La historia contemporánea, la de medio y corto plazo, se ha caracterizado por gobiernos de burgueses y de oligarcas de extrema derecha que basaron su poder, orden y control social a partir de alianzas con terratenientes, narcos y paramilitares expropiadores de tierras, con grandes grupos y monopolios empresariales y con élites políticas corruptas que capturaron al Estado y transformaron su esencia constitucional y democrática, convirtiéndolo en un aparato despótico, en un narcoestado cuyas instituciones sirven de “oficinas” privadas al servicio de los intereses de lo que llamamos la narcoligarquía.
Cambiar el estado de cosas injustas que rige en Colombia, aparte de tener un gobierno con voluntad para hacerlo, requiere pasar de las urnas a las calles, de haber sido la oposición que intentaron liquidar durante décadas, a ser gobierno por primera vez y elegido mayoritariamente en el marco de la democracia formal burguesa con los peores vicios.
No obstante el salto histórico que acabamos de dar, la tarea urgente es prepararnos para defender lo conquistado en las urnas, desde las calles y campos articulados en un movimiento nacional con un propósito principal: restaurar la República Democrática Unitaria, pluralista y participativa cuyos pilares son el Estado social de Derecho, pues solo así habremos vuelto al punto de inicio para empezar a brindar una vida digna para todos y todas sus ciudadanas, para vivir sabroso.
Este convulso, dramático y esperanzador proceso que estamos viviendo ha abierto un nuevo escenario político de lucha cuyo actor principal ha sido el amplio y variopinto movimiento social, conformado por millares de organizaciones sociales (indígenas, afrocolombianas, campesinas, sindicales, estudiantiles, intelectuales, artistas, feministas, LGTBIQ), cuyo carácter policlasista, antirracista, étnico, antipatriarcal, feminista y antineoliberal lo hace único porque contiene al sujeto histórico de cambio que precisa el momento de lucha en el que estamos.
El escenario de cambio que se abre con el que sueñan millones de compatriotas y por el que también lucharon miles de ausentes, quienes no pudieron estar para celebrarlo porque la política de la muerte les truncó la vida, anuncia la restauración de la República democrática.
La supervivencia del gobierno del Pacto Histórico (PH) no depende exclusivamente del gabinete, las alianzas y el blindaje que el presidente Petro viene construyendo, depende también de otros actores y factores de poder, pero sobre todo, del movimiento social y político, de la capacidad que tengamos de articular, potenciar y reagrupar como un todo y con un mismo propósito al amplio y diverso movimiento social que es el soporte del nuevo Gobierno, pues sin él no habrá garantía de restauración del Estado social de derecho.
Retomar el rumbo democrático en Colombia no se podrá sin la Paz Total; sin una reforma profunda a las instituciones (FF.AA., Policía nacional, ESMAD) que tienen la obligación constitucional de velar por la vida, bienes y seguridad de todos y todas; sin la garantía de los derechos fundamentales; sin una reforma agraria integral que distribuya las tierras improductivas y devuelva las expropiadas a sus legítimos dueños y de créditos a las familias campesinas; sin una reforma tributaria que genere los recursos para implementar la renta básica universal para millones de familias que viven en la miseria; sin derecho y acceso a educación y salud de calidad y pública, es decir, sin estos logros no se podrá “vivir sabroso”.
De ahí la importancia de entender el llamado de las urnas a las calles, porque está claro que el gobierno del PH va a tener que enfrentar una oposición política de derecha dura que no ahorrará esfuerzos en sacarlo del poder. En este sentido, va a ser la lucha extraparlamentaria, la batalla de ideas en las redes sociales, auditorios, asambleas, plazas y calle; la principal forma de enfrentar la política de la muerte de los gobiernos de la narcoligarquía.
El gabinete que está armando el presidente Petro muestra paridad, experiencia y el compromiso de los ministros y ministras nombradas, quienes serán “piezas” importantes del ajedrez de la nueva partida. Las otras fichas del ajedrez no necesitan ser nombradas a altos cargos públicos, hacen parte del amplio, polifacético y variopinto movimiento social. Son los y las que han luchado y se han movilizado en las calles, la fuerza de choque y de defensa de lo conquistado.
Lo más seguro es que las calles, plazas y campos serán de nuevo el escenario donde se dará la confrontación con las viejas fuerzas políticas que se opondrán al Gobierno del PH hasta agotarlo y destruirlo. Es nuestro deber ético y compromiso político impedirlo. Si ya despertamos es porque tenemos la conciencia política para hacerlo.