Aviso

 

Había una vez una ciudad en donde su alcalde tuvo la idea de sembrar plantas en el mismo lote en el que 22 familias buscaban construir su casa; así, mientras las flores encontraron un hogar en el sector del Oasis, barrio Moravia, más de ochenta personas se refugiaban debajo de un puente. Sus viviendas son ahora el fantasma de lo que se llevó un incendio y de lo que se enterró definitivamente con las raíces de las plantas.

Más de ochenta personas vivieron durante meses debajo del Puente de la Madre Laura, luego de que en septiembre del 2017 un incendio arrasó con las casas ubicadas justo en frente. Luego de este suceso, que además ocurrió bajo extrañas circunstancias, la administración de Medellín se comprometió a darle una solución definitiva a la problemática de vivienda de estas familias.

Sin embargo, ha transcurrido más de un año y la alcaldía aún no cumple. A finales de enero de este año, la gente, cansada de no obtener respuestas, decidió volver al terreno en el que todavía habían cenizas y rezagos de lo que escupió el fuego.

A modo de respuesta, la Alcaldía envió al Esmad, que se encargó de dispersar a las personas y acompañar a la maquinaria que llegó esa misma madrugada para escarbar en el terreno. La comunidad, amenazada ante la posibilidad de que destruyeran el refugio que habían construido debajo del puente, observó fijamente cómo las retros removían la tierra y se encargaban de tirar al piso las pocas casas que anteriormente habían sobrevivido a las llamas.

Luego, por uno de los extremos del terreno se acercó un camión; algunos jardineros de la Alcaldía comenzaron a descargar plantas y flores que habían en el interior. Empezaron a sembrar recorriendo la ladera; sembrar para evitar que alguna vez alguien volviera a poner un pie sobre esa tierra, sembrar para que nunca más una casa se volviera a levantar en el Oasis.

Un niño que atravesó el cordón de camiones, pasa por el frente de los sembradores; los mira y sin dejar de caminar, grita: “¡hijueputas!”.

Desde abajo del Puente decenas de ojos miran cómo su hogar se convierte en abono para las plantas, en una vitrina; cómo su tierra ahora hace parte de una exhibición agradable para quienes recorren la megaobra y al tiempo en el que Medellín se consolida como la ciudad más innovadora.

Moravia 

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Más allá de la coyuntura

La vista desde arriba cambia. Aún desde sus casas los vecinos comentan sobre lo que está pasando, con la corazonada de que ellos podrían ser los próximos. La escena desde la puerta de sus casas se divide en varios planos; el primero del tendedero esconde el segundo, en el que se ve la tierra árida y quemada junto a la calle acordonada por agentes del Esmad.

Al fondo, se alza el puente; recorre el panorama de un extremo al otro, siendo inevitable que la mirada entre los conductores y los habitantes se encuentre. El Puente de la Madre Laura es uno de los megaproyectos más relevantes de Medellín, pues configura la interconexión dentro del centro de innovación. Además, es reconocido como una obra arquitectónica importante que busca ser uno de los atractivos turísticos que ofrece la ciudad, al ser el puente intraurbano más extenso de Colombia.

Las familias del Oasis y en general de Moravia saben que al estar ubicados en medio del Distrito de Innovación, representan un problema para la consolidación del Plan de Ordenamiento Territorial -POT- que ejecuta la administración.

En el Acuerdo 48 del 2014, “Por medio del cual se adopta la revisión y ajuste de largo plazo del Plan de Ordenamiento Territorial del Municipio de Medellín y se dictan otras Disposiciones complementarias”, se afirma que la Subzona 2 o Medellinnovation está ubicada entre las comunas 4 Aranjuez y 10 La Candelaria; es decir, en donde se encuentra el barrio. Asimismo, el documento deja explícito que este Distrito “busca insertar a la ciudad de Medellín en la economía del conocimiento a escala mundial anclando en el territorio el ecosistema de la innovación, otorgándole atributos físicos y legales que le permitan incrementar la competitividad…”.

En otras palabras, esta zona debe cumplir con la vocación que le fue otorgada por la administración: innovación y competitividad; al tener una estética propia de los barrios populares de Medellín, Moravia no tiene cabida en este Plan.

Los desalojos han sido el modus operandi de la Alcaldía para garantizar las condiciones a la hora de implementar el POT. Por ejemplo, según este mismo Acuerdo, también se hace necesario intervenir el sector de La Iguaná para llevar a cabo el AIE MEDTransversalidad Iguaná. En este sentido, la comunidad de Los Ranchitos, en La Iguaná, fue desalojada en marzo del 2017 y no recibieron garantías para una vivienda digna por parte de la administración.

Hechos similares se han presentado a lo largo de la ciudad; La paralela, San Luis y Naranjal son apenas otros ejemplos de un procedimiento que resulta sistemático. Así, la Alcaldía ha ejecutado el POT al pie de la letra, aun cuando ha implicado vulnerar los derechos de quienes habitan los territorios.

La herencia del Barrio Fidel Castro

Al costado oriental del río Medellín, hacia el norte del centro, el pantano comenzó a recibir los pasos de quienes carentes de hogar, añoraban uno. A comienzos de los años cincuenta el barrio se comenzó a poblar de manera dispersa por las familias, principalmente de origen campesino, que llegaban a la ciudad.

Sin ningún respaldo jurídico ni administrativo, los terrenos fueron ocupados y habitados a partir de la organización autónoma que se desarrolló en el barrio. Durante las próximas dos décadas continuó el crecimiento poblacional del barrio; la presencia del Estado se materializaba en la presencia de la Policía y los constantes enfrentamientos con los ‘tugurianos’.

Para este momento, la comunidad ya había construido sus propias formas de habitar el barrio y de garantizar los derechos mínimos de quienes lo habitaban. A partir de Comités y Juntas barriales, las mujeres y hombres del barrio Fidel Castro comenzaron a realizar prácticas que forjaron un camino histórico de resistencia.

Actualmente, en vez de Fidel se nombra Moravia, pero quienes habitan este sector llevan en las venas una misma tradición de organización popular. Esta cobra vigencia en la medida en que la administración continúa violentando el derecho a una vivienda digna para la comunidad, y en cambio planifica una urbe que no tiene como prioridad a las personas que viven en ella.

Así, el pasado viernes 1 de marzo, los habitantes se tomaron una de las calles contiguas al barrio. Haciendo honor a su legado organizativo y siendo conscientes de las implicaciones que tiene el POT para un barrio popular como Moravia, reivindicaron su derecho a permanecer en su territorio.

Medellín, una ciudad que construye la innovación sobre las cicatrices de sus barrios; que se edifica sobre la dignidad de quienes la construyeron primero y que se muestra con el ocultamiento de quienes la padecen, quienes la habitan así, desde la sombra que no conoce escenarios mundiales. Medellín nunca podrá ser una ciudad para la vida mientras quienes la habitan no puedan vivir dignamente.

CI ND-JM/ND/05/03/19/7:00