“Israel [es] una nación necrófila, obsesionada y poseída por la muerte y, particularmente por los campos de exterminio del Holocausto, incapaz de comprender la atrocidad y, sin embargo, lo suficientemente capaz de usar y abusar de sus recuerdos en nombre de sus objetivos políticos”. –Ilan Pappé, La idea de Israel. Una historia de poder y conocimiento, Akal, Madrid, 2014, p. 214.
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Estoy al frente de una librería, de las pocas que quedan en Bogotá, y como acostumbro desde hace años me detengo a mirar las novedades que se ofrecen en las vitrinas de vista a la calle. Algo me llama la atención de inmediato: aparecen decenas de libros sobre el Holocausto nazi contra los judíos durante la Segunda Guerra Mundial. Me genera cierta sospecha el hecho, porque estamos en 2024, en pleno genocidio del Estado de Israel contra los palestinos. Miro con más cuidado a ver si encuentro algún libro sobre ese genocidio en curso. No hay ninguno.
Esa proliferación de literatura sobre los nazis, la II Guerra Mundial y los judíos despierta mi curiosidad. Ingreso a la librería y en los primeros estantes que encuentro, donde se muestran los libros más recientes, figuran decenas de textos sobre el Holocausto. Hay de todo: historia, memorias, novelas, crónicas, testimonios, ensayos, análisis historiográficos, estudios sociológicos… Los libros versan sobre niños, mujeres, homosexuales, ancianos… que fueron perseguidos por los nazis y el epicentro espacial se circunscribe a lo que sucedió en los territorios europeos ocupados por los ejércitos hitlerianos en Polonia, Checoslovaquia y otros países de Europa Central y del Este. Un tema que sobresale es el de los campos de concentración, especialmente Auschwitz. No hay ningún libro, que por lo menos se vea a primera vista, sobre la invasión alemana a la Unión Soviética ni sobre los crímenes allí cometidos.
Una característica de esta exhibición y propaganda bibliográfica estriba en que los libros han sido escritos y publicados recientemente, gran parte de ellos entre 2022 y 2024. Claro, se ven algunos títulos muy conocidos, tales como las obras de Primo Levy o el Diario de Ana Frank.
Para la muestra un botón de algunos de los títulos de esos libros que pude ver en directo: El fotógrafo de Auschwitz; El Holocausto rosa; Las 999 mujeres de Auschwitz; La chica que escapó de Auschwitz; Mi abuela estuvo en Auschwitz; El pintor de Auschwitz; Sobreviví al Holocausto; Para entender el Holocausto; Huyendo del Holocausto; Breve historia del Holocausto; El misterio del Holocausto revelado; Representar el Holocausto; El niño con el pijama de rayas; El diario de Helga. Testimonio de una niña en el campo de concentración; Suerte. Escape del Holocausto; Preguntas que me han hecho sobre el Holocausto; Memorias de un historiador del Holocausto…
Y esta solo es una muestra pequeña pero representativa de la profusión bibliográfica que se nota por estos días sobre los judíos y el Holocausto. Adentro de la librería no se observan libros sobre los palestinos, que estén por lo menos exhibidos a la luz pública, y si se les pregunta a los libreros sobre Palestina y el genocidio en curso dicen que no hay mucho que mostrar.
A partir de esa segmentación bibliográfica, uno se formula una inquietud: ¿Es pura casualidad que mientras el estado sionista de Israel asesina brutal y masivamente a los palestinos (incluyendo niños, mujeres y ancianos) abunde la literatura sobre el Holocausto de los judíos durante la Segunda Guerra Mundial? He ahí la cuestión central, que no puede pasar desapercibida, porque revela mucho del poder del lobby sionista a nivel mundial, incluyendo su control de la industria editorial, de la prensa y de los medios de propaganda escritos y visuales.
Al ver esa avalancha de libros sobre el tema señalado, una cantidad apabullante si se les compara con el genocidio de los palestinos, de los que no hay libros que aparezcan en los escaparates de la librería, no se necesita tener una actitud conspirativa o paranoica para entender que eso no es casual, sino que responde a una campaña de propaganda bien orquestada. En esa campaña participan conscientemente autores, investigadores, escritores, editoriales, periódicos que tienen como objetivo principal mostrar a los judíos como las eternas víctimas y exponer, en forma morbosa y casi pornográfica, lo acontecido durante la Segunda Guerra Mundial como un caso único e irrepetible.
El Holocausto es una industria bien aceitada del lobby sionista que funciona a diario y adquiere especial relevancia pública en momentos en que las acciones bélicas de Israel son más atroces y evidentes, como sucede hoy. De la misma manera que la máquina asesina de Israel bombardea y mata a diestra y siniestra, la industria cultural y bibliográfica del Holocausto dispara ráfagas de auto victimización y tergiversación histórica, para ocultar y justificar los crímenes contra los palestinos.
En ese terreno no hay que ser ingenuos y suponer que es pura casualidad cronológica que en el mismo instante en que Israel masacra a los palestinos se produzca una explosión bibliográfica sobre el Holocausto y el sufrimiento de los judíos durante la Segunda Guerra Mundial. Por el contrario, esa es otra acción genocida del lobby sionista del mundo occidental, que se lleva a cabo en forma complementaria a las acciones criminales que sobre el territorio palestino libran los nazisionistas. En este caso se abusa de la historia y de la memoria para perpetrar un crimen similar en el presente al que se pretende, en forma unilateral y manipulada, denunciar en el pasado.
