llama hembra y una llama macho; con esta pareja logró obtener dos y hasta tres mil llamas. Dicen también que la llama bebió del agua del mar y que por eso la humanidad se libró de morir ahogada. (Mito quechua recogido por el presbítero Francisco de Ávila en ¿1598?, y traducido al castellano por José María Arguedas, en 1955, incluido en Dioses y Hombres de Huaruchiri)