
Que la Salud de los pueblos es incompatible con las guerras injustas y agresivas de la burguesía es una realidad aplastante que no necesita explicación.
Pero ya en esta premisa nos encontramos con la necesidad de especificar la salud de cuales clases sociales: ¿la salud para quién? ¿La guerra de quien y contra quién? Reflexiones que deben introducirse ineludiblemente si no queremos evadir el quid de la cuestión, la esencia de todo conflicto, y aún más de toda guerra.
¿Son lo mismo los conflictos y guerras? La respuesta a la pregunta es importante porque indica cómo la salud humana va estrechando su dependencia e interacción social con las violencias, con los conflictos y con las guerras, conforme la propiedad capitalista domina el mundo. Antes de la propiedad privada había agresiones, violencias y conflictos que dañaban la salud y mataban de personas, pero no estallaban para imponer la propiedad privada destruyendo la propiedad comunal, sino que se mantenían dentro de ésta. En aquellas condiciones no hacía falta organizar burocracias especializadas para la violencia, sostenidas por el esfuerzo del grueso de la sociedad, porque los colectivos humanos eran pequeños y priorizaban la vida sobre la muerte: perder varios hombres y sobre todo mujeres e infantes en un conflicto podía ser una catástrofe para la pervivencia grupal, por eso buscaban los acuerdos y las alianzas.
Las violencias y conflictos se incrementaron bajo la propiedad privada, dañando aún más la salud de las mujeres, pueblos explotados y clases trabajadoras, porque la usaban los propietarios para aumentar sus riquezas, la comida, el ganado, la lana, etc., quitándoselo a la mayoría empobrecida. La forma de la violencia pese a su aumento cuantitativo era la misma: dolor, golpes, hambre, frío, etc., pero su esencia, su contenido interno dio un salto en calidad destructiva: ahora se aplicaba en beneficio de la minoría, lo que quiere decir que la salud de esa minoría mejoraba porque empeoraba la salud de la mayoría. Esto hizo que durante los primeros milenios de la propiedad privada la salud humana empeoró mucho especialmente en las mujeres y en la tercera edad porque la minoría enriquecida se quedaba con casi todo entre otras cosas para mantener hombres armados con los que defenderse y saquear y esclavizar a otros pueblos.
El Estado surgió para eso: para facilitar la acumulación de riqueza en la minoría y para sostener los primeros ejércitos para hacer las primeras guerras que no existían anteriormente. La guerra, que requiere un aparato especializado que exige mucho gasto, surge históricamente a la vez que se rompe la salud colectiva mejorando la salud de la minoría explotadora y empeorando la de la mayoría explotada. Desde entones y sobre todo en el capitalismo se agudiza el antagonismo entre guerra injusta y salud de la minoría, por un lado y por otro lado, guerra justa y salud de la mayoría. La unidad y lucha de contrario también está dentro de la salud humana: mejorando la de los opresores y empeorando la de las oprimidas.
BREVE CONTEXTO HISTÓRICO
Como hemos dicho, lo que actualmente llamamos guerra tiene una historia muy reciente ya que empezó a surgir en pocas zonas del planeta hace alrededor de 6000 años, junto a la aparición de los primeros proto-Estados y de la propiedad privada masculina que destruía a las formas comunales de propiedad colectiva en las que la mujer tenía una autoridad social inconcebible bajo el capitalismo. Si las violencias y conflictos en el Paleolítico, o sociedades cazadoras-recolectoras tenían su causa directa o indirecta en la precariedad energética, cuando se empezaron a imponer las primeras formas de propiedad privada, esos conflictos adquirieron un nuevo contenido, su esencia cambió al surgir la incipiente lucha de clases entre la minoría propietaria y la mayoría explotada, al surgir el proto-Estado y sus burocracias, sobre todo la militar, especializada en la guerra. Estos cambios globales impactarán profundamente en la salud de las clases y pueblos explotados, y beneficiarán a la salud de las minorías dominantes. Vamos a ver en tres grandes periodos cómo impacta en la salud el rearme y la guerra, 1) en el esclavismo; 2) en la edad media; y 3) en el capitalismo.
