«... Es hora de que haya una contrarrevolución, no tecnológica, sino ética; pero, ¿Será que podemos apelar a un cambio de conciencia de quienes conducen, hoy, la humanidad? ¿Será que podemos acudir a alguna institución supraestatal para que se ampare nuestro derecho a ser dueños de nuestros datos, a ser dueños de nuestra voluntad… ser dueños de nuestras vidas, otra vez?...»
La caída global de las plataformas que afectó las redes sociales y la comunicación por estos medios, de casi la mitad de la población mundial, ha generado preocupación y puesto en evidencia el nivel de dependencia que tenemos hoy de esas tecnologías, pero también la vulnerabilidad de la vida social que prácticamente hemos entregado sin darnos cuenta a los monopolios de los servicios de comunicaciones digitales.
Ese evento estuvo acompañado de la denuncia ante el Congreso de Estados Unidos de una exempleada de Facebook, quien afirmó: “que los productos de Facebook perjudican a los niños, avivan la división y debilitan nuestra democracia”. Igualmente, advirtió sobre el peligro del poder en manos de la lógica perversa e inescrupulosa del mercado, de un servicio que se ha hecho necesario en la vida diaria de las
personas. Y, algunos políticos y académicos ya han venido preocupados, y reflexionado y sugerido que es tiempo de que Facebook, y otras plataformas, dejen de “invadir la privacidad de millones de personas en el mundo, promover contenido tóxico, aprovecharse de los niños y adolescentes”, e intervenir y manipular decisiones sociales y libertades democráticas, como lo hemos vivido en el Brexit, otras consultas populares y las elecciones de gobernantes en USA y en nuestro país.
Hasta algunos senadores norteamericanos consideran que ha llegado el momento de actuar regulando el negocio de esas plataformas, para hacer frente a los abusos críticos de los gigantes tecnológicos que invaden la privacidad y manipulan sirviendo de megáfonos de peligrosa desinformación. Las famosas “fake news” que mucho rédito le ha generado a ciertos partidos políticos.
Y, más que escalofriante es la idea de que las vidas humanas, sus comportamientos traducidos en datos, sea el recurso natural que usan hoy las empresas GAFAM (Google, Amazon, Facebook, Apple, Microsoft) en el nuevo capitalismo, el nuevo orden mundial. Una nueva etapa del capitalismo para algunos autores, y un capitalismo de vigilancia en el nuevo orden económico global, para la profesora Zuboff, de la universidad de Harvard.
Y aún, más denigrante es que la mercantilización de la vida humana y la manipulación de su comportamiento en el capitalismo de la vigilancia, no solo lo hacen las GAFAM, los monstruos del sector tecnológico; esta lógica económica perversa, también, se está institucionalizando en otros sectores económicos y actividades humanas. La sociedad se ha digitalizado y las plataformas informáticas y los algoritmos para el procesamiento de transacciones institucionales no están aislados, muchos de ellos están imbricados, conectados y tejidos en redes más amplias en las que los datos personales viajan sin nuestro control.
Para Zuboff, la estructura de poder del capitalismo de la vigilancia, que empieza en 2001, se fundamenta en el llamado "colonialismo de datos. Afirma esta socióloga y economista, que de manera similar a la época en que los viejos imperios conquistaban pueblos enteros y se apropiaban de sus territorios y de sus recursos naturales, este nuevo colonialismo se apropia de información extraída de comportamientos humanos.
Hasta eso nos expolia el nuevo capitalismo. Como ya no tienen mucho valor los recursos naturales, café y petróleo, carbón y banano, entre ellos, nos despojan de datos de nuestras conductas para manipular nuestra voluntad y empujarnos a consumir y usar lo que quieren vender para acumular más riqueza y aumentar la insaciable avaricia de los nuevos capitalistas. Porque, explica Zuboff, esa extracción de datos se hace de manera sigilosa y hasta engañosa; así como durante la conquista española le leían textos sagrados, escritos en español, a nativos de las tierras "conquistadas" que no hablaban el idioma.
Estamos ciegos y desprotegidos, conducidos de manera inconsciente, al usar los artefactos y al hacer uso de plataformas que han invadido las actividades humanas, desde nuestros celulares hasta los terminales de las cajas registradoras de nuestras compras en almacenes de cadena. Un capitalismo oscuro que realiza sus transacciones de manera invisible en la nube. En esas transacciones e interacciones que realizamos en las redes, los datos, que dejamos y que recopilan, están vinculados a derechos de autor y términos de propiedad, para que las empresas puedan poseerlos, extraerlos, usarlos y compartirlos.
Es hora de que haya una contrarrevolución, no tecnológica, sino ética; pero, ¿Será que podemos apelar a un cambio de conciencia de quienes conducen, hoy, la humanidad? ¿Será que podemos acudir a alguna institución supraestatal para que se ampare nuestro derecho a ser dueños de nuestros datos, a ser dueños de nuestra voluntad… ser dueños de nuestras vidas, otra vez? ¿Será que podemos rescatar de las nubes de datos, de las vitrinas de transacciones mercantiles de datos, nuestras vidas, nuestra libertad de decidir libremente lo que queremos, lo que preferimos soñar, decidir y hacer?
Mientras tanto, estamos a merced de los monstruos del nuevo capitalismo impulsado por las TIC’S, que están acabando, según Harari, filósofo e historiador israelí, con la idea de ciudadanos que disponen de libre albedrío, debilitando y aniquilando la idea de democracia; sujetos a regímenes totalitarios, disfrazados de democráticos, bajo el poder de los dueños de los algoritmos en un mundo en el cual impera la inteligencia artificial y la big data, con los que manipulan masivamente nuestras preferencias, opiniones y decisiones.
Lo que nos espera, si no cambian las cosas, es la irrelevancia para la mayoría de la humanidad, una masa de seres inútiles, prescindibles, en palabras de Harari, quien ha tomado distancia de la cultura dominante, alejado de la pesca de datos, ya que no usa celular y pasa mucho tiempo en contemplación desconectado de la red.
Nota
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