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Si los judíos son presentados como las víctimas por excelencia, lo cual debe generar empatía y compasión hacia ellos, el Estado sionista de Israel ‒que se autoproclama abusivamente como el representante de todos los judíos del mundo‒ aparece también como una víctima que es acosado y atacado por los “antisemitas” del mundo entero, los gentiles que son los enemigos eternos de los judíos. En estas condiciones, el genocidio actual se presenta como un derecho de Israel a defenderse de los terroristas árabes y evitar que los sionistas sean expulsados de la Palestina que tienen invadido brutalmente desde hace un siglo.
En este caso puede decirse que una de las funciones de la Industria del Holocausto, es decir, de ese negocio sionista para victimizarse y obtener jugosos réditos, consiste en abusar de la historia para emplearla como carta de justificación de los crímenes que hoy realizan en vivo y en directo. Estos crímenes son negados, aduciendo que corresponden a un acto defensivo para impedir que se repita un “Segundo Holocausto” que, según asesinos de la talla de Benjamin Netanyahu (Primer Ministro de Israel) e Isaac Herzog (Presidente de Israel), fue lo que ocurrió con el legítimo ataque de Hamas el 7 de octubre de 2024.
Una particularidad de la literatura que prolifera hoy sobre el Holocausto radica en que se produce, principalmente, en Europa occidental y es escrita por autores europeos. Un hecho que nos remite a dos cosas que están estrechamente ligadas: una, la culpa de los europeos (a la cabeza de los cuales están los genocidas alemanes) que lavan los crímenes de Israel, los apoyan y los respaldan, queriendo de esa forma limpiar su pasado de colonialistas y criminales; y, otra, justificar en forma tácita el apoyo actual que la Unión Europea en su conjunto brinda al genocidio que perpetra Israel.
No sorprende que en Europa occidental prospere esa literatura sobre el Holocausto, porque allí mismo se criminaliza a todo aquel que ose criticar al sionismo asesino y se hace una abierta apología del Estado de Israel, al que se llega a calificar como una “mansa paloma” que solo actúa contra sus eternos agresores, sus enemigos históricos que estarían en el mundo árabe.
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No entramos a considerar si los libros sobre el Holocausto son buenos o malos, ni tampoco se trata de decir que el tema del genocidio perpetrado por los nazis no sea importante como objeto de conocimiento y no sea un asunto crucial en términos históricos y políticos. No se trata de eso, sino del oportunismo explicito en la profusión bibliográfica sobre el Holocausto, mientras el genocidio de los palestinos por parte de Israel prosigue sin pausa. El fin es exaltar el Holocausto y presentarlo como un hecho único en la historia y negar simultáneamente el genocidio que realiza el Estado de Israel; un Estado terrorista que se reclama heredero y representante natural de las muertos del Holocausto, cuyas prácticas genocidas no tienen nada que envidiarles a los nazis y a la solución final de Hitler, sus auténticos maestros en matar, torturar y masacrar.
Una cosa que debe quedar clara es que gran parte de los hechos que aparecen en la literatura señalada son ciertos, porque evidentemente durante la Segunda Guerra Mundial existió un genocidio amplio de muchos pueblos y grupos humanos, incluyendo a los judíos. Lo que llama la atención es que solo se hablé de una parte de ese genocidio, el de los judíos, pero no se nombre los otros genocidios, de los gitanos, los comunistas, los eslavos, los soviéticos, como si no hubieran existido. Esto supone darle una connotación sagrada, única, exclusiva e irrepetible al genocidio de los judíos lo cual se resalta con la invención del término “Holocausto” con mayúsculas, vocablo del cual se abusa hasta el hastío, mientras el genocidio de los otros pueblos ni se menciona. Así, se reduce la Segunda Guerra Mundial a la “cuestión judía” y se deja de lado el sentido del proyecto nazista, de expansión colonial en Europa del Este y de esclavización de sus habitantes, y no solo de los judíos.
Pero sacar a relucir ahora esos crímenes contra los judíos, vistos en forma extremadamente parcial y segmentada, tiene un sentido profundo, que no puede olvidarse: justificar de manera velada el genocidio del pueblo palestino. En esa dirección, se quiere atiborrar a los potenciales lectores, y de entrada con los propios títulos de las obras, con el argumento falaz de que las únicas personas que han sufrido en el siglo XX han sido los judíos y por eso Israel tiene derecho a existir. Y su pretendido derecho a existir supone que los gobiernos de Europa occidental y Estados Unidos, por supuesto, respalden el genocidio de los palestinos. Nada mejor, entonces, que la disonancia cognitiva de índole bibliográfica (esto es, mirar para otro lado, a los libros sobre el “Holocausto”, mientras masacran a niños y mujeres en Gaza y Cisjordania) que en el fondo implica rendir un culto reaccionario del pasado (en este caso del llamado Holocausto) y ocultar los crímenes de Israel en el presente.
Además, entre líneas y visto con sutileza, esta es otra forma de genocidio cultural, puesto que en las librerías también se mata a los palestinos, porque allí escasamente figuran libros alusivos a ellos, al tiempo que se exalta a los genocidas sionistas, en esta ocasión con la profusión de obras sobre los crímenes nazis, como si no fueran similares a las atrocidades que a diario comete Israel, que lleva a cabo el peor genocidio de lo que va corrido del siglo XXI. Bien lo ha dicho el escritor israelí Boas Evron: “La conciencia del Holocausto [es en realidad] un adoctrinamiento propagandístico oficial, una producción masiva de consignas y falsas visiones del mundo, cuyo verdadero objetivo no es en absoluto la comprensión del pasado, sino la manipulación del presente”.
En resumen, se abusa de la memoria del Holocausto y se pretende borrar la historia y las huellas del genocidio de Israel, y para eso nada mejor que auspiciar libros sobre la Segunda Guerra Mundial y los judíos y dejar de lado el estudio, conocimiento y denuncia del genocidio nazisionista de Israel.