Poco espacio habrá para debatir la situación de los hechos, para difundir las causas reales de las acciones insurgentes o la realidad concreta que rodea a los territorios del país, y los reclamos que la guerrilla ha hecho durante más de 50 años. No fue sino hasta hace poco que un guerrillero se atrevió a combatir no solo por medio del fusil, sino también mediáticamente todas esas mentiras y sandeces que los medios cooptados por el Gobierno lanzaban diariamente. El comandante Uriel, quien fue un ideólogo firme y con convicciones sólidas de un futuro para todos y no para unos pocos, prefirió no mantenerse, como muchos líderes guerrilleros, en la clandestinidad y en el combate selvático, sino que leyó el contexto de la nueva realidad y se adentró en los medios disponibles para tratar de llegar a los oídos de la población; una lucha mediática que a la larga le salió cara, pero que nunca quiso abandonar.
Como es de esperarse, los medios satanizarán a Uriel, pero no es un caso particular, pues si en algo son expertos estos, es precisamente en desconocer a toda costa las razones por las que existe la insurgencia. Entonces, es necesario saber que, uno de los grandes factores que ha alterado e intensificado la guerra en Colombia, es precisamente la prensa. La falta de profesionalismo investigativo de los medios es una causa, si bien no directa, de uno de los mayores males que ha golpeado al país. Citando al comandante: «Uno de los grandes factores que ha agudizado el conflicto colombiano, que ha polarizado a la población y exacerbado rencillas y odios, es precisamente la irresponsabilidad de algunos medios, de algunos periodistas, analistas y personas influyentes, que, sin ningún tipo de reparos, va lanzando epítetos y va dando por ciertas argumentaciones que no sabemos de dónde salen».
Por tanto, mucho no podemos esperar de los medios, pues son un aparato ideológico más del poder, de las grandes corporaciones que, sin lugar a dudas, defenderán sus intereses. No soy eleno, pero eso no me impide reconocer la realidad profunda por la que atraviesan sectores de Colombia que han sido ninguneados durante décadas y que, de una forma u otra, para algunos de esos sectores, el único apoyo que han tenido lo han conseguido en la resistencia armada. Ahora, contrario a la opinión pública que los medios quieren suscitar, el comandante fue respetado y querido en su región, claramente con opositores que no iban a estar de acuerdo con sus formas de lucha. Fue un comandante, además, que no estaba dispuesto a entregar a su frente sin antes consolidar un acuerdo rígido que garantice la vida de sus combatientes y, que en más de una ocasión, expresó su inconformidad con la implementación de los acuerdos de paz pactados en la Habana con las FARC, donde el principal motivo es el exterminio sistemático que han venido sufriendo los excombatientes reinsertados.
El debate sobre las acciones del ELN en todo el siglo XX y en lo que va del XXI, sigue estando abierto. Para algunos es un hecho que esta guerrilla pasó de ser la flor roja y negra que encendió el fuego de la revolución, a solo un puñado de narcotraficantes que dejaron las causas justas a un lado; pero para otros, otorgar el beneficio de la duda aún es una opción válida, y Uriel, precisamente en este segundo punto, fue clave para esto. Dicho de otra forma, Uriel trató de combatir falsas etiquetas y mentiras que la prensa siempre ha vendido y, como consecuencia, logró que algunos pudieran tener una visión más objetiva y menos sesgada de los hechos que atañen a la profunda realidad de las regiones menospreciadas, como lo es el Chocó.
Por último, es menester destacar que una posible concertación con el actual Gobierno es una vía que la guerrilla ya no estaría considerando y que, desde que Duque asumió su puesto, no consideró. Si bien estamos ante una guerra que se ha hecho insostenible y que necesariamente debe detenerse, es, a su vez, perfectamente entendible que el ELN no quiera pactar con el Gobierno de turno.
Uriel, fue entonces, un guerrillero que supo contextualizar la revolución en una época aletargada. Un guerrillero mediático que frenteaba a los periodistas, uno que resistió más allá del fusil; convencido de la camaradería entre los socialistas. Fue, sin más, uno de los imprescindibles.