Por casi cuatro décadas de La Guajira han sacado millones de toneladas de carbón térmico. En retribución, la mina solo le ha dejado al departamento enfermedades y otros problemas sociales.
La minería llegó a principios de los años 80 a los territorios ancestrales de La Guajira. Sus pobladores han emprendido todo tipo de acciones legales para hacer retroceder la huella tóxica que asfixia la vida de trabajadores y lugareños y cada vez más invade las tierras cultivables de la región.
Desde el sur del departamento, en un corredor que atraviesa todo el corazón de La Guajira, las operaciones del Cerrejón van dejando a su paso material particulado que ocasiona todo tipo de enfermedades y esteriliza la tierra dedicada ancestralmente a las labores agrícolas.
A las comunidades de Barrancas les prometieron la asignación de unas casas dignas si se trasladaban de las zonas aledañas a la explotación minera, pero lo que encontraron fue un plan de vivienda social con construcciones deficientes que en nada se parecen a sus casas originales. El desarraigo de esas comunidades, muchas conformadas por familias indígenas y afro, siguen peleando a la mina el cumplimiento de los compromisos pactados.
No solo se trata de carbón térmico. Los yacimientos de cobre que hay al sur del departamento es objeto de explotación de las transnacionales, pero la acción organizada de los campesinos ha logrado preservar algunas fuentes acuíferas. Óscar Gámez es líder del Consejo Comunitario Ancestral los ‘Negros de Cañaverales’, y defiende junto a la comunidad la integridad del manantial, el uso de la tierra agrícola del pueblo, y la defensa de la vida natural.
All
En los municipios del sur de La Guajira esperan que el gobierno del Pacto Histórico les pueda solucionar los diversos problemas sociales y, tal como se comprometió el presidente Gustavo Petro, inicie en la región la transición de la matriz energética que impera en el país y perjudica a cientos y cientos de comunidades.