Aviso

 

Los analistas venezolanos, colombianos e internacionales coinciden en que ven como muy remota la posibilidad de un enfrentamiento militar entre Colombia y Venezuela, aunque el tono guerrero de algunos altos funcionarios colombianos y el reciente anuncio de Nicolás Maduro de desplegar un sistema de misiles antiaéreos y ordenar ejercicios militares en la frontera, dan lugar a temer por la paz regional.

Las amenazas de guerra no son nuevas en la historia de ambos países, surgidos de la misma raíz de la Gran Colombia. Muchas veces sirvieron para distraer la atención de los problemas internos.

Por un lado sirve para invisibilizar las conversaciones entre gobierno y oposición venezolanos que adelantan con auspicio noruego y por el otro, ocultar el juicio que se le sigue al expresidente  colombiano Álvaro Uribe, en momentos en que se larga la campaña electoral para gobernadores y alcaldes.

 

La «Revista Latina de Comunicación Social» ha difundido el trabajo de investigación titulado Radio comunitaria y construcción de paz en Colombia. Comunicación, interacción y planeación participativa para el posconflicto. El mismo ha sido realizado por los profesores Jair Vega Casanova y Camilo Ernesto Pérez Quintero del Departamento de Comunicación de la Universidad del Norte de Colombia y César Augusto Tapias Hernández, estudiante del Doctorado en Comunicación en la misma universidad.

Tras la exposición pormenorizada de los hechos estos investigadores ahondan sobre la influencia de los medios comunitarios en la consolidación del proceso de pacificación de Colombia y concluyen:

“Resulta positivo constatar que con dificultades y todo, en la radio comunitaria colombiana existen espacios para construir la paz. Las JP y los CTL, como espacios para el encuentro de la diversidad social y, plataformas para lanzar sus voces a través de la radio, son en tanto escenarios de la comunicación interpersonal, la base de la comunicación para la paz y, por lo tanto, la radio comunitaria que quiere contribuir en su consolidación debe comenzar por fortalecer esos espacios desde las fases de preproducción o diseño de contenidos específicos.

 

Soportado en una muy profunda memoria histórica que recoge el recuerdo y la huella de la valiente batalla de su progenitor, el heroico militante del M19 Iván Marino Ospina, asesinado en Cali en agosto de 1985, sobresale su hijo Jorge Iván, convertido en un emblemático líder popular del sur occidente colombiano y de su principal centro urbano, la ciudad de Cali,  donde viven más de tres millones de colombianos, con una fuerte presencia de la comunidad afro descendiente colombiana.

Ospina ya fue alcalde de la ciudad en el periodo 2008-2011 y Senador de la República por el Partido Verde.

Es un medico educado en Cuba y con un ascendiente en familias obreras de la ciudad de Pereira (Risaralda), donde su abuelo materno desplego una incansable agitación comunista revolucionaria.

 

Días pasados el escritor Mario Vargas Llosa publicó una nota en el diario El País (Madrid) titulada “Retorno a la barbarie” en donde se refería a Colombia y decía que allí “la democracia funciona y parece hacer avances, pese a todas las deficiencias del llamado “proceso de paz”. Días después publiqué una nota refutando las principales tesis expuestas por el novelista peruano (ver en mi blog http://atilioboron.com.ar/la-furia-del-hechicero-y-la-venganza-de-roger-casement/ o en numerosos periódicos digitales). Pero hoy lunes 9 de Septiembre leo en el diario El Espectador de Colombia que en poco más de un mes han sido asesinados seis aspirantes a distintos cargos en disputa para las elecciones regionales que tendrán lugar el próximo 27 de Octubre. Ultimados a escopetazos, o con fusiles y granadas,

 

Gran repercusión le ha dedicado los medios nacionales e internacionales, a la decisión de un importante sector de las FARC-EP, de retomar las armas, encabezado por Iván Márquez y Jesús Santrich, acusando al gobierno colombiano del oficialista partido Centro Democrático, presidido por Iván Duque y el senador Álvaro Uribe Vélez, de traicionar los Acuerdos de Paz.

Analistas y comunicadores sociales, nacionales y extranjeros, han ofrecido sus valoraciones y comentarios una buena parte cuestionando la decisión de Márquez-Santrich, sin una análisis serio, profundo y sesgados, algunos con irrespeto y otros repitiendo el slogan uribista de que son “narcotraficantes”, son los mismos comunicadores sociales que no piden justicia para las víctima de los “falsos positivos” y mucho menos,  que la Corte Suprema juzgue a los vinculados a los 12 Apóstoles y a los que desde cargos gubernamentales trabajaban para el Cartel de Medellín, por tanto apoyan la