Mucha razón tienen quienes afirman que es más delito crear un banco que robarlo, y por tanto todo banquero es un delincuente que se enriquece gracias a los fondos de miles o millones de ahorristas, en especial cuando hacen quebrar a las entidades bancarias. Y en el contexto de la actual crisis venezolana, esto no es diferente, y los banqueros tanto del sector público como del sector privado están aprovechando muy bien la desgraciada coyuntura que tiene en la pobreza y en la miseria a la mayoría del pueblo de Venezuela. Así, ¿cómo es posible que por operaciones bancarias como consultas de saldo, retiros de fondos y transferencias electrónicas se estén cobrando comisiones elevadas, lo que representa una carga más para la débil economía de millones de venezolanos?
De manera que los banqueros en Venezuela no podían dejar pasar la oportunidad de enriquecerse aún más, ahora a costa de una situación socioeconómica tan nefasta para Venezuela. Ciertamente es posible que la cantidad de dinero
en los bancos sea menor a la de años pasados, pues en general toda la nación suramericana padece por la insuficiencia monetaria, en el marco de la reducción drástica de del PIB y de las reservas internacionales, de una enorme deuda externa y su pago, del bloqueo financiero parcial por parte de algunos países e instituciones bancarias globales, de la caída de los precios del petróleo, de la corrupción y baja productividad de PDVSA, y de otros factores internos y externos. Pero de igual manera los banqueros son unos auténticos oportunistas desgraciados, considerando que ellos no pierden dinero no sólo porque obviamente trabajan con fondos pertenecientes a los ahorristas, sino porque las inmensas ganancias que obtienen gracias a los diversos negocios bancarios llevados a cabo día tras día, superan con creces a aquellas situaciones “desfavorables”, producto en parte de la misma crisis.
Tristemente los banqueros también se han ensañado contra millones de venezolanos, y no quieren dejar de acumular riquezas aún en medio de la terrible situación socioeconómica. Y cobran elevadas comisiones casi por cualquier tipo de transacción, en especial de tipo electrónico. Para estos delincuentes apoyados por el Estado, importa nada el sufrimiento del pueblo humilde; solo les importa que los ahorristas tengan la mayor cantidad de fondos posibles en los bancos, y que éstos de una u otra manera contribuyan de forma permanente a mantener su vida lujosa.