Aunque las pretensiones golpistas de lunáticos y fanáticos del viejo establecimiento no se pueden desestimar, hay factores que se deben tener en cuenta para identificar su fracaso:
La contundencia del triunfo de Petro, el inmenso respaldo popular que conserva, la desactivación de las tensiones propiciada por sus diálogos con líderes políticos.
El gobierno del presidente Gustavo Petro tiene ante sí una compleja coyuntura en la que busca consolidar gobernabilidad, iniciar sus reformas sociales estratégicas y alcanzar la paz.
Su gestión comenzó desde mucho antes del multitudinario acto del 7 de agosto en Bogotá, cuando un pueblo esperanzado inundó las calles, le renovó su apoyo y se posesionó con él.
El triunfo en segunda vuelta, el 19 de junio, fue el resultado de una potente movilización urbana y rural contra el régimen uribista, corrupto y violador de los derechos humanos.
Significó también el respaldo mayoritario a propuestas de solución a problemas negadas históricamente por los gobiernos de élites segregadoras, voraces y represivas.
Ese apoyo popular evitó la reacción automática de la derecha extrema: ante la contundencia de los 11.300.000 votos por Gustavo Petro, ella se vio obligada a aceptar la derrota.
Casi 700.000 votos de ventaja sobre Rodolfo Hernández, el desprestigiado candidato del establecimiento, fueron suficientes para frenar a quienes pretendían desconocer el resultado.
Ya lo habían intentado en las legislativas del 13 de marzo, cuando las mafias electorales hicieron trampa para quedarse con 4 curules del Pacto Histórico y fueron descubiertas.
De todas formas, en la noche del 19 de junio la conspiración oligárquica recibió el banderazo, con sus medios de prensa disparando artificialmente el precio del dólar en el país.
Lanzaron toda clase de infundios sobre la caída de la inversión extranjera, la supuesta huida masiva de colombianos al exterior y la depreciación de la Empresa Colombiana de Petróleos.
Nada de ello resultó cierto, pero la ofensiva sigue contra el gobierno popular, que se asume sencillamente de transición, en la construcción de un nuevo poder, democrático y social.
Es claro que el poder económico continúa en manos de la oligarquía dueña de los medios de producción, y que la mayor parte del aparato jurídico y legislativo la sigue representando.
El 13 de marzo y el 19 de junio se dio un salto cualitativo de la resistencia social a la política, conquistando una bancada fuerte en el Congreso y logrando el Gobierno Nacional, pero falta mucho.
La mayor parte de los poderes regionales continúan en manos de voceros de burgueses y terratenientes, y extensiones de esos poderes, como los medios de prensa, también.
La construcción de una hegemonía popular apenas comienza, demorará cuatrienios, y será vital consolidar lo alcanzado y evitar al máximo los errores propios, que empiezan a aflorar.
El cerco mediático
Entre el 19 de junio y el 6 de agosto, Petro logró desactivar las tensiones políticas efectuando reuniones con jefes de las élites para brindarles garantías democráticas a su futura oposición.
También desarrolló una intensa tarea de contactos para alcanzar consensos que le permitieran al Pacto Histórico, su coalición, presidir las cámaras legislativas y comisiones clave de ellas.
Una vez asumida la Jefatura del Estado, el cerco mediático se acentuó contra Petro y todo su entorno político, con la campaña de siempre: manipulación, intrigas y desinformación.
Al tiempo que la prensa del sistema oculta la purulencia legada del corrupto régimen de Iván Duque, agranda y explota al máximo las salidas en falso, que no faltan en el Pacto Histórico.
Los medios tradicionales se erigen ahora como jueces de doble moral contra el Gobierno y su bancada en el Congreso. Buscan desacreditarlos, abrirle paso a la desestabilización.
Una de las muchas matrices con las que manipulan es endilgarle al nuevo mandato la infinidad de problemas e irregularidades dejada en herencia por el desgobierno de Iván Duque.
Aúpan actos de las comunidades en relación con asuntos de los cuales no es responsable el nuevo gobierno, como el alto costo de la canasta familiar o de las tarifas de energía.
