Según un artículo publicado por el Instituto de Estudios Palestinos, titulado “Las mujeres de Gaza durante el actual genocidio: mujeres, guerra y resistencia” (26/1/2024), escrito por Madlin al-Halabi, investigadora y escritora palestina de Gaza, ellas son el “contorno de la sociedad”. En consecuencia, como agentes de la producción y reproducción de la vida, son objetivo central de Israel en su búsqueda por erradicar al pueblo palestino del mapa.
Además de las amenazas de abuso sexual y violación que son instrumentales para esto, balas y bombas genocidas apuntan a los cuerpos femeninos, como se ve históricamente en la Nakba continua (catástrofe palestina cuya piedra angular es la formación del Estado racista y colonial de Israel el 15 de mayo de 1948), y ahora en su nueva fase: la limpieza étnica avanzada en Cisjordania y el genocidio en Gaza desde hace cinco meses. Pero la existencia es resistencia para el pueblo palestino bajo constante amenaza de eliminación. Y las mujeres, al lado de los hombres, están a la altura del legado que inevitablemente llevará este proyecto sionista al fracaso.
Al-Halabi observa que la acción y la retórica genocidas son parte del proyecto colonial sionista, citando la declaración del carnicero Ariel Sharon en 1956: “Las mujeres y los niños palestinos son, de lejos, más peligrosos que los hombres porque la existencia de un simple niño significa la supervivencia de varias generaciones futuras». En sus informes, refugiados palestinos de la Nakba en 1948 citan las palabras de otra líder sionista, Golda Meir: «Cuando veo a una mujer ‘árabe’ embarazada me duele la cabeza». Es suya también la famosa frase, repetida hoy sin pelos en la lengua por sus seguidores: “Los palestinos no existen”.
Esta retórica para el genocidio ha guiado los discursos de los líderes sionistas, incluidas mujeres, en los últimos cinco meses: “¡Mátenlos a todos! ¡Violen! ¡Gaza, un cementerio! ¡Son animales humanos! Esta deshumanización forma parte de la incitación al genocidio en Gaza, cuyo resultado son más de 30.000 palestinos asesinados por Israel, sin contar los miles de desaparecidos bajo los escombros, 70% de los cuales son mujeres y niños, además de más de 75.000 heridos. En Cisjordania, progroms y bombardeos a campos de refugiados son parte de la agresiva limpieza étnica que, solamente en los últimos cinco meses, mataron a más de 500 palestinos, entre ellos cerca de 120 niños, así como hirieron a más de 12.000, entre los que también hay muchas mujeres.
El número de presos políticos casi se ha duplicado en los últimos cinco meses. Hasta principios de octubre eran 5.000 y hoy hay la asombrosa cifra de 9.000 palestinos, sometidos a torturas indescriptibles. Testimonios de mujeres encarceladas por Israel evidencian la violación como arma por parte del Estado racista y colonial de Israel, lo cual no es novedad: así fue en genocidios como el de la aldea de Deir Yassin y Tantura, en 1948.
Objetivo prioritario
Todo esto llevó a organismos de la ONU a declarar que esta es una guerra contra niños y también contra mujeres. Lo que sucede en la Palestina ocupada históricamente y sobre todo en este momento muestra que los cuerpos femeninos (y los de los niños) son el objetivo preferencial.
En consecuencia, al menos 9.000 mujeres palestinas fueron asesinadas en cinco meses de genocidio israelí en Gaza. Una madre muere cada hora y aproximadamente 180 dan a luz diariamente en medio de la destrucción resultante de la acción terrorista sionista.
Con sólo 12 de los 36 hospitales de la estrecha Franja funcionando parcialmente, sin energía, combustible ni insumos adecuados, muchas incluso se enfrentan a cesáreas sin anestesia, sometidas a condiciones propicias para infecciones y riesgo de muerte. Más de 300 han sufrido abortos espontáneos en los últimos cinco meses. Esta realidad acecha a más de 50.000 mujeres embarazadas.
Muchas de ellas incluso han dado a luz un día y al día siguiente han acunado los cuerpos sin vida de sus recién nacidos. Un niño palestino es asesinado por las bombas y balas genocidas de Israel cada diez minutos. Además de las 10.000 desaparecidas bajo los escombros, hasta la fecha ha habido más de 17.000 asesinadas en el genocidio, incluidas 15 que murieron de hambre recientemente en el norte de Gaza, según el Ministerio de Salud local. Varias otras se encuentran en estado crítico por falta de alimentos, debido al bloqueo criminal impuesto por Israel como parte de la carnicería. La desnutrición aguda afecta a uno de cada seis niños palestinos en la estrecha Franja. Y mientras hombres, mujeres, ancianos y niños intentaban alimentarse rodeando un convoy humanitario en la ciudad de Gaza, el genocida Estado de Israel llevó a cabo la “masacre de la harina”.
