
Recuerdo un compañero de trabajo, éstos no se eligen, que viéndome leer un artículo de prensa de Noam Chomsky (1928), comentó que al lingüista, que provocó una verdadera revolución en tal campo con su gramática generativa y otros asuntos relacionados con el innatismo y la crítica del conductismo, no era necesario leerle pues siempre decía lo mismo desde hace años.
Dos cosillas se me ocurren, por una parte, tal vez haga suya aquella aseveración de Voltaire de que seguiré diciendo lo mismo mientras no cambiéis de postura, lo que se completa con que tal vez los comportamientos que denuncia sobre el sistema que rige en el país de las barras y estrellas sigan siendo los mismos, tanto a nivel interior como exterior. En lo que hace a lo primero, recuerdo en un libro de entrevistas, editado en Gedisa hace ya unos años, venía a decir que si existiese un dictador fascista racional (oxímoron al canto) elegiría el modelo de su país, ya que a través de la propaganda y la censura de ciertas voces, como la suya por ejemplo, se interiorizaba en la mente de los ciudadanos una visión única y monolítica que era la del poder (perdóneseme que traiga a colación una anécdota personal; tengo un cuñado que lleva años en Nueva York, entre otros trabajos en sus últimos años daba clases en un colegio público, que no conocía a Chomsky, ni a Marvin Harris, por ejemplo, guiándose su visión únicamente por los medios de comunicación yankis); con respecto a lo segundo, es claro que los EEUU se guían en su política internacional por el propósito de implantar su modelo, el democrático dicen, en todos los rincones del mundo, eso sí, siempre bajo la máscara de que es por el bien de ellos, que por lo visto no saben o que les conviene…entonces necesitan de un maestro que les dirija, a las buenas o a las malas, que les eduque…actitud que desvela una mentalidad supremacista, racista, en definitiva imperialista. Resulta que en numerosas intervenciones los daños que provoca son de gran magnitud, los ejemplos son innumerables, mas sabido es que quien más te quiera te hará llorar. De cuestiones de orden estratégico o económico no vamos a hablar, es de mal gusto.
Pues bien, acaba de ver un libro, del intelectual y activista norteamericano en colaboración con el periodista Nathan J. Robinson, que viene a ser una recopilación de sus posturas a lo largo de su carrera, ampliando la mirada al ancho mundo: «El mito del idealismo americano. Cómo la política de EEUU pone el mundo en peligro», editado por Ariel. El libro viene a ser una denuncia y un grito de alerta acerca de los peligros de la conducta intervencionista de su país, a la vez que desvela las coartadas ideológicas tras la que se ocultan sus ansias de dominio; toda una panoplia de mitos funciona desde los tiempos de la fundación del país, ya desde las citas iniciales, en exergo, que abren el libro puede verse el espíritu de orgullo patrio, de la misión de extender sus ideas y demás (¡ay Herman Melville!). Si lo que digo es una constante en el pensamiento y en los actos de los USA, qué vamos a decir en estos momentos de supremacismo, racismo, homofobia, de desprecio a la cultura, propia y ajena, de masculinismo y de descaradas ansias expansionistas e intervencionistas (pasando por Groenlandia, Canadá, México, el canal de Panamá, Córcega…y Gaza): la política internacional como negocio, amenazas y violencia que hace que las posturas planteadas en el libro que comento queden confirmadas en sus cotas más elevadas; y la interior, basada en la censura, en prohibiciones, en ataques a los inmigrantes, como delincuentes, y a los recintos universitarios y a las publicaciones, en general y científicas en particular, en las que se castigan o se hace dejar de funcionar cualquier estudio sobre la diversidad, el género, el racismo, el colonialismo, o la esfera medioambiental.
