Al menos 150 indígenas embera katío buscan refugio en Medellín, tras la ola de violencia e intimidación que azota a Chocó desde que los paramilitares se adueñaron de la región.
Por: Maria F. Fitzgerald
La semana pasada, más de 150 indígenas embera katío llegaron a Medellín en busca de refugio, lo que constituye un capítulo más del desplazamiento masivo que el Clan del Golfo ha generado en el departamento de Chocó desde 2020.
Más de 12 organizaciones de ayuda humanitaria, además de la arquidiócesis de Apartadó, Quibdó e Istmina-Tadó, han reclamado durante todo el año la atención del gobierno para estas comunidades, que han sufrido la nueva modalidad del conflicto armado en Colombia: la guerra por las rutas del narcotráfico. El presidente Iván Duque respondió con evasivas.
“Esta crisis tiene dos respuestas: la primera es que, evidentemente, el conflicto armado no ha acabado en la zona y eso lleva a que se continúen replicando las problemáticas de la guerra. La segunda es esta expansión del Clan del Golfo que ha sido muy fuerte. Ellos han venido atacando a buena parte de la población, acusándolos de colaborar con la guerrilla del ELN, y eso termina dejando a la población en extremo desprotegida”, asegura Kyle Johnson, cofundador e investigador de Conflict Responses (CORE).
Quienes logran escapar son los afortunados. Fabio es uno de los líderes de los últimos desplazados que llegaron hasta Medellín. Con temor, explica que aún quedan muchas más personas por salir del territorio. “Usted sabe que en una situación como esta depende de sus recursos económicos para trasladarse de allá hasta acá de manera emergente; cada quien tiene que tener su medio de transporte para venir. Los que llegaron aquí, cada quien dispuso para llegar y los que no tienen recursos probablemente se van a quedar en riesgo”, asegura.
En el albergue, una casa pequeña, de dos pisos, que está custodiada por la Policía, no existen las condiciones necesarias para la convivencia de las más de 150 personas que la ocupan. Se han mantenido en contacto con la personería de Medellín, esperando la atención de la Unidad de Víctimas. Sin embargo, por ahora, están procurando sobrellevar las condiciones de vida que no son aptas para ellos: “La administradora del albergue nos dio la mano, pero como humanos sentimos que estamos muy estrechos. El espacio para 80-90 niños es muy cerrado. Estamos como encerrados. Llevamos 10 días. Por el mismo clima nos estamos enfermando, sentimos mucha desesperación. Estamos tratando de pensar cómo manejar la situación, los niños, las mujeres, los jóvenes, porque los muchachos son inquietos y estar encerrados puede causarles daño psicológico a nuestros niños”, dice Fabio.
Todo lo que piden es garantías para retornar a sus territorios. Sin embargo, cada vez parece más imposible lograrlo. “Llegamos a Medellín porque nuestras viviendas están marcadas con logotipos de los actores armados. Esperamos que nos reconozcan como víctimas de ese conflicto. Esperamos que los entes gubernamentales se pronuncien y nos aseguren que los grupos armados no nos van a atacar, que no suframos amenazas y podamos volver al territorio sin ningún problema”, pide Fabio.
“El Clan del Golfo está aprovechando sus nexos con la fuerza pública, además del debilitamiento del ELN en la zona, para lograr mayor control. Poco a poco han ido fortaleciéndose para tener un control total de todo el departamento”, añade Johnson, y concluye: "Cuanto mayor avance va teniendo el Clan del Golfo, más ganancias económicas están logrando conseguir a su paso".