1). En el esclavismo la escasez de recursos exigía que se dedicara a los ejércitos una cantidad de bienes que limitaba enormemente la salud de la población no combatiente, especialmente los menores, las mujeres y la población anciana de la clase trabajadora. Las hambrunas y las enfermedades golpeaban a las clases trabajadoras libres. Las diferencias entre ricos y pobres eran casi abismales. Frecuentemente, la población civil de las ciudades cercadas se suicidaba para no ser esclavizada. La vida de las y los esclavos era corta y dura, siempre con miedo al castigo, a la tortura o la muerte. La fuga individual era su forma de resistencia más común. La violación de esclavas por los amos era norma. En crisis excepcionales, los amos concedían la libertad a algunos esclavos que luchaban con ellos. Las tres sublevaciones esclavas en la Roma de -135/-132, -104/-100 y -73/-71 aplastadas en sangre muestran que la vida esclava apenas tenía valor en la Antigüedad.
2) En la edad media la salud de las clases explotadas dependía fundamentalmente de las cosechas, de las enfermedades y de los bienes que debía entregar a los amos. El campesinado defendía a la desesperada los bienes comunales como bosques, ríos, prados o costas, porque obtenía una parte sustancial de lo que necesitaba, pero la Iglesia y la nobleza los expropiaba para ella. Las presiones, amenazas y luchas eran las únicas armas para mejorar su salud para intentar reducir la renta que debía entregar al señor feudal y a la Iglesia y mejorar la productividad del trabajo. Mientras hubo tierras vírgenes que talar y cultivar, los campesinos se refugiaban en ellas para vivir libremente, hasta que llegaban las tropas de la nobleza y de la Iglesia. La salud del artesanado podía ser algo mejor, excepto en las crisis de subsistencia, durante las cuales muchos artesanos se sumaban a las reivindicaciones y luchas campesinas.
3) Con el capitalismo la dialéctica entre salud y guerra da un salto cualitativo por la interacción de varios factores bajo la presión de las necesidades del colonialismo y del imperialismo. Por un lado, la burguesía tenía que alimentar y cuidar la salud de ejércitos cada vez más numerosos y complejos que, además, invadían continentes que albergaban enfermedades desconocidas para los occidentales. Por otro lado, la burguesía debía cuidar la salud popular lo suficiente como para aumentar la producción y desactivar las luchas sociales por una mejor sanidad obrera. Además, el avance de la ciencia en manos de la burguesía consigue innovaciones decisivas en todos los sentidos, también para la guerra. Una ciencia, incluida la sanitaria, que se industrializa aumentando su producción y beneficios bajo las leyes de la plusvalía y de la competencia, beneficios que se multiplican gracias al aumento imparable de la demanda del servicio médico militar.
En este periodo del capitalismo, podemos considerar tres momentos históricos con sus saltos cualitativos en relación con la dialéctica guerra/salud. El primer momento se produce alrededor de la Guerra de Secesión norteamericana de 1861-1865 en la que toda la capacidad industrial del Norte de EEUU se planifica para la guerra. Es en estos años cuando en base a sus estudios sobre el capital, al conocimiento de la guerra y a las sangrientas lecciones norteamericanas, Marx y Engels hablan de la «industria de la matanza de hombres» como elemento fundamental del capitalismo: una industria que se enriquecía matando seres humanos utilizando avances científicos decisivos como alimentos enlatados, quinina y otras medicinas, convertidor Bessemer, nuevos aceros y explosivos como la dinamita, uniformes más eficaces, barcos y trenes de vapor, Cruz Roja y equipos médicos, etc.
