Sobre un texto de Pedro Monreal anclado en un pensamiento reciamente determinista y titulado “Los puristas de la propiedad y la conceptuación del modelo económico”, Carlos Valdés García emplaza un debate necesario, aportando un controvertido texto-réplica con título “¿La alimentación del pueblo cubano depende en realidad del sector privado rural? Esclareciendo conceptos y desmontando un fetiche”. No ha tardado el autor del “pecado original” en responder rebajando el debate aún más de lo ya exhibido con un texto positivista intitulado “El sector privado y la producción agropecuaria en Cuba: ¿de “puristas” a “negacionistas”?.
La dirección política del Estado y el Gobierno han inhibido el debate democrático sobre el socialismo en Cuba. Envuelve a la Isla una ola defectista que ve en las relaciones socioeconómicas capitalistas la salida a la crisis
económica crónica que aqueja a la sociedad. No es necesaria la cualidad de lector avezado para ver en el primer texto de Monreal una clara evocación de lo que Valdés García certeramente percibe como una loa a la superioridad de la propiedad privada sobre la estatal en el sistema de producción, ahora ya también en la realidad económica cubana. Una realidad sesgada por relaciones sociales de producción e intercambio hermafroditas, entre lo capitalista (trabajo asalariado) y lo socialista (propiedad no-privada sobre el capital). Sin embargo, los argumentos de García pierden el foco de lo que sería una crítica marxiana política al enfoque economicista de Monreal.
La linealidad del pensamiento de Monreal está en la presentación de una realidad económica factográfica que, por defecto, asume lo dado como supuesto de una verdad. El positivismo en cambio se da en la descripción fenomenológica que se abstrae, por opción, del cognocimiento crítico de la realidad. La descripción de lo dado crea la ilusión de lo verdadero. El sofisma desvela su vulgaridad formal cuando se acude a la disminución de aquel pensamiento que ve adecuadamente en la propiedad privada la razón definitoria de las relaciones sociales del modo de producción capitalista y le endilga a sus portadores la etiqueta peyorativa de “puristas de la propiedad”. El recurso de la coacción política, mal escondido detrás de la forma, sobre el pensamiento crítico ha sido y sigue siendo un instrumento predilecto del componente militante de la super-estructura ideológico-política orgánica al pensamiento único ejercido desde estado y el gobierno cubanos.
Monreal ningunea a Marx, le llama “purista de la propiedad” dado el entendimiento de este de la apropiación privada del capital como la cosa que define el sistema capitalista. Es importante esta formulación, porque el debate de la izquierda, y en ello el dogmatismo pretendidamente comunista abrazado por el pensamiento dentro del PCC, por ignorancia u oportunismo, se concentra en la forma (la posesión de los medios de producción) para negar el contenido, la cosa, en Marx: la acumulación privada de capital como premisa política definitiva del sistema capitalista. La forma nos viene a presentar lo que en esencia es capital pretérito, los creyentes en el post marxismo la convierten en un subterfugio. La posesión del capital en tanto lo determinante, les produce rechazo a nivel cognitivo. Considerar “puristas de la propiedad” a aquellos que ven el avance de facto de la propiedad privada sobre el capital en Cuba, ubica a los “calificadores” en la orilla opuesta al socialismo.
