Unas 140.000 personas (el 80 por ciento son mujeres) ponen un plato de comida diario para millones sin recibir ni salario ni remuneración por semejante acto de solidaridad.
«Normalmente, venía gente a buscar comida porque no tenía trabajo, pero hoy vienen personas con trabajo al que no les alcanza». Este testimonio, recabado por teleSUR en uno de los comedores sostenidos por la Unión de Trabajadores de la Economía Popular (UTEP) en la Villa 21-24, puede multiplicarse por millones en todo el país, donde el 55.5 por ciento de la población vive en la pobreza y el 17.5 por ciento en la indigencia.
Argentina se desvela por el pan. La de Javier Milei, por esconderlo en galpones para que se pudra; la de la periferia empobrecida, por multiplicarlo.
En el Registro Nacional de Comedores y Merenderos Comunitarios (RENACOM) figuran 44.314 comedores, una cifra que no incluye a los miles de espacios nacidos fuera de la asistencia estatal para contener el galopante aumento de la pobreza y la indigencia en Argentina. Esto implica que al menos 140.000 personas (el 80 por ciento son mujeres) ponen un plato de comida diario para millones sin recibir ni salario ni remuneración por semejante acto de solidaridad. Si el hambre es un crimen, este hoy es doblemente agravado por la decisión del Gobierno de cortar los envíos de alimentos.
A esta cifra se suman más de 15.000 comedores escolares. Cerca de dos millones de niños y adolescentes concurren a sus escuelas para comer o retirar una vianda. En este contexto, el Gobierno de la provincia de Buenos Aires criticó al Ministerio de Capital Humano de la Nación por transferir el Servicio Alimentario Escolar (SAE) a la órbita de la Secretaría de Educación, una decisión “unilateral e intempestiva” que perjudica el funcionamiento de este programa esencial. Ante esta situación, el gobernador bonaerense, Axel Kicillof, anunció que destinará 600 millones de pesos mensuales a los comedores escolares. Acusó a la administración de Milei de «ausencia, abandono y deserción» y destacó el “esfuerzo del Gobierno provincial para apoyar, acompañar y defender a las familias y a los trabajadores”.
Al ritmo desbocado de una inflación que, en los primeros 180 días de gobierno, acumuló un 83.3 por ciento, licuando salarios y jubilaciones, el Banco Central informó que se cerraron 275.000 cuentas sueldos. Es decir, 275.000 personas perdieron su empleo. Otra legión de familias que acudirán a los comedores.
Jocosamente, el presidente Milei dijo que la ministra de Capital Humano, Sandra Pettovello, era «la mejor ministra de la historia», pero la opinión pública opina lo contrario. Según la consultora Zuban Córdoba, el 59 por ciento considera que esta debe renunciar por la escandalosa retención de cinco millones de kilos de alimentos reclamados reiteradamente por los comedores para paliar el hambre en los barrios.
El Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina dio una cifra imposible para un país productor de alimentos: más de 25 millones de personas son pobres y 10 millones no llegan a cubrir sus necesidades más elementales. Son los peores índices sociales desde 2002. Milei, cuyo nombre es Hambre, lo hizo.