Hola Muchachos. ¿Se han preguntado por qué los semáforos de las grandes ciudades de Colombia son así? Bueno, me parece que son el tumor canceroso más visible de nuestra sociedad pestilente, famélica y moribunda. Todo el mundo pasa y los ve, pero como se volvieron paisaje, realmente la gente ni los ve. La cosa es imple: es porque son así. Si un niño pregunta por qué son así, la respuesta es: niño no joda, no pregunte más. Tenga más cuidado y no derrame el fresco que va a manchar la silla. Ponga más atención que la lavada del carro es muy cara, etc.
Dejaron de ser aparatos para ayudar al control y manejo del tránsito, para lo que hoy vemos: oficinas para pedir limosna, sitios poblados de “Mamás” con niños de brazos, otras con otros que ya caminan, y hasta “Papás” en iguales condiciones, la mayoría vendiendo confites; los más pudientes y refinados ofreciendo chocolatinas, mecato, banderas y camisetas del Medellín, del Nacional, de la Selección; vendiendo caritas felices, calendarios Piel Roja, ponchos para lluvia a dos mil, los más “High” peluches de segunda y tercera, todo un sinfín de chucherías; también se ven equilibristas y malabaristas, payasos, machetes tirados para arriba mediante habilidades extraordinarias, en fin, toda clase de actividades y artilugios milenarios, y también se ven aquellos con las tales peloticas, espectáculo que va más allá de lo simple para ser bobo y fastidioso,…todo eso para conseguir el “pan” de cada día. Y pensar que toda esa tragedia está manipulada por los Combos. No falta, sino que lleguen las pobres puticas con todo y
carpa ofreciendo su peluche a cinco mil. Y pensar que eso nos lo vendieron como
economía. Pero espere Señor: ¿eso sí es economía? Eso es economía y punto. Economía
informal eso sí, pero al fin y al cabo economía. ¡Y no se diga más! El tumor crece y crece,
y nos hacen creer que esta tragedia es tan natural como el movimiento ágil y maravilloso
de los gatos, como el canto de los pájaros, malparidos.
Nadie pregunta sí verdaderamente eso es normal. Aquí viene una posible respuesta: puede
ser que la ignorancia y la inequidad como política de estado, los medios de comunicación
masivos y demás instrumentos de un poder asqueroso hayan hecho muy bien su tarea
secular. En sociedades avanzadas, a veces se aplica la ingeniería inversa para desentrañar
misterios, en cambio aquí se hace “filosofía inversa”, una cosa a la cual me refiero más
adelante. La ingeniería inversa se usa para muchas cosas, entre otras para también
desentrañar secretos científicos, militares y tecnológicos, tanto de pares como de
enemigos, cosa que no puede hacerse sin ciudadanos con altos niveles de vida, educación
superior y capacitación superlativa. La sociedad avanzada le apunta al conocimiento, a la
aventura de la investigación, a la explicación de las cosas, a superar los retos que den
bienestar al ciudadano. Le apuntan a una estructura de cohesión y desarrollo social, que
desafía y combate con fiereza la postración social que genera la ignorancia.
Pero no nos desviemos, volvamos al semáforo como centro de nuestra reflexión. Los
semáforos son termómetros que indican el estado de salud de una sociedad. Si sólo
cumplen su función y su alrededor permanece vacío, la escala de temperatura social
muestra condiciones normales; entonces la ciudad, las regiones y la nación gozan de buena
salud. Pero si como pasa aquí, están llenas de almas y manos pidiendo limosna, es porque
tanto el aparato ese, como la temperatura social se pusieron en rojo. ¡Es hora de parar
Miren lo que pasa aquí alrededor de ese aparatico. Observándolo bien, nos muestra la
fiebre social, nos advierte de una grave enfermedad nacional, del tumor canceroso
originado por la extrema inequidad, señala extrema pobreza en la población, muestra la
miseria que no queremos ver, pero que está ante nuestros ojos, frente a nuestras narices,
y por qué no, frente a nuestra indiferencia. Indiferencia cultivada en la granja perversa de
la alienación y la ignorancia como política de estado en nuestro sistema educativo, que más
bien es un vendaval de confusión; en los medios de comunicación, todos ellos instrumentos
que tratan de perpetuar lo que ya son siglos agónicos de poderes execrables en este país.
Bueno, ya es hora de volver al punto de la “filosofía inversa”. La filosofía, alimento de la
razón, madre de las ciencias y tecnologías, jamás deja de hacer preguntas sin importar la
calidad de las respuestas. Es una cadena sucesiva de preguntas y respuestas; con cada
respuesta inteligente, sensata o certera, nuevas y mejores preguntas, tal vez más atrevidas.
Esa cadena es el hilo que, una vez tejido, pasa a manos de los buenos o malos sastres,
que a la final seguirán vistiendo nuestra historia. A unos de seda y a otros con harapos.
Paradójicamente, aquí en Colombia se hace “filosofía inversa”, es decir, usted no pregunte,
no trate de dar respuestas apropiadas, no piense, nada de lo que se sufre se puede cambiar
ni mejorar, el cambio es catastrófico. ¿Cómo así eso de justicia social? Eso es de
Castrochavistas, guerrilleros, comunistas y ateos, Dios nos ampare y nos proteja mijo, es
el acabose, es la hecatombe, este país se nos desbarata muchacho; así que “cuidadito se
me tuerce mijo” dice el viejo establecimiento. ¡Y también dice que si sí, le damos cárcel,
bala, prendemos la motosierra, lo que quiera mijo, qué carajo! Usted verá si aumentamos
el número a 6.403. Y no crea que vamos a volver a ponerle esas botas al revés, qué pesar
mijo, todas tan nuevecitas y para nada.
Y para rematar, ¿qué me dicen de los puentes? No de los que se nos han caído, de aquellos
con forma de culebra en el plano Cartesiano, o con igual forma cuando se ven por encima
o por debajo, o de los rizados en cualquier sentido, vergüenza de la ingeniería nacional y
ejemplo de la cima de la corrupción; no, no hablo de ellos, hablo de los que tenemos en
nuestras ciudades, de los que dan abrigo y vivienda a nuestro pantanero social.