El concepto de “bloque histórico”, original del teórico y revolucionario italiano Antonio Gramsci, ha sido relanzado al más alto nivel de la política venezolana para, desde allí, mirar el horizonte político y abordar las nuevas circunstancias que impone el momento.
Recientemente el presidente Nicolás Maduro, durante una videoconferencia ante el Congreso Bolivariano de los Pueblos, retomó el concepto de “bloque histórico” como línea central de su discurso.
En ese argumentario, el presidente se refería a la encrucijada nacional entre las presiones internacionales, la lucha contra la pandemia de COVID-19 y el escenario electoral venidero.
Sin embargo, se detuvo en la necesidad de restituir la estabilidad institucional, económica y social, precisamente aludiendo al concepto gramsciano, llamando a la unión de las fuerzas políticas chavistas, incluso “más allá de la izquierda”, como método político para blindar a la nación.
Ya lo había hecho de igual manera a finales de julio, nuevamente evocando el concepto y al mismo tiempo llamando a la cohesión de las fuerzas políticas revolucionarias.
“Llamo a la unión del bloque histórico de la revolución, de las bases de los partidos políticos, movimientos sociales, del Gran Polo Patriótico. Unión por encima de la diversidad y la dificultad, para preservar la independencia y la construcción del Socialismo del Siglo XXI”, indicó desde su cuenta de Twitter.
Desde este punto es indispensable asumir que el uso del Presidente de esta categoría no es casual. No en el caldeado contexto político y debate multidireccional que hay justo ahora. Detengámonos un poco en interpretarla, sin pretensiones academicistas y de la manera más simple posible, incorporando algunos apuntes sobre el caso venezolano.
Superar la “crisis orgánica”
La categoría de “bloque histórico” está directamente vinculada a la categoría de “crisis orgánica”, también entendida como “crisis estructural”, “crisis de hegemonía” o “crisis histórica”. Va en referencia al estado de agotamiento de los sistemas políticos, económicos, sociales y culturales. Comprende una situación mucho más allá de una crisis puntual: se trata de una crisis de la estructura, del modelo que impera en una sociedad determinada.
En Venezuela, la mejor interpretación vino precisamente del Comandante Hugo Chávez. Durante su discurso ante una multitud en 2007, dijo:
“Una verdadera crisis histórica ocurre cuando hay algo que está muriendo pero no termina de morir y al mismo tiempo hay algo que está naciendo pero tampoco termina de nacer” (…) “En el tiempo y en espacio donde esto ocurre, ahí se presenta una auténtica crisis orgánica, crisis histórica, crisis total”.
“Aquí en Venezuela no lo olvidemos, desde hace varios años estamos en una verdadera crisis orgánica, una verdadera crisis gramsciana, una crisis histórica. Lo que está muriendo se niega a morir y todavía no termina de morir y lo que está naciendo tampoco ha terminado de nacer. Estamos en el epicentro de la crisis, buena parte de los años por venir formarán parte de esa crisis histórica hasta que no muera definitivamente la IV República y nazca plenamente la V, la República socialista y bolivariana de Venezuela”.
Para Venezuela hoy, la crisis orgánica yace no solo en el agotamiento del esquema de representatividad que precedió a la Revolución Bolivariana como la refirió Chávez y que sigue parcialmente vigente. Hoy el país lidia con la trágica novedad de un bloqueo económico profundo, que en el hecho está aniquilando también al modelo rentista petrolero que ha regido la economía nacional durante 100 años y que ha sido el factor desencadenante de nuestras relaciones materiales.
Sumado a ello, hay una crisis de los imaginarios, una crisis transversal en la subjetividad política que se une como condimento al actual momento político.
La sociedad que no termina de nacer, en cambio, es también ahora repensada y rediseñada entre los avances y las regresiones que el chavismo ha tenido que instrumentar para maniobrar las nuevas gravitaciones políticas y económicas que han sobrevenido en los duros años recientes.
La superación de las relaciones sociales vigentes, en agotamiento y punto de crisis, implica la conformación del “bloque histórico” tal como lo refirió Gramsci.
Proseguimos.
Sobre el “bloque histórico”
Esta categoría tiene dos interpretaciones en dos momentos; la primera de ellas, como totalidad, como resultado, como una sociedad estructurada en una nueva hegemonía conformada por la nueva clase dominante (la proletaria, según el marxismo; la clase popular heterogénea, según el chavismo).
En palabras de Chávez y sobre el caso venezolano:
“Nosotros, pues, sigamos con las dos manos, con una construyendo el nuevo bloque histórico, construyendo el socialismo, construyendo la nueva sociedad política que será el Estado social, el Estado socialista, la república socialista, en todos sus niveles, el poder central, los poderes locales, los gobiernos locales, los gobiernos comunales…”.
En segundo lugar, el bloque histórico tiene una interpretación como alianza de clases, de sectores, de grupos sociales. Esta ha sido una interpretación usual en Venezuela y a ella alude el presidente Maduro. Esta refiere un camino programático para alcanzar el estado superior de la hegemonía, tal como refiere la primera lectura, de ahí que la categoría tiene una exégesis en dos tiempos.
Chávez lo refirió así en ese mismo discurso:
“…pueblos indígenas, pueblos negros, pueblos blancos, empresarios venezolanos, trabajadores de todos los sectores, públicos, privados, continuemos estudiando, reflexionando y haciendo, construyendo el socialismo”.
