Aunque su rostro no esté presente en la iconografía y aunque hayan hecho falta casi 200 años para que la historiografía se ocupara de reivindicar su gesta, es un hecho que las mujeres fueron pieza clave para lograr la independencia. Un ejemplo claro es Carabobo.
Hacer justicia con la participación de las mujeres en la guerra de independencia es aún una asignatura pendiente de la historiografía nacional; empero, a la luz de nuevas investigaciones realizadas con una mirada crítica, de colonial e insurgente, poco a poco se ha ido develando lo axiomático: que el género femenino no solo estuvo presente, sino que cumplió un papel vital para lograr el objetivo de la emancipación.
En primer lugar, porque está comprobado que la mujer empuñó las armas y estuvo en el campo de batalla; y en segundo lugar, porque al igual que lo sigue haciendo hoy, las féminas se ocuparon tras bastidores de las labores de cuidado que daban sostén a toda la estructura que abanderaba el proyecto. Todo esto a pesar de que su rostro haya sido invisibilizado del relato y de la iconografía oficial y que tan solo algunos nombres hayan sobrevivido a ese empeño por construir una epopeya solo llena de héroes masculinos.
Un ejemplo emblemático es la Batalla de Carabobo. A propósito del bicentenario de esta gesta patriota propicio es subrayar cómo las mujeres tuvieron voz, formaron parte ejerciendo tareas medulares y cómo su empeño y arrojo tributaron a la victoria. ¿Participaron mujeres en la acción que selló la independencia? Veamos qué dice la historia hoy.
Heroínas en el campo
Se cumplía casi medio siglo de la Batalla de Carabobo, el 21 de junio de 1870, cuando apareció esta reseña publicada por la prensa colombiana La Ilustración, titulada La memorable Batalla de Carabobo de 1821. Recuerdo de esta jornada, muy gloriosa para las armas republicanas bajo la bandera colombiana, en la cual se detalla:
“El 23 se previno en orden general la mayor decencia o lujo posible en el vestido; y se dispuso que quedaran allí los equipajes, y como doscientas mujeres que acompañaban el ejército, dejando el ganado necesario para racionarlas hasta que pudieran reunirse a sus maridos. Esta precaución no fue bastante para estorbar que entre los muertos en la batalla se encontraran dos mujeres vestidas de hombre”.
Es uno de los pocos testimonios que hablan de las mujeres activas dentro del campo de batalla en Carabobo. Si se tiene la disposición para indagar más allá de los relatos heroicos sobre Bolívar, Páez o el Negro Primero, otras fuentes emergen.
Por ejemplo, sobre la disposición de las féminas a tomar las armas en pos de la emancipación hay evidencias muy anteriores, contemporáneas al suceso histórico e incluso en primera persona. Por ejemplo, la carta suscrita en 1811 por veinte damas barinesas al gobernador de la provincia pidiendo su incorporación a las labores bélicas. En esta misiva las damas reclaman:
“Nosotras revestidas de un carácter firme y apartando a un lado la flaqueza que se nos atribuye, conocemos en el día los peligros a que está expuesto el país, él nos llama a su socorro y sería una ingratitud negarle una vida que sostiene. El sexo femenino, señor, no teme los horrores de la guerra: el estallido del cañón no hará más que alentarle, su fuego encenderá el deseo de su libertad, que sostendrá a toda costa en obsequio del suelo patrio. En esta virtud y deseando en el servicio, para suplir el defecto de los militares que han partido a S. Fernando, suplican a V. E. Se sirva tenerlas presente y destinarlas a donde le parezca conveniente, bajo el supuesto de que no omitirán sacrificios que conciernan a la seguridad y defensa”.
Cuidadoras de la vida
No obstante, es de vital importancia revalorar el trabajo de las mujeres en la independencia más allá de sus labores asociadas al combate bélico, que como vemos, sí existió. Y es que así como todavía hoy el trabajo doméstico no es reivindicado, pero es el que sostiene la vida en sociedad, igualmente ha sucedido con los grandes acontecimientos históricos, y la guerra de independencia y la Batalla de Carabobo no son la excepción.
Son amplias las menciones a las labores como enfermeras, curanderas, lavanderas, costureras, cocineras, parteras, entre otras ocupaciones relacionadas con el cuido y la logística que ejercieron las mujeres que iban junto al ejército, en muchos casos siendo estas las esposas, madres, hijas, hermanas y sobrinas de los militares combatientes, en un ejército variopinto que lo mismo incluía a blancos pudientes como a mestizos y negros.