Los asombrosos datos, presentados por instituciones como la ONU, revelan el dolor que enfrentan las mujeres y los niños en la nueva fase de la Nakba continua, en la que Israel se sintió libre para buscar su “solución final”, respaldado por la complicidad internacional, las armas y los miles de millones de dólares del imperialismo estadounidense, y también del europeo. Las mujeres están entre los que más sufren, pero, como integrantes del pueblo palestino que no se doblega, se resisten a ser borradas del mapa.
Sumud: resiliencia y persistencia
Las escenas en Gaza son de desolación, dolor, sangre, destrucción, hambre y sed, pero también de persistencia y firmeza (resiliencia como resistencia, en árabe sumud). Es lo que han protagonizado incluso las mujeres palestinas, en medio del temor de perder más de lo que ya se les viene arrancando. Hay quienes rechazan las órdenes de las fuerzas de ocupación sionistas para evacuar sus hogares, porque no quieren dejar atrás a los ancianos, los enfermos y los niños. Así, enfrentan las criminales cárceles y las torturas. Hay quienes se empeñan en disminuir el sufrimiento en Gaza, transformando su propio dolor en fuerza.
Es el caso de la joven Roya, que entretiene a niños palestinos en un campo de refugiados de Rafah, en el sur de Gaza, con el sonido de su laúd en medio de las bombas genocidas de Israel. La psicoterapeuta Amani brinda apoyo en medio de los traumas emocionales y psicológicos, mientras intenta proteger a su propia familia y enfrenta pérdidas personales. La periodista Bisan se suma al heroico ejército de profesionales de la comunicación para transmitir al mundo el propio genocidio, habiendo sido desplazada ya siete u ocho veces desde que su propia casa fue bombardeada en el norte de Gaza. Su colega Noor Harazeen cruzó a sus gemelos de cinco años a través de la frontera con Egipto y luego retornó para reanudar su trabajo de cubrir la matanza en curso. Organizaciones de mujeres de Gaza reorientaron todo su trabajo para garantizar una mínima asistencia humanitaria, de higiene y de salud, a pesar de los enormes desafíos para lograrlo, ante el criminal bloqueo sionista y con sus oficinas también parcialmente destruidas. Falta de todo, desde alimentos hasta medicinas y absorbentes.
Estos son algunos de los muchos ejemplos de resiliencia como resistencia de las mujeres palestinas, que conforman informes a la ONU y se pueden encontrar en las propias redes sociales. Una resistencia bajo todas las formas y aspectos de la vida que integra un legado de aquellas que les precedieron desde los inicios del proyecto colonial sionista hace más de un siglo.
Lucha anticolonial
Como lo expresaron jóvenes activistas, la resistencia de las mujeres palestinas deja claro al mundo que ellas no son ajenas a las luchas antiimperialistas y anticoloniales. No son sumisas por naturaleza, una masa absolutamente uniforme escondida detrás de los velos que les son impuestos, como generalmente las presentan los medios hegemónicos en manos de los grandes capitalistas, y que parte del movimiento feminista en “Occidente” corrobora, al basarse en estereotipos.
Con el pretexto de que esas mujeres necesitan ser salvadas de su sociedad y cultura de origen, terminan sirviendo a la dominación colonial. Un feminismo liberal que no ve la relación entre explotación y opresión de género. Que ve necesariamente un símbolo de opresión en el velo islámico (que sólo llevan las mujeres musulmanas, y no todas). El problema no es su uso, sino su imposición.
La ideología que impregna estas acciones contrapone un “Occidente” de civilizados, lógicos, racionales y pacíficos con un “Oriente” de bárbaros y violentos por naturaleza, como denuncia el intelectual palestino Edward Said (1935-2003) en su obra Orientalismo: El Oriente como invención del Occidente.
Según esta representación, como pueblos atrasados, no pueden gobernarse a sí mismos, deben ser temidos y, por lo tanto, controlados. En otras palabras, colonizados. Contra tal caricatura, en Palestina y en el mundo árabe como un todo, se levanta el llamado “feminismo anticolonial”, que lucha simultáneamente contra la opresión machista y la colonización. Considera la emancipación de género inseparable de la liberación de Palestina. Critica y deconstruye las representaciones orientalistas, reduccionistas y generalistas, y llena el vacío de un movimiento que desvía la mirada de las relaciones de poder que subyacen en la opresión de género. Parte de la deconstrucción que propone el “feminismo anticolonial” –que va en la línea de vertientes como el feminismo antirracista e islámico– es rescatar el protagonismo de las mujeres árabes y musulmanas en la Historia.