El segundo momento es el de la «guerra total» entre 1914 y 1945 que inventa máquinas, armas y doctrinas desconocidas hasta entonces como gases, tanques, radares, cohetes de largo alcance, bomba atómica, etc., mejora la penicilina descubierta en 1928 y la industrializa en 1943 ante los millones de personas sacrificadas en el altar imperialista, por citar algunos ejemplos. En la «guerra total» los Estados imperialistas movilizan de manera planificada todos los recursos materiales y morales de la «industria de la matanza de hombres» elevando su letalidad más allá de lo imaginable como eran los campos de exterminio nazis científicamente diseñados. La salud de los pueblos atacados por el nazifascismo y el mikado japonés fue sometida a atroces salvajismos como el saqueo de casi todas sus reservas alimentarias condenando a decenas de miles de personas a la muerte por inanición, o por represalias asesinas y torturas espeluznantes, o por experimentos inhumanos con personas en aras de la «ciencia racial», o por el terror de la prostitución forzada de decenas de miles de mujeres para solaz de las tropas invasoras.
El tercer momento es reciente pero irreversible, surge definitivamente con las guerras inmediatamente posteriores a la implosión de la URSS a partir de la cual se incrementan las guerras injustas provocadas por EEUU, aunque este salto se anunciaba en parte en los cambios del ejército yanqui tras su derrota en Vietnam en 1975 y en la llamada «guerra de las galaxias» de la mitad de la década de 1980. Varias son las características de esta tercera «guerra total»: además de las más recientes y mortíferas tecnologías del exterminio masivo, en las que ahora no nos extendemos. Además, la «industria de la matanza de hombres» ha reindustrializado en las condiciones del siglo XXI la originaria «guerra psicológica» ya practicada en los primeros Estados de la Mesopotamia por ejemplo la «guerra cognitiva» destinada a destrozar lo esencial de la salud humana como es la capacidad de conocer y cambiar la realidad y luchar contra la injusticia, aceptando como propio el pensamiento del opresor. La «guerra cognitiva» es la actualización de las tesis de viejos teóricos reaccionarios de la guerra injusta como Sun Tzu y otros: pudrir y dominar la mente humana, esclavizándola desde dentro.
Pero hay otras dos características aún más importantes en lo que atañe a la dialéctica salud/guerra en este tercer momento o salto cualitativo: no sólo la industria de la matanza de la conciencia humana libre, que es uno de los objetivos de la «guerra cognitiva» sino, sobre todo y en primer lugar, la destrucción planificada de las condiciones de vida y salud de los pueblos a invadir antes de que se haya iniciado la forma estrictamente bélica de la guerra actual: sanciones y castigos económicos y financieros, bloqueos comerciales injustos que restringe todo tipo de bienes básicos, incluido medicamentos y alimentos, que destrozan los derechos de los pueblos hundiendo su economía y su salud, y en segundo lugar, la totalización social de las guerras imperialistas que cubre el proceso entero que va desde la alienación reaccionaria en la primera infancia hasta el negocio mortuorio pasando por las ciencias productivas y por ejércitos privados capitalistas, sin olvidarnos del permanente diluvio propagandístico. Quiere esto decir que la militarización social también es militarización de las conciencias, de la psicología, de los negocios, de la industria, de la ciencia y de la prensa.
DIALÉCTICA DE LA GUERRA/SALUD EN LA ACTUALIDAD
Tras este breve análisis histórico de la dialéctica entre la guerra y la salud, podemos entender mejor lo que está ocurriendo en la actualidad donde los acontecimientos políticos se precipitan de tal modo, provocan cambios y movimientos tan rápidos, que nos obligan a mirarlo en su movimiento interno contradictorio y en su interacción histórica. Cuando nos toca vivir momentos extraordinarios, como vivió Lenin antes de la I Guerra Mundial, el marxismo y el análisis dialéctico resulta de gran ayuda para penetrar en la esencia de sus contradicciones, de sus luchas de clases, y posicionarnos con la amplia clase trabajadora, explotada, en su justa lucha contra las guerras imperialistas. Porque la dialéctica nos obliga a señalar los dos polos antagónicos, como nos preguntábamos al comienzo, ¿la salud para quién?, ¿la guerra de quien y contra quién?, y añadimos ¿son guerras justas o injustas? Quienes las comienzan, ¿son agresivas o defensivas? Insistiendo que las guerras contra la salud, la vida humana y la naturaleza no solo se libran entre estados, sino también en el interior de los estados cuando se enfrentan las clases explotadas a una minoría explotadora.