Monreal asume las relaciones socioeconómicas que crea la política de hechos consumados de la dirección del PCC y el Gobierno como el reflejo de una realidad con legitimidad política, incuestionable. Las estadísticas le sirven para el razonamiento economicista sobre la realidad y no como criterio de la verdad. De ellas emerge el cuadro de la propiedad estatal sobre el capital productivo como clara expresión de ineficiencia económica empresarial, en contraste con el grado de eficiencia que va alcanzando ya en Cuba la propiedad privada sobre el capital, según las estadísticas elegidas. La constatación se calza con el maniqueo ejemplo del 79% de participación de la propiedad privada en la producción del sector agropecuario cubano. El certero contra argumento arguido por García Valdés sobre la existencia de 7 renglones, todos básicos para la seguridad alimentaria cualitativa de la población, garantizados por la propiedad estatal, no la privada, no sirve de mucho a Monreal. Aparecerán las estadísticas de los subsidios del Estado a esa producción, en contraste con la auto suficiencia de los propietarios privados en sus cotos de producción. ¿Serán esos 7 renglones producciones que necesitan altas inversiones, tales que las hacen irrentables para los productores privados en las condiciones macroeconómicas actuales? No nos enteramos, pero sabemos que el instinto capitalista del productor privado lo lleva a producir algo sí y sólo si obtiene y maximiza sus ganancias, de cuyo axioma no tienen cómo ni porqué escapar los propietarios privados cubanos. No es Marx, es Smith que en aquel carnicero “cuentapropista” resume toda la filosofía política del modo de producción capitalista.
Esa propiedad que no llega a explotar mano de obra asalariada es la que en principio facilita la reproducción simple del capital. En su alienación social, ella y sólo ella deviene compatible con el modo de producción socialista que supone la eliminación del trabajo asalariado. No parece nunca demás insistir en este debate, cuando una y otra vez vemos nada menos que en Cuba cómo se impone una “conceptuación del socialismo” que se va por las ramas del capitalismo.
Monreal constata que la transformación de la propiedad en Cuba ya reconoce de facto la propiedad privada como una necesidad sine qua non, atención … del socialismo. Y no le llama la atención la aberración. Todo lo contrario. Porque la aberración está en hacer inherentes al socialismo relaciones sociales de producción puramente capitalistas. Del “carnicero cuentapropista” a la pequeña y mediana empresa privada va el mismo trecho que de la acumulación simple a la ampliada de capital. Tenemos así aquellos que vendrían a ser, según la lógica de Monreal, los “contaminados” – el reverso de los “puristas de la propiedad”.
Enfatizando el hecho del 79% de la producción privada en el producto de la economía agropecuaria Monreal nos está interpretando el dato, aunque una vez cuestionado quiera negarlo, sugiriendo claramente la superioridad productiva de la propiedad privada en relación con la propiedad estatal. Sembrado en lo concreto al partir hacia lo general, se extravía como aquella afirmación filosófica afincada en la observación cuantitativa que definía al cisne como ave de color blanco, hasta que apareció el primero negro.
Todo el contexto sistémico de un modelo altamente disfuncional por indefinido en sus presupuestos socialistas se obvia intencionadamente o debido a un serio déficit de coherencia metodológica en el análisis.
La propiedad estatal dominante en Cuba responde al sistema de ordeno y mando de la economía centralmente burocratizada, justo a lo que escapa la propiedad privada. Nada demuestra la eficiencia congénita de la propiedad privada en la gestión económica. Esta propiedad viene actuando en la suerte de libre mercado que se la ha creado en el país. Un mercado libre que, aunque mediatizado, le ofrece la ventaja competitiva que se le impide a la operación de la propiedad estatal. El propietario privado cubano está trabajando para sí. La empresa estatal llamada irrespetuosamente socialista permanece mutilada por el centralismo burocrático al que sigue sometida bajo el justificativo político de estar trabajando para el país.
Saltará la opinión crítica que realzo el papel del “mercado libre” hablando de socialismo. El problema está arado científicamente por muchos autores, entre los que modestamente me encuentro. La contradicción antagónica que el dogmatismo anti marxiano en la izquierda ha querido establecer entre estado y mercado pertenece al arsenal político de los ignorantes con poder, lo que en el caso de Cuba nos está costando la derrota económica.
