El pasado lunes arribó a Argentina el Primer Ministro Israelí Benjamin Netanyahu, en el marco de una gira donde también estará visitando Colombia y México. Desde distintas organizaciones sociales y espacios políticos se lleva adelante una campaña para visibilizar esta visita y rechazarla, por considerarlo un genocida. En su paso por Argentina, conversamos días antes con Héctor Grad, profesor de la Universidad Autónoma de Madrid e integrante de la Red de Judíos Antisionistas, cuyo análisis nos ayudó a entender los modos en que el Estado de Israel amedrenta a lxs ciudadanxs no judíos, así como a historizar este proceso de apartheid contra el pueblo palestino.
El ataque del Estado de Israel al pueblo palestino es constante y el ejército israelí es responsable de matanzas y hostigamientos. En ese marco, los antecedentes que permiten caracterizar al Primer Ministro Israelí en calidad de genocida son abundantes, pero uno de los más brutales es su responsabilidad en la ofensiva en la Franja de Gaza en 2014 donde fallecieron 550 niños.
Asimismo, contextualizar a Benjamin Netanyahu y su arribo a Argentina permite entender el acercamiento diplomático y comercial entre ambos gobiernos de derecha. Israel, que sostiene principalmente su economía y guerras en la comercialización de armas y de la tecnología para servicios de inteligencia, firmará acuerdos orientados a ciberseguridad con el Ministerio de Seguridad de la Nación.
El contexto argentino no puede ser ajeno a la conversación con Héctor Grad y su primera reflexión vincula la desaparición forzada de Santiago Maldonado con la realidad en Medio Oriente. Asegura que “es el proyecto que existe en Palestina y en Israel, de la desaparición simbólica y física de un pueblo entero, que es el pueblo palestino. Esto es producto de un proyecto colonial del Sionismo, que propone el establecimiento de un estado étnico, que es el Estado de Israel, que sirve a una parte de sus ciudadanos -la población judía-, negando los derechos y poniendo en otra categoría de ciudadanía a los no judíos, en este caso concretamente, a la población palestina, que es original de esa tierra”.
Para Grad, este proceso de desaparición simbólica y física del pueblo palestino se entiende como necesario, tanto para el proyecto colonial de construcción del Estado sionista como para socios estratégicos como el Reino Unido. El integrante de la Red de Judios Antisionistas explica que “este proceso, muchas veces, es presentado como un proceso de construcción nacional, como un proyecto de determinación para un determinado pueblo, el pueblo judío. Pero claro, esta disquisición teórica de realización no puede separarse de su realización concreta, y es que se realiza con el apoyo de una potencia colonial, el imperio británico, en un territorio determinado, donde había un pueblo, que es el pueblo palestino. Un pueblo que a lo largo del proceso de colonización sufre una expulsión forzada, donde el movimiento sionista va colonizando estratégicamente el territorio con el objetivo de que en el momento que hubiera una confrontación en contra de la población autóctona, puedan quedarse con la mayor parte del territorio y con la menor cantidad posible de población original. A partir de la década del ‘20 comienzan a hacerlo así, estableciendo instituciones separadas, que sirven solamente a la población judía y excluyen y marginan a la población árabe/palestina original. También, a partir de la decisión de partición que adopta la ONU, tiene lugar una campaña de terrorismo de estado, de grupos paramilitares que realizan atentados y masacres incluso en contra de pueblos enteros palestinos, que surgen antes de la declaración de la independencia del estado de Israel y antes de que exista la guerra que surge ante la declaración de independencia”.
La construcción histórica del Apartheid Israelí
El Estado de Israel busca identificar su surgimiento e historia con la Tierra de Israel del judaísmo. Sin embargo, su constitución tiene origen en la etapa de las post-guerras mundiales, cuando en 1947 las Naciones Unidas aprobaron la división de Palestina en dos Estados: uno judío y uno árabe. En mayo de 1948 el Estado de Israel se declaró independiente e inició sus ofensivas bélicas contra sus vecinos países árabes. Grad explica que es “un proceso de expulsión, donde un 70% de la población es expulsada de lo que era Palestina y forman lo que hoy son la masa de refugiados palestinos en Cisjordania, en Gaza y en el resto del mundo, e incluso también en Israel, porque fueron alrededor de 400 pueblos arrasados en el marco de la guerra o después de la misma cuando ya se establece el Estado de Israel. Esos pueblos son arrasados y su población fue concentrada en otros, para liberar tierra que luego es confiscada por el Estado de Israel”.
El profesor describe además, cómo operó no sólo la expulsión sino también la transferencia de riquezas y su distribución racializada: “al momento de la partición, los judíos representaban el 30% de la población y solamente tenían un 3-5% de la tierra en su propiedad. Con el establecimiento del estado de Israel, se confisca un 90% de las tierras que se transfieren a una fundación que es la Agencia Nacional Judía, que tiene entre sus objetivos darla a trabajar, arrendarla o venderla solamente a la población judía y no al resto de la población del Estado de Israel”.
