Hay muchos mitos sobre el sector privado en Venezuela, el más conocido es aquel que se refiere a su incuestionable eficiencia. Son parte de esta mitología las siguientes frases: “a diferencia del sector público que es ineficiente y corrupto, el privado es la única garantía de desarrollo” o “el único que podría sacarnos de esta crisis es el sector privado, y si es extranjero, grande y trasnacional mejor todavía” o “la única manera de superar la pobreza es con la inversión privada extranjera”. En Venezuela, el mito más popular de estos tiempos es el que se resume en la siguiente frase, la cual es repetida incansablemente por neoliberales: “la culpa de la actual crisis económica es de la revolución bolivariana que desmanteló al sector privado con expropiaciones y controles”.
La historia económica, los hechos y sobre todo los números desmontan por sí solos estos cuentos. No hay país que haya dado más incentivos, beneficios y concesiones al capital privado que Venezuela, y sin embargo es lo más parasitario que se haya visto jamás. Aclaramos que cuando nos referimos al capital privado no lo hacemos pensando en el bodeguero, ni en el pequeño empresario, aunque estamos conscientes de que burgués es burgués y aunque la contradicción trabajo-capital siempre está presente nos estamos refiriendo sobre todo a las grandes empresas, a los monopolios y a las transnacionales que siempre han estado y siguen estando en nuestro país.
No es precisamente el sector privado el que ha generado, con sus exportaciones, las divisas en Venezuela. Desde que se nacionalizó la industria petrolera en los 70, ha sido el sector público el que ha garantizado el ingreso del 95% de las divisas. El sector privado escasamente ha exportado el 5% del total, lo que muestra su ineficiencia. No conforme con ello, se ha apropiado de más de la mitad de dichas divisas provenientes de la exportación petrolera: desde 1976 y hasta el 2014 (última cifra publicada por el BCV) el sector privado ha recibido US$ 695.026 millones a tipo de cambio subsidiado por parte del Estado.
A pesar de toda esa cantidad de divisas baratas, el sector privado, en lugar de aumentar sus inversiones las disminuyó 75%: en 1977 la inversión privada representaba el 24% del PIB y en 2014 el 6% (datos del BCV). Aproximadamente más de la mitad de ese dinero, unos US$ 350.000 millones está en paraísos fiscales.
Según datos del BCV, entre 1976 y 2018 las inversiones extranjeras privadas sumaron apenas US$ 57.562 millones, es decir, ni el 5% de los ingresos por exportaciones petroleras durante ese período. De paso, repatriaron ganancias por US$ 125.103 millones, 2,2 veces más divisas de las que trajeron para inversiones. Ese cuento de que ha sido gracias a la inversión privada extranjera que nuestra economía ha crecido 160% desde los 70 no se lo cree nadie, por el contrario, lo que han hecho los grandes capitales ha sido llevarse nuestros ingresos petroleros.
Una de las tantas cosas que el imperialismo no le perdona a Chávez es el control de la administración de las divisas: antes de 2003, divisa que ingresaba, divisa que se fugaba, el sector privado se apropiaba del 103% de lo que entraba al país (incluyendo el dinero de la deuda externa) además con un tipo de cambio fijo y barato. Después de 2003, año en que inicia el control de la administración de las divisas, y hasta el 2018, ese 103% se redujo al 40%, todavía muy alto considerando que sumaron US$ 426.488 millones (datos del BCV).
Con ese 60% de las divisas que no se llevó la burguesía después de 2003, el Estado aumentó la inversión y el gasto públicos 275%: en 2003 era 12% del PIB y en 2014 era 45% lo que le permitió cubrir una gran deuda social, fortalecer los servicios públicos de salud, educación, vivienda, transporte, disminuir 57% la pobreza, liberar al pueblo del analfabetismo, mejorar los niveles de nutrición, etc.
Otro incentivo al sector privado ha sido el tributario. Los empresarios en Venezuela no pagan impuestos. Históricamente, la presión tributaria del impuesto sobre la renta no ha superado el 2% del PIB en nuestro país, en otras latitudes es mayor del 20%. Por su parte, las empresas de capital extranjero no pagan ni medio, están exoneradas por los tratados contra la doble tributación. Se supone que pagan en sus países.
En cuanto al mito de las expropiaciones y al desmantelamiento del sector privado debemos decir que, según datos del INE, para el año 2008 (últimas cifras publicadas) de las 28.222 unidades económicas correspondientes a la actividad industrial, solo el 1,2% estaba en manos del sector público, el 98,71% restante pertenecía al sector privado. En cuanto a la actividad comercial y de servicios, 0,12% y 0,88% respectivamente pertenecían al sector público. La industria, el comercio y los servicios siguen estando principalmente en manos del sector privado.
Lo que tampoco le perdonan a Chávez es que haya revertido las privatizaciones que se realizaron en Venezuela durante el período neoliberal, particularmente las referidas a los sectores estratégicos para la seguridad y defensa integral de la Nación: electricidad, telecomunicaciones, agua, puertos, aeropuertos, aerolíneas, petróleo, oro y siderúrgica. Chávez no expropió esas empresas, revirtió las privatizaciones que se dieron en tiempos neoliberales. Esas empresas eran del Estado antes de los 90.
En revolución, y según datos de Asdrúbal Baptista, la tasa de ganancia del sector privado en Venezuela aumentó 144% entre 2003 y 2008, pasando de 5% a 22% registrando los niveles históricos más altos desde 1970.
Incluso en guerra económica, a pesar del bloqueo económico y del ataque al bolívar que ha derivado en hiperinflación, el sector privado no ha dejado de ganar ni de llevarse divisas petroleras. Según datos del BCV el sector privado ha repatriado (ha sacado del país) US$ 46.109 millones por concepto de ganancias entre 2013 y 2018.
No es cierto que el sector privado en Venezuela fue desmantelado, por el contrario, ha gozado de todo tipo de incentivos al punto de que, lo único que faltaría es cederles, en bandeja de plata, o mejor dicho, en alfombra pintada de rojo, parte de nuestro territorio para que, de manera especial, aprueben en dichas zonas sus propias leyes, transen con sus propias monedas, establezcan su propio sistema financiero y bancario, tengan su propio sistema jurídico y tribunales mientras se apropian de nuestro petróleo, oro, coltán, minerales, recursos pesqueros. Riquezas todas que exportarían/extraerían directamente a través de una infraestructura portuaria perfectamente acondicionada por el Estado venezolano para tales fines.
Quizás el haber sido tan condescendientes con dicho sector privado, cómplice y actor principal de la guerra económica, ha impedido no solo el avance más rápido hacia el socialismo del siglo XXI, sino el hecho de que los venezolanos no podamos disponer de los US$ 350.000 millones que nos pertenecen, que ahora reposan en las cuentas bancarias del sector privado transnacional y que equivalen a 25 veces lo que se invirtió para reconstruir toda Europa después de la II Guerra Mundial.