Mao, que tuvo que enfrentar una titánica lucha revolucionaria contra los invasores japoneses y contra las facciones terratenientes y burguesas aliadas del imperialismo, decía con su sencillez y profundidad características:
La historia conoce solo dos tipos de guerras: las justas y las injustas. Apoyamos las guerras justas y no apoyamos las guerras injustas. Todas las guerras contrarrevolucionarias son injustas; todas las guerras revolucionarias son justas. Con nuestras propias manos pondremos fin a la época de las guerras en la historia de la humanidad, y la guerra que ahora hacemos es indudablemente parte de la guerra final.1
Considerando otro elemento dialéctico fundamental, la relación entre las partes y el todo, donde el todo debe considerarse como esencial en los análisis y los objetivos de la lucha revolucionaria, por la salud de los pueblos y contra la guerra. La importancia de practicar el internacionalismo en apoyo de las luchas revolucionarias y antiimperialistas en los diferentes países porque si no, la gran mayoría de la humanidad será devastada. Qué la lucha heroica de los pueblos en resistencia al bloque imperialista, como el palestino, saharaui, yemení, venezolano o cubano son partes relacionadas de la guerra defensiva contra el imperialismo agresor y su dominación neocolonial en el mundo, paso imprescindible para que la sociedad humana progrese hacia la extinción de las clases, hacia el comunismo.
Como hemos visto, la guerra cognitiva y político cultural es un continuo en la historia de las sociedades de clases y aún más durante el capitalismo hasta la actualidad. Así, vemos como todos los medios oficiales de comunicación, el mismo problema de eludir la lucha de clases en los análisis más allá de su superficialidad. A partir de ahí se sacan conclusiones absurdas y engañosas para justificar sus intereses bélicos y armamentísticos, creando un enemigo ficticio, la amenaza rusa, para ocultar por qué ahora la UE se arma hasta los dientes, siguiendo los dictados del amo, Estados Unidos y la OTAN. A pesar de sus aparentes diferencias, el hecho es que las estructuras económico–financieras que penetran estos estados imperialistas y su poder político cultural están en una profunda crisis global.
Sin embargo, la salud de la clase obrera también se destruye en tiempo de «paz», la «paz» es la tregua entre guerras, sobre todo es el período en el que la guerra social, la lucha de clases siempre activa aunque larvada, parece que ha desaparecido. La salud, el bienestar físico, psíquico y social, lleva siempre en su interior lo contrario, la falta de salud, pero esta unidad de contrarios es temporal y relativa, puede cambiar para bien o para mal junto a los cambios sociales y de la lucha de clases. Hemos comentado en más de una ocasión la incompatibilidad de la salud, de la vida humana y de la naturaleza con el sistema capitalista e imperialista. Nunca podemos estar realmente sanos en una sociedad enferma con un entorno de violencia, injusticia y contaminación. Son en esos polos contrarios y movibles donde nos situamos para afirmar que la salud se pierde ante la barbarie imperialista, y se gana en la construcción socialista.