Lo cuenta Inés Quintero en su libro La Palabra Ignorada. La mujer: testigo oculto de la historia de Venezuela, quien se refiere a la historia de Dominga Ortiz de Páez, esposa de José Antonio Páez.
Relata Quintero cómo desde que Páez tomó las armas, así como él lideraba a los soldados en el campo de batalla, Dominga lideraba al ejército de mujeres y hombres dedicado a las labores de sostén y bastimento, en largas campañas de vida nómada por los llanos llena de precariedades. Y también se hizo de la vanguardia cuando su esposo requirió de su apoyo, incluso liberándolo de la cárcel en arriesgadas misiones de rescate.
“La estadía en los Andes se prolongó durante casi todo el año de 1814. Dominga y muchas otras mujeres acompañaron a las tropas de un sitio a otro, de campamento en campamento: cargaban con sus hijos, servían de apoyo en la retaguardia, consolaban a los heridos, curaban a los enfermos y se alimentaban con lo que hubiese; mientras, se libraban los combates en diferentes lugares de los Andes: en Bailadores, en el páramo de Mucuchíes, en los alrededores de Mérida”, recoge Quintero.
Ciertamente hubo pelotones de troperas y soldaderas, como las llamaron. También hubo mujeres espías, mujeres correo, mujeres financistas y mujeres en la resistencia civil. Pero necesario es reivindicar a las obreras de lo doméstico, las que garantizaban el pan, el vestido, la higiene, la salud, así como la reproducción y persistencia de la vida, sin quienes el resto de la lucha no se hubiese podido consumar. Es la historia que se repite mil veces.
Preguntar lo obvio
La historiadora Anabel Díaz subraya que para hacer cualquier análisis sobre la participación femenina en Carabobo primero es necesario entrar al océano del pasado con una mirada desprejuiciada y dispuesta a dejar a un lado la perspectiva colonial, que en este caso se configura desde el patriarcado, para así elaborar nuevas hipótesis a la luz de otro paradigma.
Díaz detalla cómo está ampliamente documentado que las mujeres en la colonia tenían un papel activo dentro de la sociedad en acciones de índole política y económica, y esto no solamente en lo referente a las castas pudientes sino además a los sectores pardos y negros. Así que para esta estudiosa la interrogante sobre si las féminas participaron en la independencia es preguntar lo obvio, y constituye el primer cuestionamiento que debemos hacernos antes de sumergirnos a investigar en el tema. Suponer que la mitad de la población no participó en un acontecimiento que movió los cimientos sociales es ya de por sí asumir una postura viciada, valora.
“No hubiese resistido Venezuela si las mujeres de Venezuela no hubiesen decidido resistir en la guerra de independencia. Son las mujeres las que toman un papel fundamental y están involucradas en el proceso desde las primeras ediciones, desde las primeras conspiraciones. Y entonces vemos a Joaquina Sánchez. Ah, pero ¿vamos a pensar nosotros que solo fue ella? ¿o que solo fueron Luisa Cáceres o Josefa Camejo o Juana La Avanzadora? No es así. No puede ser que las pocas mujeres que participaban eran seres extraordinarios. Para que surja un ser extraordinario con este nivel de liderazgo es porque existían muchísimas que estaban involucradas y entonces ellas pudieron resaltar”, indicó Díaz.
Esta historiadora destaca que mucho de registrado en lo que respecta a la participación femenina en la Guerra de Independencia tiene un testimonio en los archivos realistas, ya que en sus documentos sobre procedimientos sumarios se mencionan a mujeres procesadas, acusadas de apoyar al bando patriota.
Y en lo que respecta específicamente a la Batalla de Carabobo, Díaz valora la presencia femenina en el campo, tomando en cuenta las miles de bajas masculinas que para el momento ya había cobrado la guerra.
“Había batallones de mujeres. Los compañeros del Archivo General de la Nación, revisando los archivos del ejército español han descubierto que se enfrentaron a batallones de mujeres, sobre todo algunos que venían desde Barcelona pero que los nombres fueron sustraídos de los archivos. A medida que la guerra avanzaba la participación de la mujer aumentaba porque nosotros perdimos una gran cantidad de población masculina en la guerra. No se conocen nombres de mujeres que hayan participado directamente en Carabobo pero sabemos que era muy poco probable que se fuera a esa batalla sin mujeres porque ya estábamos en una etapa de la guerra donde habíamos perdido una gran parte de la población masculina, pero además porque las mujeres estaban incorporadas abiertamente a la guerra de independencia”, destacó.
“No es que no se hubiese ganado la guerra sin las mujeres. Es que no se hubiese podido ir a la guerra sin las mujeres”, enfatizó.