Y tienden cortinas de humo sobre la corrupción de Duque con las casas de Providencia, los recursos de la paz, las tanquetas de la Policía o la costosa nómina paralela en la Casa de Nariño.
No hay día en que el uribismo (Centro Democrático), el sector fascista del conservatismo (Enrique Gómez) y demás viudas del poder, con su batería en redes y medios, no se exprese.
Medios multimillonarios como Semana (Grupo Gilinsky), RCN (Grupo Ardila), El Tiempo (Grupo Sarmiento), Caracol (Grupo Santo Domingo) y más son casi partido de oposición.
Extensiones de la extrema derecha en redes sociales, agrupadas en bodegas propagandísticas bien financiadas, irrigan odio con mentiras burdas sobre las reformas del Gobierno.
Y tras ellas, el general Enrique Zapateiro y otros militares de corte fascista retirados preparan zarpazos, aunque, hasta ahora, sin mayor audiencia: su desprestigio lo impide…
El fracaso de la conspiración
Aunque las pretensiones golpistas de lunáticos y fanáticos del viejo establecimiento no se pueden desestimar, hay factores que se deben tener en cuenta para identificar su fracaso:
La contundencia del triunfo de Petro, el inmenso respaldo popular que conserva, la desactivación de las tensiones propiciada por sus diálogos con líderes políticos.
Asimismo, el desprestigio de componentes del alto mando militar y policial, investigados por corrupción, crímenes de Estado (“falsos positivos”) y violación de derechos humanos.
La brutal represión ordenada por el régimen de Duque contra el pueblo en el Paro Nacional de 2021, que dejó más de 80 jóvenes asesinados, tiene incidencia en ese desprestigio.
Retirar a 28 generales de las Fuerzas Militares y a 24 de la Policía, con el acatamiento que recibió, sólo lo puede hacer un presidente provisto de valor, convicción y respaldo popular.
A donde llega, Petro es recibido por multitudes, sobre todo en poblaciones apartadas, nunca antes visitadas por presidente alguno, como La Mojana, El Tarra, Santa Lucía y otras más.
Sin embargo, gamonales del campo (apoyados en la Federación de Ganaderos, Fedegan), las sectas neonazis urbanas y nostálgicos armados del poder bullen al acecho.
Para ello cuentan con las bancadas del uribismo, Cambio Radical, sectores del conservatismo y otros que, aunque minoritarias hoy en el Congreso, no dejarán de generar oscuridad.
En el fracaso de la conspiración también se debe considerar el nuevo clima internacional, con EE.UU. interviniendo en Ucrania, y el avance de gobiernos alternativos en Latinoamérica.
Preocupa si el afán de Joe Biden por tratar de trazarle línea al gobierno de Petro: la presencia en Colombia de la generala Laura Richardson, jefe del Comando Sur, es un intento de ello.
Tranquiliza que el Presidente ha fijado, con firmeza, las líneas fundamentales de su política internacional, y se las ha expresado claramente a tantos enviados gringos en un mes.
El fracaso de la guerra contra las drogas y la necesidad de una nueva política sobre ellas, lo mismo que sobre el cambio climático y el TLC con EE.UU. son parte de esas iniciativas.
Solo un presidente independiente hace lo que hizo Petro: restablecer relaciones con la hermana Venezuela y acabar con la sumisión a las órdenes del imperio típicas del uribismo.
En la desactivación de la conspiración tendrá un valor fundamental la política de Paz Total de Petro, orientada no solo a lograr la desmovilización de las guerrillas sino del multicrimen.
Esta es su gran apuesta y su gran compromiso, uno de los retos más complejos, contra el cual no dejará de atentar la ultraderecha, que vive del miedo, la inseguridad y la guerra.
El congreso y el nuevo Gobierno
En todo el panorama que hemos trazado, entra en juego el Poder Legislativo, en el cual, aunque cuenta con una bancada grande de 49 congresistas propios, el gobierno no es mayoría.