Una pérdida de salud que estamos presenciando de forma aplastante con el genocidio contra el pueblo palestino. En medio de la muerte y la destrucción de los territorios ocupados en Palestina, también en el Líbano, la resistencia y heroicidad organizada del pueblo palestino y el resto del eje de la resistencia de la región, son brotes de salud que vislumbra un futuro de liberación. En el otro polo de la barbarie imperialista, tenemos la salud socialista, las medidas para la salud obrera en los países socialistas o en tránsito al socialismo, pero también en los países antiimperialistas. La revolución rusa inició el camino, le siguieron China, Cuba y Vietnam. Más de una vez hemos señalado los grandes progresos para la salud de Cuba y Venezuela2 pero hay muchos más y recientes, como los avances en las condiciones de vida y salud de la población de Burkina Faso tras solo dos años del nuevo gobierno3.
En los países capitalistas imperialistas, el Estado es un instrumento de poder al servicio de la burguesía, una minoría que se sostiene por la explotación laboral y social de una amplia clase trabajadora, pero también por el expolio y explotación de la naturaleza. En esta estructura desigual de clases, la clase dominante solo busca el negocio y el beneficio económico, la acumulación de capital, para sobrevivir y continuar perpetuándose. Solo en este contexto se puede entender que la salud del pueblo no es un objetivo de estas sociedades, porque todas las condiciones socioeconómicas, ambientales y culturales reman en sentido opuesto de la salud.
No es solo que los servicios sanitarios, cuando se consigue que sean para toda la población, terminan invadidos por continuas privatizaciones, es que las viviendas accesibles, la alimentación saludable, los empleos dignos y seguros o la conciliación para la crianza de los más pequeños, brillan por su ausencia. La burguesía en el poder sí necesita un mínimo de salud de su población trabajadora para seguir explotándola y obtener plusvalía de su trabajo, para ello no tuvieron más remedio que desarrollar los sistemas de seguridad social que trata de reparar, mal que bien, la fuerza de trabajo y que vuelva a producir adecuadamente para el empresario, las mutuas laborales tienen esa finalidad. La salud popular está encadenada por y supeditada a la ganancia del capital que siempre que puede reduce o suprime el gasto público en salud, privatizándola e industrializándola, tal vez dejando abiertos algunos «centros veterinarios» que tratan al pueblo obrero como una recua de mulas de carga. Sólo la lucha de clases puede impedir la destrucción de la sanidad pública.
¿PORQUÉ EL IMPERIALISMO PROVOCA FALTA DE SALUD, GUERRA Y BARBARIE?
Porque su modo de producción capitalista, especialmente en esta fase avanzada, tiene en su interior contradicciones insalvables, la principal, como demostró con detalle Carlos Marx, se da entre el carácter social de la producción y el carácter privado de la propiedad4. De esta forma, mientras las empresas capitalistas a nivel individual suelen estar relativamente bien organizadas para producir las mercancías que le dan beneficios, se vuelven anárquicas y desordenadas en la producción social, para las necesidades del conjunto de la población. No es solo que no haya organización global que atienda y esté al servicio de esas necesidades, es que la anarquía de la libertad de empresa y de la propiedad privada, hace que grandes corporaciones puedan comprar cachos de ciudades o grandes propiedades de tierras y la población local se queda sin viviendas y sin tierras para cultivar.
De esta manera vemos, que estados capitalistas, como el español, sirven a estas corporaciones con leyes que amparan su propiedad privada. Son muchas las sentencias judiciales en este sentido, donde el derecho de la propiedad privada empresarial prevalece sobre las necesidades básicas de la población local. Así, se permiten los desahucios, las multas a huelguistas (Acerinox), la represión a la ocupación de tierras baldías, la puesta a la venta del humoso a un precio que solo los fondos buitres pueden comprar, unos terrenos que de forma cooperativa atiende a toda una población como Marinaleda. La lista es interminable, en la Comunidad de Madrid, la compra de viviendas sociales por fondos buitres o la desatención mortal a miles de mayores residentes que murieron en cruel soledad familiar y social5. La compra al mejor postor de patrimonio, industrias y tierras se extiende por todo el estado6, no importan las condiciones de explotación de la clase trabajadora, el desempleo en el campo y la ciudad, la falta de viviendas, la salud de las personas, prevalece la sacrosanta propiedad privada.
