Al tiempo que de nuevo se suspendió indefinidamente el juicio contra quizá el personaje más relevante de la política colombiana en casi medio siglo; el ex presidente de Colombia (entre 2002 y 2010), Álvaro Uribe Vélez, la vicepresidenta de ese país, Marta Lucía Ramírez, pedía para Venezuela “paz con legalidad y sostenible” y llamaba “verdadera amenaza para todo el hemisferio” al Gobierno de Venezuela.
Desde Caracas, no tardó en llegar la respuesta a lo dicho por Ramírez. La vicepresidenta Delcy Rodríguez tildó de “descaro” lo dicho por la funcionaria colombiana ante los vínculos con el paramilitarismo y el narcotráfico de los que son señalados Uribe Vélez, el presidente Iván Duque y Ramírez, quienes en política, ideología y otros temas cuestionables parecen tocan la misma música.
Y es que en Colombia la política suena al ritmo de Uribe, en una orquesta que incluye motosierras usadas contra personas vivas, falsos positivos, y disparos y bombazos para imponerse. Todo ello en un clima nada ajeno al narcotráfico.
Uribe renunció a su actual senaduría por la investigación que data de 2000. Y en 21 años, a la par de sus “éxitos políticos” y denuncias en su contra por crímenes y violaciones de derechos humanos, aún sigue gobernando Colombia desde la sombra, través de sus delfines Duque y Ramírez, con la orquestación, financiamiento y complicidad de carteles nuevos y antiguos.
No es poca cosa que Uribe haya sido el número 82 en la lista de narcos de la DEA, aunque sus delitos hayan sido perdonados por hacer contrapeso al Gobierno de Hugo Chávez.
Pero antes de ser presidente en 2002, entre muchos cargos fue gobernador de Antioquia en 1995, cuando las más atroces masacres; víctimas destazadas vivas con motosierras y cadáveres irreconocibles. Fue por entonces el mejor apoyo a las “convivir” cooperativas vecinales de vigilancia; germen de los hoy “paramilitares”.
Uribe fue antes senador (entre 1986 y 1994) y alcalde de Medellín en 1982, de donde lo destituyeron por cortar, él personalmente, la cinta inaugural de un proyecto habitacional del capo de la droga Pablo Escobar Gaviria.
En 1980 dirigió la Aeronáutica Civil, tras el asesinato de su antecesor por negar licencias de vuelo a traficantes. Se dice que él dio esas licencias y avaló pistas de aterrizaje. Ya para era entonces era visto como delfín del capo Escobar por el Gobierno de EEUU, pero éste lo obvió y le ordenó atacar a las izquierdas que llegaron al poder en América Latina en la década del 2000. Vale recordar el bombardeo e incursión a territorio ecuatoriano el 1 de marzo de 2008.
La parapolítica
Entre los mejores éxitos de Uribe, continuado por su grupo está la consolidación de la influencia del paramilitarismo en los partidos políticos para controlar la producción, procesamiento y exportación de droga a EEUU.
Al inicio de la presidencia de Uribe, según datos militares, las guerrillas controlaban 40% de Colombia y en 2010, al irse, eran los paramilitares quienes controlaban ese territorio.
A él se atribuye el control de los grupos y que Humans Rights Everiwere contabiliza 24.072 desaparecidos, 6.530 asesinatos selectivos, y 403 masacres, a lo que la Jurisdicción Especial para la Paz de Colombia suma más de 6.400 “falsos positivos”; asesinato de civiles presentados como guerrilleros muertos en combate durante la presidencia de Uribe.
Siguiendo el ritmo. Aún fuera de la presidencia el ritmo parece el mismo, el año pasado, bajo el Gobierno de Duque se registraron, según el Instituto para el Desarrollo y la Paz de Colombia, 91 masacres con 378 muertes y en lo que va de 2021 99 muertes en 27 atentados.
También se sabe de vínculos comerciales de Duque con alias Ñeñe (testaferro de carteles de departamento del Cesar y La Guajira) para comprar votos. Su relación se evidencia en fotos difundidas en redes sociales.
A través del piloto Samuel Niño (desaparecido desde diciembre de 2019) se vincula a Uribe y a Duque con el cartel mexicanos de Sinaloa.
Entretanto, la vicepresidenta Ramírez, de quien se dice aspira a ser la primera mujer en la primera magistratura neogranadina, enfrenta con demandas a los medios que la señalen, su vinculación con las mafias a través de su esposo y su hermano, quienes son narcotraficantes confesos ante la justicia de EEUU.
Un “pequeño detalle” que ella omitió por completo durante la campaña con Duque.Es decir, la clave con la que Uribe inició su carrera “política” parece seguir de moda
Por lo visto, la hoja curricular del trío, tiene una tonada muy turbia.