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La viruela del mono no se ataja con el cierre de fronteras ni tampoco (solo) con mandar recursos a África: el continente por fin recibirá vacunas contra la enfermedad años después de la primera emergencia debido a las trabas regulatorias de la propia OMS

Este verano el mundo recordó que la viruela símica —rebautizada como mpox— existía cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) volvió a declararla “emergencia de salud pública de importancia internacional” ante el aumento continuado de casos en la República Democrática del Congo (RDC). Los brotes no habían dejado de empeorar en el continente desde 2022 pero, de forma incomprensible, África todavía no había recibido ni una sola vacuna. Esto, a pesar de que países como RDC llevaban dos años pidiéndolas y que los estados más ricos habían prometido donaciones. No faltaron las llamadas bienintencionadas a la solidaridad ante lo que parecía una repetición de los errores de la covid19.

 

Entretanto, las cohortes de hocicones mala leche de Santiago debiesen aprovechar todas las ocasiones de callarse.

¿Qué social-democracia no dio la orden de disparar cuando la miseria salió de su territorio o de su ghetto? (Gilles Deleuze)

El 27 de febrero de 1989 tuvo lugar en Caracas uno de los acontecimientos históricos más significativos del cambio de etapa política de finales de los años ochenta. Pocos meses antes de la caída del Muro de Berlín, los venezolanos que vivían principalmente en barrios pobres (el 80% de la población) se rebelaron contra la brutal aplicación de las medidas del FMI por parte del entonces Vicepresidente de la Internacional Socialista, Carlos Andrés Pérez (CAP).

 

La deudocracia como disputa semántica, y luego como conceptualización frente al poder de la deuda y/o al gobierno de la deuda, implica la configuración de un dispositivo de intervención a partir de sus instituciones, agentes y procesos determinando la vida del conjunto de la población y por ende de las instituciones sociales, como lo es el Estado.

La deudocracia conlleva la supremacía del sistema financiero y del sistema de la deuda en el que los acuerdos, convenciones normas, leyes y constituciones se subordinan a preceptos técnicos derivados de la manutención del poder de las finanzas.

Este poder no solo genera la imposición de las normas que privilegian al sistema financiero y subordina los derechos de las poblaciones, sino que al mismo tiempo atraviesa la configuración simbólica de los sujetos ocasionando una incorporación de preceptos corporalizados y asumidos como naturales y universales.

 

Si queremos sobrevivir, tenemos que poner fin a las guerras eternas de los Estados Unidos. Una guerra defensiva tiene razones, pero las constantes guerras de agresión de Estados Unidos benefician corporaciones de la guerra, a las fuerzas armadas y todos sus contratistas, a los grupos de presión para la guerra y la prensa corporativa, e incluso a varias universidades. Estas guerras involucran al gobierno federal y sus instituciones gubernamentales y alimenta una economía de guerra para los mercaderes del crimen que causa destrucción y muerte a millones de personas en el mundo. La economía de guerra que domina Estados Unidos ha limitado las posibilidades de una economía de paz, y acarreado el empobrecimiento de los estadounidenses y causa decadencia social. Peor, las guerras eternas de Estados Unidos se expanden para incluir grupos corporativos de inversión, los más grandes del mundo, para que ganen dinero destruyendo y reconstruyendo países que la guerra destruye, lo que privatiza directamente países enteros.

 

La relación entre migración y el ejercicio de dominación y control regional por parte de Estados Unidos en América Latina es un tema de vieja data, complejo y de gran relevancia en el contexto geopolítico actual. Estados Unidos ha utilizado la migración como herramienta de presión política para mantener su hegemonía en la región, especialmente en el marco de la competencia con China y Rusia.

La migración se ha convertido en un instrumento de presión política utilizado por Estados Unidos para desestabilizar a gobiernos que no se alinean con sus intereses, como Cuba, Venezuela y Nicaragua.

Mediante el apoyo a la oposición y la imposición de sanciones económicas, Estados Unidos busca generar crisis internas que propician la emigración masiva de ciudadanos. Esta situación, a su vez, es utilizada por Washington para justificar su narrativa de gobiernos ineficientes e incapaces de brindar bienestar a sus ciudadanos. De esta forma, Estados Unidos instrumentaliza la crisis migratoria para legitimar sus acciones e incrementar su influencia y dependencia económica y militar en la región.