En términos de relaciones de clase, esta contradicción se manifiesta en la que existe entre la burguesía y el proletariado, entre la clase explotadora y explotada. Marx también mostró el carácter universal de la contradicción entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción en las sociedades de clases. La intensificación de la producción pero con la propiedad en unos pocos burgueses, mientras que la amplia clase trabajadora, mano de obra de la producción, viven en precarias condiciones socioeconómicas. Estas relaciones de producción injustas y contradictorias es otro elemento motor de la lucha de clases. Todos estos elementos explican las crisis cíclicas, que desde la segunda mitad del siglo XIX, tras el desarrollo industrial de Europa occidental, son crisis de superproducción.
En estas crisis, la oferta de productos es mayor que su compra o demanda ya que la amplia mayoría de la población vive en unas condiciones que les impide comprar bienes básicos como una vivienda o una alimentación equilibrada para sus pequeños. Para aumentar el consumo las empresas compiten entre ellas y bajan los precios, en este proceso solo las empresas más grandes sobreviven, mientras que las medianas y pequeñas tienen que cerrar, con los despidos consiguientes. El aumento del desempleo disminuye aún más la demanda, los derechos laborales se endurecen, aumenta la reacción y la expansión imperialista por nuevos territorios que explotar. A la mayor concentración del capital financiero, industrial y agrícola se incluye otro mecanismo para solventar sus crisis, el desarrollo del capital ficticio, salvavidas provisional porque más temprano que tarde requiere certezas productivas. Todo ello bajo el «paraguas» del dólar, pero éste cada vez se topan con el progreso de las monedas del bloque de los BRICs+ (Brasil Rusia, India, China y Sudáfrica, entre otros), que hacen la mayoría de sus transacciones en sus monedas ante los bloqueos y sanciones injustas que sufren por parte del bloque imperialista.
La expansión imperialista en busca de nuevos territorios para obtener materias primas y mano de obra barata, también mercados para los productos y lugares donde invertir capitales, es una vía imprescindible para salvarse de sus crisis. Una expansión que desde el colonialismo les ha sido necesaria y desarrolló una industria militar que le ha permitido invadir territorios o imponer su hegemonía. Cuando la crisis del capitalismo imperialista se desborda y todos estos mecanismos de contención no sirven se acelera la maquinaria de la guerra a un nivel que, como en las anteriores guerras mundiales, produce grandes beneficios a las corporaciones del sector. La prioridad será invertir más en armamento y todo lo necesario para mantener a los ejércitos, las necesidades básicas de la población civil, para su salud y bienestar, se dejarán aún más de lado. Las guerras imperialistas en distintas partes del mundo empiezan a confluir y a afectar al mismo corazón del imperialismo y a sus propios intereses internos.
Pero la población de los países imperialistas no está acostumbrada a morir para sus élites, los ejércitos estatales y privados no son suficientes, necesitan más “carne de cañón” y más dinero para la guerra. Por eso es tan necesario no solo el rearme militar sino el psicológico, promover el miedo hacia un enemigo ficticio, ficticio para el pueblo pero muy real para las élites. El racismo se agudiza, desde la islamofobia en las últimas décadas que se acompañaron de invasiones y agresiones en Libia, Siria, Iraq, Afganistán, Palestina o Yemen, hasta la rusofobia actual para que la población rechace a un pueblo amigo como el ruso y lo vean como un posible agresor. No solo, también contra Cuba y Venezuela, o contra China.