Escribir una nueva historia
Para Díaz, el borrado de las mujeres de Carabobo y de la lucha por la independencia constituye un acto deliberado relacionado con el establecimiento de un paradigma de sociedad liderado por los hombres blancos propietarios. En este caso específico, con el gobierno de Páez asociado a las élites, que decidió reescribir lo sucedido para enaltecer la gesta desde su perspectiva.
Algunos ejemplos emblemáticos son testimonio elocuente de esta afirmación. En lo que respecta a la Batalla de Carabobo, ni el cuadro sobre la gesta pintado por Martín Tovar y Tovar, ni la Autobiografía de José Antonio Páez, ni el relato novelado de Eduardo Blanco, Venezuela Heroica, se ocupan de dar nombre o rostro a ninguna mujer participante.
Abriendo el compás, no llevan nombre de mujer ninguno de los 24 estados de la República, y solo uno de los 335 municipios del país. Apenas en 2007 apareció el primer billete venezolano con rostro femenino —Luis Cáceres de Arismendi— y si lo vemos desde el Panteón Nacional, solo hay nueve mujeres entre cientos de hombres, seis de las cuales entraron en seguidilla en años reciente. “Que no aparezcan los nombres de las mujeres que conformaron los batallones femeninos tiene que deberse a algún proceso deliberado para invisibilizarnos, para tratar de que en el nuevo orden social que se estableció después de la independencia la mujer volviera a estar retraída en el hogar como en un momento ellos lo aspiraron, y también creo que el discurso completo historiográfico se montó sobre los grandes personajes masculinos blancos propietarios como los protagonistas de la gesta heroica”. “Creo que debemos hacer justicia con esas cientos o miles de mujeres que participaron, murieron y dejaron sus vidas en los campos de batalla, con esos cientos de miles de mujeres que conspiraron, que apoyaron a la causa y con las que no hemos hecho justicia histórica. Hay que reivindicar ese papel que la mujer jugó porque sin ella, sin esa participación, no hubiésemos nosotros logrado la independencia”.
“Creo que debemos hacer justicia con esas cientos o miles de mujeres que participaron, murieron y dejaron sus vidas en los campos de batalla, con esos cientos de miles de mujeres que conspiraron, que apoyaron a la causa y con las que no hemos hecho justicia histórica. Hay que reivindicar ese papel que la mujer jugó porque sin ella, sin esa participación, no hubiésemos nosotros logrado la independencia”.
Dominga Ortiz fue la esposa de Páez. Se encargó de liderar la logística en la campaña de los llanos.
Las nuevas lecturas de la historia buscan hacer justicia con las miles de mujeres invisibilizadas en la guerra de independencia.
La mujer fue borrada de la iconografía de Carabobo
La colombiana Juana Velasco confeccionó los uniformes patriotas en la Batalla de Boyacá.
Bolívar y la superioridad de las mujeres
Un testimonio estremecedor sobre Bolívar y su concepción del género femenino está asentado en la carta que el propio Libertador le escribe a Juana Velasco, en Tunja en julio de 1819. Esta mujer participó activamente en los preparativos de la Batalla de Boyacá confeccionando los uniformes patriotas con sus propios esfuerzos y recursos económicos.
“A la mujer nuestros antepasados la consideraban inferior al hombre, y nosotros la consideramos nuestra igual. Unos y otros estamos grandemente equivocados, porque la mujer nos es muy superior. Dios la ha dotado de gran perspicacia y sensibilidad, y ha puesto en su corazón fibras delicadísimas, cuerdas muy sensibles a todo lo noble y elevado. El patriotismo, la admiración y el amor hacen vibrar esas cuerdas, y de ahí resultan la caridad, la abnegación y el sacrificio ante cuya caridad y abnegación me descubro con respeto, no habrían podido realizar el milagro que han hecho y que todos palpamos. Henchidas por dos sentimientos a cual más noble y elevado, la caridad y el patriotismo, han vestido al desnudo, saciado al hambriento, aliviado al adolorido y fortalecido al falleciente. Los patriotas se han comportado a maravilla, pero este era su deber. Pero sobre todo esto brilla el caluroso sentimiento patriótico de las señoras, con el cual han devuelto a un montón de hombres descorazonados y vacilantes su antiguo brío, su impetuoso valor y sus muertas energías; y todavía más: les han devuelto la fe. Sin este milagro los españoles nos habrían arreado como a un rebaño de corderos. Pero no sucederá eso: una causa que cuenta con tales sostenes, es incontrastable, y un ejército impulsado por tales estímulos, es invencible”.