Aviso

 

Las consecuencias mal atendidas de la transición ecológica abonan el terreno para los ataques de la ultraderecha contra el ecologismo, que los partidos conservadores imitan en su disputa por ese espacio electoral

 

El peligro es real y aumentará. Solo lo impediremos si lo tomamos en serio, o se nos impondrá, cual rayo, como algo ya inevitable. Nos jugamos la vida con la extinción por la guerra nuclear.

 

El sentido común pacientemente construído a lo largo de varias décadas por los medios de comunicación de masas y, más recientemente, por las redes sociales, proclama que el liberalismo es el padre de la democracia, y que tanto uno como la otra son excelsas creaciones de la sociedad capitalista.

 

Según la visión colonial del mundo (y, a su peculiar manera, la visión de Donald Trump no podría ser más colonial) los colonizadores europeos blancos eran asediados faros de civilización, racionalidad y progreso que se enfrentaban a peligrosas hordas bárbaras más allá de sus propias fronteras (e incluso a veces dentro de ellas).

 

Recuerdo un compañero de trabajo, éstos no se eligen, que viéndome leer un artículo de prensa de Noam Chomsky (1928), comentó que al lingüista, que provocó una verdadera revolución en tal campo con su gramática generativa y otros asuntos relacionados con el innatismo y la crítica del conductismo, no era necesario leerle pues siempre decía lo mismo desde hace años.