A su vez, Grad explica el mecanismo legal que permite a Israel enmascararse como la “única democracia en el Medio Oriente” y garante de Derechos Humanos antes la opinión pública: “Existen muchísimas leyes, que establecen un régimen sistemático de discriminación de una parte de los ciudadanos. Israel (…) tiene un orden que establece que el Estado tenga tres regímenes jurídicos: uno para judíos, otro para los ciudadanos no judíos de Israel, y otro para los ocupados en 1967. Los tres regímenes jurídicos tienen diferentes tipos de derechos en las leyes de ciudadanía, en el acceso a la tierra, en el derecho a la unificación familiar”. Entre otros elementos, esta discriminación sistemática y disimulada en su arquitectura legal se vale del servicio en el ejército: “la ley israelí, permite al Ministro de Defensa a llamar a filas a quien desee. Históricamente, nunca han llamado a filas a los árabes, a los ciudadanos palestinos árabes, como tampoco llama a los judíos ortodoxos. El haber servido en el ejército es un criterio para adquirir derechos, como becas, la universidad. Esto a nivel individual. Pero también se da a nivel colectivo. El presupuesto de salud de un pueblo es determinado según si los habitantes sirven o no en el ejército. Así es como los pueblos palestinos de Israel son discriminados por lo menos un 30% en todos los presupuestos de servicios sociales y educativos. Estos criterios, de haber servido o no en el ejército, si eres no judío y no serviste, no se te da, pero si eres judío ortodoxo, aunque no hayas servido, se te otorga”, explica Grad.
Respecto de la tierra, Héctor Grad comentó que “no hay ninguna ley que limite el acceso a la tierra. Esto se da porque el Estado no gestiona la tierra, lo hace una fundación de gestión privada que sí discrimina. Todo esto ocurre dentro del Estado de Israel, y se habla de aquello como una etnocracia, donde una parte de los ciudadanos disfrutan de una democracia, y otra parte está bajo una dictadura de ocupación, con derechos recortados, servicios de seguridad infiltrados, donde no tienen ni libertad de cátedra ni libertad de expresión, pues eso no es una democracia”.
El boicot al Estado de Israel, herramienta de la solidaridad internacional
En este marco, la solidaridad internacional con el pueblo palestino se manifiesta –entre otras cosas- a través de boicot al Estado de Israel. Para Héctor Grad su fundamento está en entender al estado de Israel como un Apartheid: “Desde el punto de vista histórico, todos los regímenes coloniales en mayor o menor medida, han tenido un grado de apartheid. No hay colonialismo que no haya separado entre colonos y la población aborigen y dado diferentes derechos a unos y otros. Hace unos diez años, casi 200 asociaciones de la sociedad civil palestina hicieron un llamamiento al resto del mundo afirmando que aquí había un régimen de Apartheid y que el movimiento internacional debía comenzar también a boicotear a Israel”.
Sobre el boicot a Israel explica que: “es básicamente un llamamiento a sancionar a Israel desde el derecho internacional. Israel, desde que existe, viola sistemáticamente los derechos de la población palestina, individuales y colectivos, pero sobre todo, derechos individuales. Y como tiene apoyo de las potencias imperialistas de Europa y de EEUU, nunca ha sido sancionado. La primera línea del boicot es exigir que se aplique el derecho internacional (…) y que se sancione a Israel”.
Esto incluye también que se suspendan los acuerdos de colaboración con el Estado israelí. El profesor explica que Israel “vende armas y consultorías de seguridad con la excusa de ser probados en combate. Claro, son probados en la represión contra un pueblo entero. Así vemos las políticas represivas israelíes en Latinoamérica y en otras partes del mundo. Esto al margen de las armas, que es la principal exportación del estado israelí”.
De esta manera, afirma el entrevistado, se logra poner de manifiesto que las relaciones comerciales con Israel implican la complicidad con la opresión del pueblo palestino, “porque con la compra de cualquier producto israelí estás colaborando con el mantenimiento de este régimen de apartheid. Cuando el Estado argentino o cualquier Estado compra armas, en realidad, está siendo colaborador de la opresión del pueblo palestino, porque la venta de armas sirve para que la producción sea de mayor escala, abaratando los costos de las armas que se producen en Israel”.
Si bien el boicot es fundamentalmente comercial, otra expresión de la campaña apunta a la declaración de espacios como “Libre de Apartheid Israelí”. Continua el entrevistado: “Instituciones que pueden ser municipalidades, escuelas, centros culturales, departamentos universitarios, universidades enteras -explica Grad-, se declaran Espacio Libre de Apartheid Israelí, lo que significa declarar su compromiso a no colaborar y a no participar de ninguna actividad que refuerce el proyecto colonial o de ocupación israelí. En España ya hay más de 70 administraciones, ayuntamientos, incluso parlamentos regionales, que se han declarado Espacio Libre de Apartheid Israelí”.