El mercado es necesario para que ande no el modo de producción capitalista, sino el socialista. Lo que ha probado el mercado libre en el capitalismo es una astronómica ineficiencia. No por cuenta del mercado en sí, sino por la hegemonía de la propiedad privada sobre el capital. Los costos marginales y colaterales del modo capitalista de producción en condiciones de mercado libre hacen de la economía un sistema fagocitario. Por cada 10 productos que produce no menos de 5 son prescindibles, se crean por y para la ganancia de los propietarios del capital. La propiedad privada no puede reproducirse fuera del mercado libre dado que es el mecanismo que le permite sustituir el valor de uso de las mercancías por el valor de cambio que pudieran tener. El libre mercado en el capitalismo permite asumir la competencia como perpetum mobile, es el mecanismo que desencadena la exponenciación del crecimiento económico. El consumo de fuerza de trabajo y recursos materiales, incluida la energía, que necesita dicho movimiento se hace insostenible. No es posible detener ni moderar ni transformar ese movimiento de la economía bajo las condiciones del modo de producción capitalista.
Las formas de organización de las relaciones sociales de producción que lo logran, como observamos dentro del propio modo de producción hegemónico capitalista, son las del trabajo cooperativo propias del modo de producción socialista. Las estadísticas, a las que acudiría presto Monreal lo reflejan incontestablemente en el mundo.
He aquí sucintamente. La cooperativa, es decir, una empresa social de trabajadores libremente asociados, deviene una forma cada vez más popular de organizarse las personas para producir bienes y proporcionar servicios. En el mundo capitalista surgen casi como un acto de autodefensa de los trabajadores ante el poder depredatorio de las empresas capitalistas menores y mayores. Esta defensa es necesaria ante el hecho de que las relaciones capitalistas de producción e intercambio causan una desigualdad social crónica y una inestabilidad económica constante. En el mundo, las cooperativas tienen más de mil millones de socios y crean 100 millones de empleos, un 20% más que las corporaciones multinacionales (2012). El volumen de ventas de las 300 cooperativas más grandes del mundo es de 1,1 billones de dólares, es decir, la cantidad que corresponde al PIB de algunas de las economías nacionales más grandes (2012).
Todo análisis comparativo del comportamiento de las formas de propiedad privada y no-privadas en Cuba que no incorpore el análisis del sistema económico no pasará de ser una vulgar representación de la realidad. Menos aún el análisis positivista, hablamos del rigor del materialismo dialéctico en función del desbroce de los caminos de la transformación socialista del modo de producción e intercambio neocapitalista que mantenemos en Cuba desde 1959. Tomar por caso ese 79% de la producción privada agropecuaria sin someter el dato al contexto disfuncional estructural y orgánico del sistema socioeconómico cubano es derivar, por ignorancia u oportunismo, hacia la manipulación especulativa de la realidad. Es ignorar que la transformación del sistema de propiedad que se está operando en Cuba ha planteado de hecho la privatización por encima de las formas de propiedad social y trabajo cooperativo.
Las patologías del auspicio de la propiedad privada en la producción (bienes y servicios) ya convierten la realidad económica cubana en una mala copia del desastre de las economías capitalistas periféricas latinoamericanas. El aumento desenfrenando de la desigualdad social por la extorsión primaria del capital en manos y gestión privadas ya implanta en Cuba el paradigma de “ricos y pobres”; la precariedad del trabajo asalariado ahora por los propietarios privados; la disfunción de los servicios que prestan copando los espacios en “barbecho improductivo” o improcedentemente en propiedad estatal; la corrupción a nivel microeconómico a costa del capital estatal; conforman relaciones socioeconómicas que, más allá de cualquier luz, se tornan incapaces de ofrecer un nivel cualitativo superior de vida en ciudades y pueblos.