Y en este momento, la solidaridad internacional con el pueblo palestino ha sido destacada como parte inseparable de la lucha de las mujeres en todo el mundo, desmitificando las caricaturas sobre árabes, musulmanes y palestinos y exponiendo con vehemencia la falsa narrativa sionista para el genocidio, que incluye en su propaganda noticias falsas [fake news], como violaciones de mujeres israelíes por parte de la resistencia el 7 de octubre. Una construcción ideológica intrínseca al proyecto sionista de colonización mediante asentamientos, que demanda el exterminio de nativos como el que ocurre en la continua Nakba y ahora, brutal y aceleradamente, en su nueva fase.
Línea de frente
Como señala la feminista egipcia Nawal El Saadawi, en La cara oculta de Eva: las mujeres del mundo árabe, las mujeres palestinas fueron pioneras en las protestas contra los primeros asentamientos sionistas a finales del siglo XIX –al servicio de la colonización de tierras y conquista del trabajo, que formaban parte del proyecto sionista de limpieza étnica para la constitución de un Estado exclusivamente judío en Palestina (Israel). En 1903, período que marca el comienzo de la segunda ola de inmigración sionista, crearon una asociación de mujeres.
En la década de 1920 sus actividades se fortalecieron y se formaron varios comités populares para coordinar protestas y otras acciones de desobediencia civil, así como garantizar asistencia a los heridos en las manifestaciones. En 1921, formaron la primera Unión de Mujeres Árabe-Palestinas, que organizó protestas contra el mandato británico, la colonización sionista y la Declaración Balfour, en la que Inglaterra garantizaba el establecimiento de un hogar nacional judío en tierras palestinas.
Desde las cartas hasta los campos de batalla, las mujeres utilizan las armas de que disponen. En 1948, Nariman Khorsheed (1927-2014) fundó en la ciudad de Yafa –junto a su hermana Moheeba– la primera brigada femenina palestina, llamada Al Zahrat al-Uqhuwan (Flores de Crisantemo), para luchar contra la expulsión de sus tierras, por parte de las fuerzas paramilitares sionistas. Ese mismo año, surgieron otras brigadas femeninas, incluido un grupo mixto de 100 combatientes, liderado por Fatma Khaskiyyeh Abu Dayyeh. En la revolución palestina de 1936-1939 contra el mandato británico y la colonización sionista –cuyas causas y análisis de la derrota están explicadas por Ghassan Kanafani en su libro La revuelta de 1936-1939 en Palestina (Editora Sundermann)–, ella estuvo en el comando del local donde se almacenaban las armas de los revolucionarios.
Durante este período, las mujeres organizaron grandes marchas y comités populares. Además de promover protestas, recaudaron fondos para ayudar a las familias de los muertos y prisioneros y ayudaron a transportar suministros básicos y armas. En las aldeas, lucharon codo con codo con los hombres para defender sus tierras. Una de estas heroínas es Fatma Ghazal, muerta en combate el 26 de junio de 1936.
Ante la consolidación del proyecto sionista, en 1965 se creó la Unión General de Mujeres Palestinas, vinculada a la Organización para la Liberación de Palestina (OLP). A finales de los años 1960 y principios de los años 1970, varias mujeres tomaron medidas directas frente a la omisión internacional por la violación cotidiana de los derechos humanos y la expansión israelí, que en 1967 resultó en la ocupación, por esta potencia bélica, de toda la Palestina histórica. La más conocida en todo el mundo es Leila Khaled. Entonces, con sólo 24 años, participó en el secuestro de aviones a cambio de prisioneros políticos y puso en evidencia la causa palestina. Fue detenida en una de las acciones y salió tras otro operativo similar.
En las Intifadas (levantamientos) de 1987-1993 y 2000-2004, las mujeres volvieron a salir a las calles. En la primera, para que se tenga una idea, un tercio de las bajas eran femeninas. El número de mujeres detenidas aumentó de cientos a principios de los años 1970 a miles en los años 1980. Desde 1967, se estima que unas 10.000 han pasado por las prisiones políticas israelíes y han enfrentado torturas institucionalizadas, incluidas amenazas y violencia sexual. Hoy son 70, incluidos jóvenes menores de 18 años, según la Asociación de Derechos Humanos y Apoyo a los Prisioneros Palestinos (Addameer).
Son heroínas desconocidas y en su mayor parte invisibilizadas por la historia, como ocurre en todo el mundo, en todos los procesos de lucha. La opresión ocurre aquí y allá, al servicio de un proyecto de dominación capitalista/imperialista. Ellas –así como el conjunto de la sociedad palestina– necesitan de la solidaridad internacional activa, no de “salvación”. Los movimientos de mujeres en la región libran una doble lucha contra la opresión machista, la colonización, el apartheid, la limpieza étnica y el genocidio. Para que todas seamos libres, que la bandera palestina, símbolo de las luchas contra la opresión y la explotación, flamee en todas las calles de todo el mundo en el Día Internacional de la Mujer.
Traducción: Natalia Estrada.
Soraya Misleh, Brasil