Ya en los comicios parlamentarios del 13 de marzo, la votación por el Pacto Histórico había sido sin precedentes, gracias a la estrategia de listas cerradas y cremallera trazada por Petro.
Veinte curules en el Senado y 29 en la Cámara son un logro histórico para una coalición progresista y de izquierda en el país, pero no garantiza mayorías en el Legislativo.
Y gran parte del éxito del nuevo gobierno en Colombia depende de la forma como se tramiten las leyes necesarias para materializar las reformas propuestas por el presidente Petro.
Varias de ellas se encuentran ya a estudio del órgano legislativo, empezando por la tributaria, soporte económico de la lucha contra el hambre, para la educación, el campo y la salud.
La victoria presidencial de Petro originó reacomodos políticos de sectores partidistas del establecimiento muy lejanos al ideario del Pacto Histórico que, empero, se acercaron a él.
Aunque en esto no hay que llamarse a engaños, pues ellos llegan con su lastre clientelista: son estructuras que temen operar sin burocracia y hacen cálculos oportunistas, politiqueros.
Así, desde la elección en segunda vuelta se empezó a configurar una bancada mayoritaria en el Legislativo, que necesariamente tiene su extensión con ministros en el Ejecutivo.
De 18 ministerios, 4 fueron asignados a representantes de 3 partidos tradicionales que se definen ahora “de gobierno”, en el marco de la ley que obliga a ese tipo de clasificación.
La correlación de fuerzas
El miércoles 7 de septiembre terminó de configurarse el espectro de partidos opositores, independientes y de gobierno.
De gobierno son todos los que conforman el Pacto Histórico: Colombia Humana, Unión Patriótica, Partido Comunista, Polo Democrático y Alianza Democrática Amplia, ADA.
Igualmente, Movimiento Alternativo Indígena y Social, Mais, y Autoridades Indígenas de Colombia, Aico, Comunes y 10 más, constitutivos del amplio espectro alternativo.
A esa bancada, la más grande en términos nominales, se adhieren la Alianza Verde y 9 de las 16 curules de las circunscripciones de paz, más 3 de comunidades indígenas.
Se asumen de gobierno, aunque no apoyaron a Petro en la campaña presidencial, los partidos Liberal, Conservador y de la U.: no quieren estar fuera del poder, y reclaman burocracia.
Como independientes se definieron los partidos Cambio Radical, Nuevo Liberalismo, Mira, 1 sin partido y 7 de paz. Son 29 curules en Cámara y 17 en el Senado, para un total de 46.
Como de oposición solo se definieron el Centro Democrático (uribismo) y Liga Anticorrupción, con 17 en Cámara y 14 en el Senado, para un total de 31.
Así, el gobierno del presidente Petro cuenta ahora con 75 de 108 senadores y con 140 de 188 representantes a la Cámara. En total, 215 de 296 congresistas. El 72% del Legislativo.
Si las bancadas funcionaran con acatamientos absolutos, las reformas estarían garantizadas, pero eso no es seguro: los intereses de los partidos del establecimiento aliados presionarán y maniobrarán.
El Presidente comienza su gobierno con un respaldo sin precedentes en el Legislativo para la aprobación de leyes con miras a cumplir las esperanzas populares con las que fue elegido.
La correlación de fuerzas está a su favor, pero con las dudas señaladas por el comportamiento del liberalismo, el conservatismo y la U, partidos de derecha y de oportunismos.
Las leyes tributaria, agraria, política, ambiental, de salud, policial, del Ministerio de la Igualdad y la laboral, para recuperar derechos usurpados por Álvaro Uribe, están en juego.
Y mucho más, las iniciativas para alcanzar la Paz Total, con todos los generadores de violencia, y la implementación, por fin, luego de 6 años, de los Acuerdos de La Habana.
El pueblo que se posesionó con el presidente Petro el 7 de agosto estará movilizado y vigilante de que el nuevo Congreso esté en correspondencia con el nuevo Gobierno y cumpla.
La construcción de un poder popular en Colombia, después de 203 años de soledad, ha comenzado. Por lo menos, ese es el noble objetivo. Pero el camino es largo y pedregoso.