Por: Gabriel Ignacio Gómez, profesor titular, Facultad de Derecho y Ciencias Políticas UdeA
«... Las humanidades y las artes incentivan el pensamiento crítico y, en tal sentido, en lugar de aceptar dogmas irrefutables, interpela el conocimiento existente, sospecha del poder, interroga nuestras condiciones de vida e indaga por nuevas miradas del mundo....»
Hace unas pocas semanas se suscitó un debate en redes sociales con ocasión de un mensaje de Twitter en el cual un profesor de cátedra de economía sostenía que la Escuela de Artes y Humanidades (EAH) de la universidad en la cual imparte clase, había causado mucho daño a dicha institución y a la sociedad, por generar, supuestamente, “sentimientos anticapitalistas y antiliberales”. Días después, en una columna de
opinión, el mismo profesor reiteraba su malestar en contra de la EAH y los “rellenos” por su responsabilidad en los resultados electorales pasados1.
Cuando se observan las múltiples falacias argumentativas basadas en la generalización, las falsas causalidades, el reduccionismo y la construcción de un enemigo imaginario, así como los efectos nocivos de la violencia simbólica que genera estas afirmaciones, el mensaje del mencionado profesor, se convierte, paradójicamente, en una elocuente demostración de la necesidad de profundizar la formación en humanidades en las instituciones educativas, especialmente en programas que se consideran técnicos.
Por razones de espacio me detendré solamente en dos asuntos: en primer lugar, el desprecio por las humanidades y el pensamiento crítico y, en segundo lugar, el daño que genera la estigmatización en una sociedad intolerante.
Con respecto al primer aspecto, quisiera retomar el llamado de atención que la filósofa norteamericana Martha Nussbaum expone en su libro Sin fines de lucro2. De acuerdo con Nussbaum, desde hace años se ha venido presentando una crisis silenciosa en la educación consistente en el desprecio por las humanidades y el interés por promover reformas inspiradas en una concepción restrictiva de la educación que solamente hace énfasis en el entrenamiento técnico y en la generación de renta. Nussbaum resalta la importancia de las humanidades y las artes en la educación porque estas nos enseñan a valorar la diversidad de la experiencia humana, a cultivar sentimientos morales de empatía sobre el sufrimiento de los demás y a comprender otras formas de vida.
Las humanidades y las artes incentivan el pensamiento crítico y, en tal sentido, en lugar de aceptar dogmas irrefutables, interpela el conocimiento existente, sospecha del poder, interroga nuestras condiciones de vida e indaga por nuevas miradas del mundo. Así, cuando leemos una novela, asistimos a una obra de teatro o vemos una buena película, nos acercamos a otras realidades y nos transformamos como seres humanos.
Por el contrario, cuando reducimos la educación a un entrenamiento para el trabajo y la producción, terminamos formando sujetos unidimensionales y dóciles frente al poder, cuyas prioridades se reducen a maximizar resultados y a concebir a los seres humanos como medios para la consecución de metas económicas.
Un segundo aspecto sobre el cual quisiera llamar la atención, es la estigmatización. Con sus mensajes, este profesor, no sólo desconoce el aporte que la EAH ha hecho a la ciudad y a la región, sino que retroalimenta el ambiente de polarización política en nuestra sociedad. Esto es aún más grave cuando se tiene en cuenta la existencia de amenazas en contra de profesores y estudiantes de la mencionada institución3.
Expreso mi más firme rechazo a estas amenazas y manifiesto mi solidaridad con quienes se han atrevido a alzar sus voces pacíficamente en contra de las injusticias sociales.
La estigmatización consiste precisamente en la construcción de un imaginario negativo en contra de quien piensa diferente. Tal como lo ha planteado la Comisión de la Verdad en su informe final, es necesario desmontar los lenguajes polarizadores y la estigmatización si queremos construir una sociedad capaz de transformar sus conflictos y sus diferencias mediante la palabra y el diálogo4.
En un bello ensayo titulado El peligro de la historia única, la escritora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie5 advierte el riesgo de caer en el prejuicio sobre “los otros” y nos invita a escuchar las historias de quienes nos pueden parecer extraños. Para Adichie, solo en la medida que estemos dispuestos a superar la tentación de la “histórica única”, podremos aprender sobre los valores, conocimientos y experiencias de quienes tienen vidas diferentes.
Volviendo al incidente que motivó este artículo, no creo que el problema radique en las humanidades. Por el contrario, la opinión en cuestión demuestra, no sólo una reducida concepción de la educación, sino también una precaria formación democrática. Invito más bien a los sectores educativos a promover una firme defensa de las humanidades y las artes como una manera de transformar las violencias simbólicas y estructurales que, como se ha visto, aún persisten en nuestra sociedad.
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1 Ver, https://www.elcolombiano.com/opinion/columnistas/un-trino-provocador-y-un-debate-
necesario-KI19004806
2 Nussbaum, Martha. (2012). Sin fines de lucro. Buenos Aires: Katz editores.
3 Ver, https://www.elespectador.com/educacion/no-paran-las-amenazas-de-muerte-a-estudiantes-y-
profesores-de-la-eafit-de-medellin-noticias-hoy/
4 Comisión de la Verdad. (2022). Informe Final. Disponible en: https://www.comisiondelaverdad.co/hay-
futuro-si-hay-verdad.
5 Adichie, Chimamanda. (2018). El peligro de la historia única. Barcelona: Random House.