La mirada que se presenta en el libro se extiende, como digo, a lo largo y ancho del mundo, con especial atención a las zonas en las que EEUU ha intervenido, o interviene, directamente o por medio de aliados, tanto en el campo militar como económico: así, el sudeste asiático, Iraq, Afganistán, Palestina, y la lucha contra el sur global, sin pasar por alto su participación en la OTAN y el cerco a Rusia, con los riesgos de conflagración nuclear y desastre climático que suponen sus políticas intervencionistas. Toda esta política se basa en algunas constantes ideológicas que en el libro van quedando expuestas y analizadas, suponiendo un pasarse por el arco del triunfo las decisiones y recomendaciones de distintos organismos internacionales, y el derecho internacional de no intervención, y otros. [Por cierto, a la vez que escribo esto, leo la noticia de que Donald Trump, recién estrenada su segunda presidencia, amenaza con la posibilidad de presentarse a una tercera, a pesar que tal posibilidad esté prohibida pos las leyes del país, la enmienda 22 de la Constitución; la solución, cambiar la ley o trampearla, presentando a su vicepresidente Vance, u otros modos de sortearla]. En la obra queda confirmada, con pelos y señales, que las políticas del país favorecen a unos pocos en detrimento de la mayoría, la de los más desfavorecidos, haciendo que estos últimos, en vez de favorecidos como predican, corran series peligros en lo que hace a su supervivencia. El tono amenazante, siguiendo la máxima de que quien más puede capador, es moneda corriente en el comportamiento yanki, con los riesgos que ello supone (me viene al recuerdo aquel consejo que se difundía por parte de algunos consejeros de la Casa Blanca, de que hay que hacer que el enemigo piense: cuidado, que éstos están locos y pueden hacer cualquier cosa).
Se cita una encuesta, realizada entre personas de todo el mundo acerca de qué países suponían una mayor amenaza para la paz y la democracia global, resultando que Estados Unidos ocupó el lugar por delante de Rusia y China. Diferentes posturas van mostrando cómo lo esencial en la política norteamericana es favorecer a las élites dominantes más allá de cualquier criterio moral, lo que resulta más peligrosos se tiene en cuenta el gran poder de dicho país, a lo que ha de sumarse sus ansias de dominio de todas las materias primas y de los mercados del mundo, tanto en Asia como en América Latina, sin obviar África…el afán de dominar se amplia a las cuestiones de orden geoestratégico, lo que le lleva a intervenir directamente en distintos países o zonas, y a interferir en los procesos electorales de otros países, contabilizándose más de ochenta operaciones.
Esgrimen los gobernantes del país de las barras y estrellas la amenaza que se cierne sobre ellos o su dominio, ya sea en el Caribe (Cuba), como en Centroamérica (Nicaragua) como en el sur Chile…o el mismos Vietnam, cuando el riesgo real era que cundiese el ejemplo de otros sistemas políticos. Y por ese camino, el libro va analizando los casos de Afganistán, tras el 11-S, Iraq alegando que había armas de destrucción masiva, armas que nadie vio…y se sigue por el apoyo a Israel y el cierre a cualquier posibilidad de creación de un Estado palestino. Lugar destacado en lo que hace a airear enemigos y amenazas, Rusia y China; y la reorganización de la OTAN frente al primer país nombrado. Estas amenazas, reales o imaginadas, conllevan unas amenazar realmente serias como son la amenaza nuclear y la catástrofe climática.
Si lo que prece conforma la primera parte del libro (La crónica: el idealismo en acción), la segunda parte se extiende en Comprender el sistema de poder. Poniendo al desnudos las técnicas empleadas desde el poder con el fin de aumentar la ceguera moral, los sentimientos narcisistas con respecto al país…todo sea por la patria. Se ve cómo la política exterios es diseñada y puesta en marcha por grupos de interés, las grandes corporaciones y el sector financiero se sienten favorecidas jugando en un campo en el que el odio al otro esté sembrado…siempre alimentando el supremacismo blanco, el racismo y la xenofobia. La no aceptación de cualquier ley o tribunal que puede incordiar sus intereses es inmediata: así la Corte Penal Internacional…y la instalación de la doble vara de medir según los países amigos, o potencialmente enemigos, y la imposición en la práctica de la frase de Nixon: «si lo hace el presidente, no es ilegal». El papel de los medios de comunicación ha sido, y es, esencial a la hora de consolidar dichos valores(?), con el uso de rumores, el recurso constante a fuentes anónimas siempre en un determinado tono ideológico.
La obra finaliza con una conclusión (¿Hegemonía o supervivencia?) que es un grito de alerta ante los peligros que tales políticas pueden suponer.
En fin, una obra de fácil lectura que ofrece verdades como puños y llama a resistir..