Entonces, tanto Chávez como Maduro han referido el término en dos tiempos para referir al método de construcción política, pero también al destino.
Para Gramsci, y de ahí su importancia para una edificación teórica del devenir chavista, se trata de la construcción desde las clases sometidas históricamente, en favor de una nueva “estructura” y “superestructura” de relaciones económicas (materiales), políticas y sociales (subjetivas), las cuales pasarían a ser la nueva hegemonía que regiría la sociedad.
La definición pasa por nuevas relaciones existenciales de ordenamiento total de la sociedad, mediante un “sistema de ideologías”, que lejos de ser un pensamiento único, sería la confluencia de varias ideologías que se expresaran en contradicción en la “superestructura”.
Para Gramsci, eran precisamente las contradicciones las que alentaban una definición en el punto de crisis orgánica. Y es donde irrumpe el concepto de “filosofía de la praxis”.
La nueva materialidad, así como las relaciones políticas y la construcción de una nueva subjetividad (la cultura) parten como desarrollo de estas contradicciones desde el cuestionamiento de las viejas ideologías dominantes. En Venezuela ese devenir se expresa en la frase “Inventamos o erramos”, como dijo Simón Rodríguez.
Algunas consideraciones sobre el caso venezolano
Debemos insistir en que la evocación del presidente Maduro al concepto de Gramsci no es casual, por el momento político que atraviesa el chavismo.
La referencia no va solamente a la necesidad de que el bloque político-electoral entre el PSUV y otros partidos como el PCV y el PPT se sostenga. Parece que de manera tácita, el Presidente refleja la insuficiencia de esa mera unión electoral para alcanzar objetivos políticos superiores: no sólo se trata de ganar las elecciones parlamentarias, se trata de relanzar los principios fundacionales del chavismo, ir a la disputa por el modelo, por la construcción de hegemonía y cohesionar al país frente al cuadro de amenazas que nos abordan.
Al referir que el bloque histórico chavista alcance lugares “más allá de la izquierda”, Maduro indica que el chavismo ha sido una fuerza política y social heterogénea.
El bloque, entonces, hoy y en el futuro, sería una síntesis de una unidad multiclasista y multigremial, que aún con contradicciones debe consolidarse como una totalidad ideológica nacional. Tal vez la inspiración fundacional de ese concepto en Venezuela emana del propio Simón Bolívar en su afán de construir una “República” no sólo como institución, sino como totalidad nacional.
Esta acepción no está desenfocada en absoluto con la realidad venezolana en el presente. De cara al pretendido avasallamiento del estado-nación, tal como ha sido desencadenado por los estadounidenses, una República erigida en un nuevo bloque histórico es para hoy y para el mañana un obstáculo enorme frente a quienes pretenden desmembrarla.
Por otro lado, como componente de la diatriba existente en el chavismo, está la denominación de “izquierda” y el “legado” de Chávez como factores de disputa. Para algunos partidos de la izquierda anterior a Chávez, sólo ellos son la izquierda y Maduro es “neoliberal”, o algo así.
Al mismo tiempo, pregonan ser estandartes del legado de Chávez, aunque pretendan conformar tiendas electorales aparte y hacer deslindes tácticos, en detrimento de la unidad en la diversidad que tanto pregonó el Comandante.
Este punto sobresale en una emergencia que es señalada por Maduro al evocar a Gramsci. Hay una crisis en la representatividad que está trazada desde las relaciones clientelares de partidos, que pasó ahora (como parte de una metodología política) a una disputa por el relato, por los símbolos, por la denominación de “izquierda” y por el nombre de Chávez. Una muy seria amenaza de fragmentación.
Maduro cree que hay que dar al traste con ello, ir a un bloque de fuerzas sociales no caracterizadas por cuotas de partidos, ir a un aglutinamiento de la base y sus fuerzas sociales, ir a una cohesión “desde la diversidad y la adversidad” y en favor del socialismo, pero eso sí, sopesando las nuevas contradicciones que nos abordan; desde el asedio externo hasta la desfiguración de la economía rentista paternal como la conocíamos.
De igual manera, el proceso de remodelación no controlada que vive la nación pasa también por los cambios dramáticos que hay en toda la estructura política y de partidos, de izquierda a derecha. Maduro los entiende y asume que este momento de crisis de partidos es un espacio para avanzar más allá de los partidos y de los postulados tradicionales de la izquierda.
La referencia a un recrudecimiento del marco de crisis orgánica en el país pasa por retomar el principio de bloque histórico como vehículo y como destino.
El escenario ideal, hablando de las elecciones parlamentarias y partidos chavistas, es que el chavismo se mantenga electoralmente unido, pero más importante aún, programáticamente unido.
Sin embargo, nos concurre la urgencia de que las fuerzas sociales en su diversidad (más allá de los partidos) sean el factor determinante del actual momento político y de cara al futuro. Urge avanzar en el nuevo marco de relaciones materiales y existenciales, en el nuevo marco de subjetividades e imaginarios, entendiendo el actual punto crítico como espacio de agotamiento y ruptura.
La construcción del bloque histórico fue para Chávez y debe ser para nosotros no un decreto, sino una cotidianidad:
“Somos nosotros los responsables de seguir echando pico y pala, pegando bloques y concreto para hacer así más grandes, más sólidos que las torres del Parque Central, el nuevo bloque histórico venezolano”.
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