“Es muy oportuno sentarse a revisarse y a armonizar la propuesta política de construcción de paz del Congreso con lo que la sociedad está mostrando”, afirma Alberto Castilla, senador de la bancada alternativa, frente a la importancia del seminario y de los espacios de discusión y construcción alrededor de la paz.
Mientras ‘Guerra’ fue una de las palabras que más se repitió en los medios hegemónicos de comunicación esta semana, la paz y la esperanza continúan siendo reiterativas en los discursos del pueblo. Las organizaciones sociales, sectores y comunidades no han dejado de preguntarse por la construcción de la paz en los territorios, aunque para algunos sectores políticos y económicos esta se materializó con la firma del Acuerdo entre las Farc-EP y el gobierno.
Y es que la diferencia entre la paz que plantea la burguesía y la que planean las comunidades es de carácter estructural; por eso la paz no se limita a la entrega de las armas o a los Acuerdos logrados con las insurgencias. “Está bien que haya una negociación del conflicto armado, pero no dejar reducido el concepto de paz a esa situación, sino generar todo lo que signifique mejores condiciones para la población colombiana y ahí si podríamos tener el concepto de paz”, aseguró Castilla.
Han pasado casi tres años desde que las Farc-EP y el gobierno firmaron el Acuerdo de Paz; sin embargo, el contexto en las regiones y las ciudades es preocupante: militarización, persecusión, estigmatización, y hostigamientos al movimiento social; el asesinato sistemático de líderes sociales, la incursión de proyectos extractivistas que atentan contra la naturaleza y las comunidades, el incremento del índice de desempleo; el desplazamiento, tanto al interior del país como hacia el exterior; el incumplimiento del Acuerdo de Paz, entre otras, son algunos de los elementos que evidencian que el silencio de los fusiles no es equivalente a la paz.
“Desde los sectores populares creemos que la paz es la posibilidad de generar oportunidades y desarrollos en los territorios, a nivel regional y nacional, que permitan cambiar y darle unas condiciones de vida digna a las comunidades”, señala Laura Fonseca, integrante de la Corporación de Derechos Humanos Gustavo Alonso Marulanda, haciendo referencia a las diferencias entre la idea de paz hegemónica, planteada por la burguesía, y la paz de las comunidades.
Así, la paz se construye y se abre paso con cambios estructurales; no como una idea abstracta, sino que se materializa en mejores condiciones de vida para las personas. Los planes de vida son las rutas con las que las comunidades deciden sobre sus territorios y sus formas de habitarlo, con el fin de construir propuestas distintas a las que plantean los gobiernos de turno. La construcción de la misma, según Laura, debe ser “un camino de transformación en el que todos seamos escuchados, generemos propuestas desde las realidades de los territorios y no desde las realidades de un monopolio o de grupo o un sector que no tiene integralidad o que solo busca beneficios en pro de ellos”.
Es una construcción del pueblo, de las comunidades, de las distintas organizaciones sociales y los sectores que, desde sus particularidades, aportan a su visión; según Castilla «no puede haber paz realmente si no se van juntando las agendas de la sociedad… Por eso se requieren muchas confluencias, muchas convergencias, para que no hayan posturas parceladas, visiones sesgadas de lo que significa la paz».