En el rio revuelto que han creado el Estado y el Gobierno en las relaciones sociales de producción e intercambio la ventaja es para los “pescadores privados”. Cuando el Estado y el Gobierno decretan la entrega de las tierras en usufructo a privados no están asumiendo autocríticamente que el sistema de propiedad en el sector agropecuario-industrial ha caído en bancarrota funcional y económica por el predominio de la propiedad estatal centralmente burocratizada y la malformación de la propiedad cooperativa. Están huyendo hacia adelante – en una realidad económica que ha creado demasiados intereses innombrables bajo el poder incontestable de una alienada burocracia político administrativa – privilegiando la forma de propiedad capitalista, puesto que es la manera de quitarse el “muerto de arriba” manteniendo las riendas del poder político anti democrático.
El Estado y el Gobierno se han cuidado de no emprender una transformación integral del modo de producción en función de los presupuestos socialistas que podrían hacer de la economía social un sistema altamente eficiente y racional. Propiedad socializada del capital y funcionamiento bajo tal prerrequisito del mercado como mecanismo de intercambio de valores de uso y asignación eficiente de recursos materiales y financieros, todo en condiciones de planificación democrática de los derroteros del desarrollo desde lo nacional, regional y comunal, replantean en cambio el patrón de acumulación de estatal-privado al paradigma de acumulación social. En tales condiciones el crecimiento económico deja de ser la expresión del consumismo necesario a la reproducción del capital bajo relaciones sociales de producción no-socialistas.
Las empresas pequeñas y medianas constituyen los actores económicos que sostienen el desarrollo de la producción de bienes y servicios en todas las economías del mundo capitalista. Garantizan el empleo. Son, sin embargo, núcleos de la explotación del trabajo asalariado. Esa relación social de producción que permite la apropiación privada del capital. La estimulación por el Estado cubano – legislativa, financiera y logística – de la creación de un extendido sector de PYMEs cooperativas dentro de un sistema de economía social vendría a ser la piedra angular de la transformación socialista del modo de producción e intercambio, hoy en franca deriva capitalista gracias al reformismo socioliberal en marcha. Una adecuada Ley de la Economía Social debe hacer prevalecer el cooperativismo – empresas cooperativas y comunales – en el ámbito de la reproducción ampliada de capital. La producción (bienes y/o servicios) en manos de propietarios privados se habría de circunscribir – mediante apropiada ley – al ámbito de la reproducción simple de capital. La propiedad estatal considerada propiedad de interés estratégico para el desarrollo habría de estar bajo control democrático (consejos de trabajadores y asambleas del poder popular). Toda la inversión directa de capital extranjero (financiamiento directo y emprendimientos mixtos) tendría luz verde sin ningún condicionamiento por parte del Estado más que la sujeción de la misma al carácter democrático y estaturario de las empresas definidas como entes de la economía social, lo cual habría de establecerse adecuadamente en una nueva Ley de Inversiones Extranjeras. Todas las empresas productivas (de bienes y/o servicios) tendrían la posibilidad legal de asumir los retos del comercio exterior. El mercado interno quedaría como espacio socioeconómico libre al intercambio, eliminada la aberración para el sistema económico de la doble moneda. La regulación de los efectos negativos en la acumulación social de capital sería dominio del Estado y el Gobierno, la que realizada a través del sistema fiscal con la progresión de la tributación haría honor a la democratización del capital. La concentración del mismo se neutralizaría y la diferenciación de la renta quedaría acotada en términos de egalitarismo social, dos premisas raigales del desarrollo económico sostenible y la prosperidad de todos y cada uno. Estos preceptos enfilados a la transformación socialista del modo de producción e intercambio definen el contenido sociopolítico de la democracia.
La reforma de la Constitución que se anuncia no puede darse para legitimar la realidad creada por la política de hechos consumados impuesta por el reformismo economista socioliberal y la pseudo conceptuación del modelo socialista. El pueblo ha de plantear la necesidad de una Constituyente Socialista. Este es el debate revolucionario por el socialismo en Cuba. Ni “puristas” de la propiedad ni “negacionistas”, sino decididamente socialistas.
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Texto original en mi Blog: https://robertocobasavivar.wordpress.com/2018/06/30/cuba-ni-puristas-ni-negacionistas-socialistas/