Los Estados imperialistas, como centralizadores del poder de sus corporaciones, serán los encargados de promover la militarización, el rearme y la guerra a través de la cultura del miedo y la represión sobre las clases explotadas al interior y exterior de sus países. No solo militar, también político-cultural, potenciar la homogenización burguesa, alienada, su cultura mercantilista y fetichista de la mercancía que impide y destruye la diversidad cultural de los pueblos7. Esta guerra político cultural también se intensifica a través de la propaganda de manipulación psicológica, donde el enemigo a batir son otros pueblos de culturas diferentes a la supuesta superioridad cultura occidental, el jardín frente a la selva.
Volviendo a las causas de las guerras y a la pérdida de la salud popular, la historia nos muestra cómo las crisis inherentes al capitalismo monopolista conducen a grandes guerras imperialistas. Cada una de ellas en su contexto histórico, no es lo mismo la crisis de 1929, preludio de la II Guerra Mundial (II GM), que la crisis de 2007-2008 preludio del golpe de estado en Ucrania para su entrada en el OTAN, o de la intervención de ésta organización en Libia, Siria y Afganistán, además de las guerras comerciales contra Irán y China hasta llegar a la actual situación prebélica mundial. Crisis y sus consecuencias que adquieren formas diferentes en cada época analizada. Pero no solo son las contradicciones internas que hemos tratado de exponer muy brevemente lo que conducen a las grandes guerras, también debemos considerar su interrelación con elementos externos que condicionan su desarrollo.
Actualmente, el bloque imperialista encuentro muros infranqueables a sus ansias de expansión territorial, como lo están intentando con Rusia a través de Ucrania. La emergencia de potencias económicas, como la propia Rusia y, sobre todo, China; el que sus antiguas colonias se desmarcan de sus antiguas metrópolis como ocurre en los países del Sahel; la fortaleza que representa países que se liberan y resisten al imperialismo, como Cuba, Nicaragua y Venezuela en Nuestramérica, o Irán, Yemen, Corea del norte y Vietnam; la alianza de los BRICs+, especialmente la alianza militar de China, Rusia e Irán, a lo que seguramente se unirán otros países. Todo ello supone un freno incuestionable a la expansión del bloque imperialista y sabe que su tendencia al retroceso en el mercado y en la competencia mundial se ve agravada por la tendencia al avance de Eurasia.
La distancia entre los dos polos enfrentados se agranda y lo que se llama Occidente, incluyendo Oceanía, no tiene más remedio que acortar de algún modo esas distancias para, llegado el momento, extender la guerra al corazón de Eurasia. Es su única salida, la militarización y la guerra, que se acompaña de un proteccionismo económico y comercial para potenciar una maquinaria de guerra propia. Una militarización que es más peligrosa que nunca por el mayor nivel tecnológico alcanzado en armas mortíferas y destructoras. La salud de la humanidad es, como siempre, la primera y la última víctima de esta lógica irracional hacia la destrucción de las fuerzas productivo/reproductivas.
COMO CONCLUSIÓN
Hemos visto muy brevemente en grandes fases históricas la dialéctica guerra/salud, que no solo de la vida humana, también del planeta. Esta perspectiva histórica de la formación de las sociedades de clases y su interacción con las guerras y la perdida de salud, nos ha permitido analizar desde el marxismo y la dialéctica las causas de las guerras injustas, imperialistas, porque necesita grandes guerras destructivas. Porque en plena crisis de superproducción la inversión en la guerra y la muerte suponen lucrativos beneficios a las corporaciones del sector. Qué solo con la guerra y la violencia puede intentar expandirse a grandes territorios de enormes riquezas, como Rusia y China. La posibilidad de una vez arrasado todo, y si ganan, suponen lucrativos negocios de la reconstrucción, esto lo estamos viendo en Valencia donde las grandes empresas inmobiliarias, algunas denunciadas por corrupción, harán negocios en la reconstrucción de la zona arrasada por la Dana. La destrucción de fuerzas productivas/reproductivas, excedentes de población para el imperialismo. De hecho es lo que hacen siempre mediante el desempleo y el paro, el terrorismo laboral y la privatización de la salud, mediante el empeoramiento de las condiciones de vida de la clase obrera, mediante los asesinatos parciales o masivos de seres humanos, etc.