Al respecto, asegura Grad que esto permite abrir la discusión en los ayuntamientos “para priorizar las empresas que cumplan con los Derechos Humanos, y penalizar empresas que colaboran con la violación de Derechos Humanos ya sea en España y en otras partes del mundo. Y, por supuesto, en Palestina. Entonces, estos ayuntamientos están viendo de qué manera incluir en los criterios de contratación el respeto a los Derechos Humanos del pueblo palestino, pero también, de todos los pueblos originarios que están siendo expulsados por las transnacionales”.
La promoción de la cultura como estrategia imperial
El boicot también incluye a las actividades culturales, deportivas y académicas, afirma Grad: “porque Israel utiliza la cultura como parte de la estrategia de relaciones internacionales para presentar una imagen moderna y democrática progresista multicultural y rica (…) El Ministerio de Cultura israelí invierte sumas astronómicas en promover y facilitar que la cultura israelí dé vueltas por el mundo e invierten muchísimo en invitar artistas de otras partes del mundo que vayan allí y que muestren que ellos son una sociedad abierta”.
Del mismo modo, la Campaña por un Espacio Libre de Apartheid Israelí también apunta a los vínculos entre universidades: “En lo académico, las instituciones y universidades, participan de forma integral de este proceso, de este sistema de opresión. Primero, porque generan conocimientos que lo legitiman. Las relaciones internacionales allí se dedican a conocer mejor al enemigo y justificar la política israelí. Es decir, cuando Israel bombardea en Gaza a la población civil y mata, esto no lo decide solamente el ejército, sino que hay toda una asesoría de departamentos de Derecho Internacional y de relaciones internacionales sobre cuáles son las zonas grises en el Derecho Internacional que permiten atacar a la población civil sin que el Estado sea llevado a los tribunales internacionales por violación flagrante de los DDHH. Participan científicos sociales en el diseño de la represión, como aquí participaron en la tortura, en como racionarla, para que sufra y no se muera la gente. Para que la gente pueda ser torturada y los efectos sean lo más letalmente posibles a nivel moral, identitario y a nivel psicológico. Cuando el ejército entra en una vivienda y destruye todo lo que hay dentro, ponen todo patas arriba y destruyen todo lo que se pueda destruir, enfrente de padres e hijos, no es algo del ejército israelí nada más, sino que es una política de Estado, asesorada por lo que nosotros conocemos de las ciencias sociales, intentando destruir a otro pueblo, un pueblo que está oprimido”.
Sobre este punto, Grad se preocupa por aclarar que la campaña a favor de Palestina “no tiene nada en contra de los profesores, profesoras, investigadores, investigadoras (…) Es indiferente. De lo que estamos en contra es que parezca que nuestras instituciones universitarias, tengan convenios de colaboración, de cooperación, con instituciones cuya política es de colaboración con la opresión. Las universidades muchas veces discriminan a los estudiantes judíos frente de los no judíos, y perjudican a los no judíos. Las universidades israelíes se distinguen a nivel mundial por ser muy activas en la defensa de los derechos académicos de la comunidad académica en todo el mundo. Sin embargo, en 50 años de ocupación en Cisjordania y Gaza, no han sacado ni una sola declaración condenando que su propio estado bombardee o impide que se ejerza la libertad académica a pocas decenas de kilómetros de su propia universidad. Y de la misma manera, se han opuesto históricamente a que la población no judía, la población palestina en Israel, tenga sus propias instituciones como estrategia de lucha de empoderamiento, frente a esta opresión que sufren en las instituciones universitarias que tiene el Estado”. Por lo cual, afirma el entrevistado: “las universidades israelíes no son meras cómplices pasivas, sino son cómplices activas. Y por eso es que el boicot académico se justifica”.
Argentina e Israel, una relación estrecha y “lógica”
Respecto del vínculo del gobierno argentino con el israelí, Grad explica que “un gobierno de derecha como tienen ahora en Argentina no puede otra que asociarse con un gobierno de ultraderecha como el que hoy tiene el Estado de Israel. Un Estado que tiene ministros y ministras que llaman a la liquidación de la población de Palestina y que criminalizan a la población Palestina como terrorista para justificar un proyecto colonial que tienen desde hace ya 120 años. Es lógico que se visiten mutuamente y que estrechen lazos de colaboración”.
Por eso, refuerza el académico, es central el rol que asuma la sociedad civil, tanto de derecha como de izquierda, enfrentando “el reforzamiento de estos lazos. También, como ocurre en otros lados del mundo, que sea la propia comunidad judía la que se desvincule de las políticas que violan flagrantemente los Derechos Humanos. En este momento una de las cosas que más preocupa al Estado de Israel y al movimiento sionista a nivel mundial, es justamente lo que está ocurriendo en otras comunidades judías del mundo, como la norteamericana, donde una parte significativa de la comunidad se está desvinculando de las políticas sionistas, pasando a apoyar la estrategia de boicot de las instituciones como la única vía para lograr una paz justa en el mundo de Medio Oriente, una paz justa en Palestina, y un Estado que sirva a todos los ciudadanos, en vez de servir a unos en contra de otros”.