CRISTOBAL GUERRA
Cierta vez, cuando trabajábamos en el diario El Nacional, entrevistamos a Diego Maradona en un hotel de San Cristóbal. Corría el año 1985, y la Vinotinto se alistaba para enfrentar a la selección argentina que llegaba con todas sus figuras: Daniel Pasarella, Jorge Burruchaga, Ubaldo Fillol… y, para qué decirlo, Maradona.
Le preguntamos al pibe, entonces con 24 años de edad, cómo le gustaría que lo recordaran en Buenos Aires en los días cuando ya hubiese dicho adiós al balón y las canchas de mundo. “Me gustaría que me reconocieran, que me siguieran queriendo, y al pasar la gente dijera: ´Mirá, ahí va Dieguito”.
Y Dieguito no tuvo que esperar tantos años, tantos pasos de lunas y tantas lluvias y escampadas para oír ahora el “Mirá, ahí pasó Dieguito”. Lo miran en Argentina y, “Por sobre todas las miserias”, la canción que en los años 60 popularizara Palito Ortega, lo adoran, y exagerando el amor, con la exageración argentina, lo llaman “dios”.
Para la gente del Plata hay héroes y leyendas, gentes distintas al común de la calle: Juan Domingo Perón, Eva Perón, Carlos Gardel, Carlos Monzón, Sandro, y Maradona. Porque Diego, hoy en sus 60 años de edad, representa la aspiración, la superación, la llegada clamorosa del hombre del pueblo a la cumbre soñada. Y todo porque ha sido uno de los más grandes jugadores de la historia, y que como Pelé, lo ha trascendido todo.
Lo dijimos en la nota del brasileño en razón de cumplir 80 años de edad: los genios actuales, los encumbrados de esta época tendrán que resistir, como lo han resistido con aires de suficiencia Pelé y Maradona, el paso implacable del tiempo. A los futbolistas no se les puede medir en el relumbrón del hoy, tan apuntalado por los medios de comunicación social, ni por los goles marcados. Como a los colosos del deporte todo, se les debe poner la vara rasa y sin acomodos ni trucos de magia de su trascendencia, de lo que han influido en sus años y en las eras siguientes.
Y la influencia de Diego ha sido marcada en lo futbolístico: campeón Mundial en México 86, una vez ganador de la Copa Uefa con el Napoli y en otras ocasión la Supercopa de Europa, y monarca de Italia con un equipo del sur con años y más años sin acariciar la corona. Y en lo social, a un costado de sus diatribas como ser humano, de sus desigualdades y sus enfrentamientos con la Fifa y otras instituciones, ha sido el jugador más imitado del planeta entero.
“¿Por qué juegas así, por qué con la pierna zurda, por qué te poner la camiseta 10?”, preguntan a un jugador. “Por Maradona, por Maradona”.
… ¿Que si fui pobre? En mi casa nunca faltó nada”
… “La Fifa es el escondrijo de los ladrones del fútbol”
… “Yo nunca quise ser un ejemplo ni nada de eso. Solo soy Diego Armando Maradona”
La mano del ingenio
Ha sido difundida hasta el no más la escena en la que Maradona levanta su mano y ante la salida de desespero de Peter Shilton, el arquero inglés, toca la pelota con su mano izquierda y la manda al fondo de la red para un gol de Argentina en cuartos de final del Mundial México 86, y que fue el epílogo de la victoria de América del Sur y la revancha metafórica de la aplastante derrota albiceleste en la guerra de Las Malvinas ante Inglaterra. Mucho se ha hablado de “La mano de Dios”, como dijo el propio jugador en la rueda de prensa organizada después del partido, y que seguramente con el VAR, evidentemente la jugada hubiera sido anulada. Sin embargo, también se debe decir que más que de la tecnología moderna habría que hablar de la viveza de Diego, de su capacidad de improvisación en el juego y sus circunstancias, al dar ante los periodistas del mundo entero la chispeante declaración. Fue una mano del Señor, sí, pero también una mano del ingenio fresco de un latinoamericano en ejercicio.
El desencuentro con MenottiA los 17 años ya era el mejor jugador de su edad, y Argentina se alistaba para dos mundiales: el de verdad-verdad que se iba a disputar en 1978 en tierra del Plata, y el juvenil, en Japón un año después. Maradona estaba convocado para los dos, pero el día del juicio final, César Luis Menotti, director técnico, decidió no llamar al jovencito porque lo consideraba “aún inmaduro” para una empresa como aquella. Con el desencuentro, rumiando la rabia, Maradona fue al Sub-20 y como el año anterior, Argentina alzó la copa de los campeones. No obstante, allá adentro, en lo más profundo de las entrañas, al 10 le quedó la marcante decepción. Con el paso del tiempo fueron sanando las heridas, pero como en el decir popular, para siempre quedó la marca de un jugador que pudo haber sido dos veces monarca universal: 1978 y 1986.