La salud es así, por ello mismo, el objetivo esencial y definitivo del capital para salir de sus crisis, y cuanto mayores y más graves sean estas, más feroces serán los ataques a la salud y a la vida. Por eso, en cada nación y pueblo, la lucha contra las guerras imperialistas y por la salud forman las dos caras de la misma moneda. Qué en esta lucha contra sus guerras debemos considerar la situación internacional de agresiones y guerras del bloque imperialista (EE.UU., y sus aliados) al bloque antiimperialista conformado por los BRICs+. Recalcamos la naturaleza injusta y agresora de un bloque y la justa y defensiva del otro, aunque siendo conscientes de sus diferencias internas, suponen la contradicción principal en el ámbito mundial. Que dentro de cada país la lucha de clases deberá delimitar las clases antagónicas, la burguesía y el pueblo trabajador, y sus posibles alianzas, y que dentro de cada uno de estos bloques hay contradicciones, oposiciones y diferencias que, en esa movilidad de contrarios opuestos, algún país de un bloque puede llegar a pasar al otro o que se de la posibilidad de alianzas cruzadas.
La intensificación exponencial del gasto militar actual de una parte importante de este bloque agresor, la UE, siguiendo las exigencias del amo, Trump, se acompaña de mayor precariedad de la clase trabajadora y refuerzo de la represión, más allá de una posible guerra mundial. Esta situación bélica y represiva nos exige organización para defendernos de los envites, no hay otra forma, “Solo el pueblo organizado salva al pueblo”, ayudarnos en colectivo y enfrentar sus guerras con nuestra cultura comunal. La lucha contra las guerras imperialistas resulta esencial para el mantenimiento de la paz y la salud de los pueblos, de la vida en el planeta, como un primer paso necesario para acercarnos al socialismo y que el imperialismo y su barbarie, solo sea recordado como un mal sueño. Pero se trata del primer paso, ya que de inmediato, mejor decir desde ahora mismo, debemos empezar la lucha por la salud socialista, para mostrar que existe otra concepción de la salud, la socialista.
CONCEPCION CRUZ ROJO
IÑAKI GIL DE SAN VICENTE
ANDALUCIA – EUSKAL HERRIA 15 de abril de 2025
1 Mao, T.T., Obras escogidas. Tomo I. Editorial Fundamentos, Caracas – Madrid, 1974. p. 197.
2 Cruz Rojo, C e Gil de San Vicente, I., Lenin y la Dialéctica, más vigentes que nunca. La Dialéctica de la Naturaleza, Boltxe, Bilbo. 2024. pp. 291-295.
3 J.K. Sidwaya, Burkina Faso. Hacia una nueva política económica, 2 de abril de 2025. https://www.resumenlatinoamericano.org/2025/04/02/burkina-faso-hacia-una-nueva-politica-economica/
4 Marx: Prólogo a la Contribución a la Crítica de la Economía Política 1859. https://www.marxists.org/espanol/m-e/1850s/criteconpol.htm
5 Alberto Pozas: «Siete familias de ancianos muertos en residencias de Madrid vuelven al juzgado que investiga los protocolos de Ayuso». 5 de mayo de 2024. https://www.eldiario.es/madrid/siete-familias-ancianos-muertos-residencias-madrid-vuelven-juzgado-investiga-protocolos-ayuso_1
6 Guerra, M. «Los ricos extranjeros ponen sus ojos en el norte de España» 31/03/2025. https://elpais.com/economia/2025-03-31/los-ricos-extranjeros-ponen-sus-ojos-en-el-norte-de-espana.html
7 Gil de San Vicente, I., La represión en la guerra político-cultural, 12/03/2024, https://boltxe.eus/2025/03/la-represion-en-la-guerra-politico-cultural/