El ocho de marzo, Día Internacional de los Derechos de las Mujeres, no es un día para flores, invitaciones y mariachis que cantan “sigo siendo el rey”. Es un día para movilizarnos, marchar y encontrarnos. Es un día para hacer memoria; para recordar a las mujeres que nos precedieron y lucharon para que nuestras vidas salgan del silenciamiento y del disciplinamiento –como decía Michel Foucault– y, al mismo tiempo, es un día para seguir mostrando que nuestra revolución es una revolución inconclusa que le recuerda al Estado que tiene que cumplir sus promesas con la mitad de la población del país.
Desde hace un tiempo, es decir desde cuando la comunicación se globalizó y existen redes sociales, se ha tratado de unificar para ese día una convocatoria internacional alrededor de un tema. Este año, y en 70 países del mundo, se organizó como temática un paro general de actividades (hashtag #8MParo). En otras palabras, se convoca a los miles y miles de mujeres del mundo para que paren sus actividades, todas sus actividades, remuneradas y no remuneradas, con el fin de que el planeta tome conciencia de la incansable labor de ellas y de lo que aportan a la economía mundial. Según datos de organismos como el Banco Mundial y ONU Mujer, entre otros, el trabajo doméstico, o más exactamente el trabajo no remunerado de las mujeres (limpiar dentro del hogar, lavar, planchar, cocinar y, en general, el cuidado de los hijos e hijas y familiares, entre otras actividades), participa aproximadamente de un 19 % del producto interno bruto (PIB) mundial. Mejor dicho, si paramos todas, el país, los países no pueden sostenerse
económicamente. Y la pregunta es: ¿qué harían sin nosotras? Me gustaría saber qué dicen los grandes economistas del mundo.
Si paramos todas, el país, los países no pueden sostenerse económicamente. Y la pregunta es: ¿qué harían sin nosotras? Me gustaría saber qué dicen los grandes economistas del mundo.
A propósito de esto, para mí y para muchas mujeres hoy, ha sido siempre difícil entender cómo fue necesario esperar a finales del siglo XX para vincular economía, desarrollo y paz con equidad de género y vida cotidiana. A veces es difícil entender cómo los grandes economistas del mundo no fueron sensibles a los aportes del feminismo, cómo no entendieron mucho antes de hoy la intrínseca relación entre desarrollo económico y vidas libres de violencias, bienestar, salud, educación y autonomía de las mujeres. Hoy es una evidencia incuestionable. Es tiempo de que empecemos a pensar en un mundo 50/50. Un mundo paritario. Algo para tener en cuenta cuando en Colombia estamos a cuatro días de elegir un nuevo Congreso. Un mundo en el cual la mitad del cielo debería ser la mitad del poder, un mundo con equidad salarial, reconocimiento del trabajo no remunerado de las mujeres (¡gracias, Cecilia López, por tus invaluables aportes en ese tema! Ley 1413 del 2010 o ley de la economía del cuidado); un país que no puede aceptar por más tiempo que cada hora en Colombia es violada una mujer o una niña; un país que se compromete a facilitar el acceso de las mujeres a la justicia; un país que se pregunta sobre los feminicidios, o sea, estos asesinatos de mujeres por sus parejas, exparejas, amigos y familiares. Estamos entonces todas convocadas a parar actividades y así demostrar que si nosotras paramos se para el mundo. Hay movilización y concentración en todas las ciudades del
mundo y de Colombia. Para Bogotá es a las 3 p. m., en el parque Nacional. Las esperamos. FLORENCE THOMAS * Coordinadora del grupo Mujer y Sociedad