Aviso

 

Este recién episodio de los grandes negocios de la empresa internacional de Odebrecht en México, ha sido el colmo de la corrupción. Espero que sea “la gota que haga rebosar la caldera llena de corrupción que provoque una gran batalla en las calles, las fábricas, los campos, las escuelas y que no pare hasta enterrar para siempre esa maldita plaga que durante un siglo, por lo menos, ha dañado a México. El presidente o director internacional de Odebrecht –la corruptora mundial de funcionarios de petróleo- no sólo estuvo en cuatro ocasiones con el candidato y hoy presidente Peña Nieto, sino que sus funcionarios estuvieron en toda su campaña política. Hoy se prueba que Odebrecht  financió la campaña de Peña y éste ha reaccionado cesando a  informadores.

La realidad es que sí la clase gobernante ha salido “triunfante y sin mancha” de varios miles de problemas y casi nunca ha perdido un caso, lo seguro es que también de este asunto se libre. Y no es que falten argumentos para hacer renunciar y llevar a la cárcel a los más altos funcionarios, lo que sucede es que la llamada oposición consecuente es muy pequeña y las fuerzas que controla la gran burguesía gubernamental y empresarial es muy poderosa. Yo nunca he sido funcionario ni de gobierno ni de oposición y me daría mucha vergüenza ser parte de una pandilla de gobernantes atracadores, como de una oposición que no es real  por no convocar a las masas a realizar protestas callejeras. Es desesperante, pero poco podemos hacer avanzar las luchas.

Si yo -que poseo un pequeño ingreso de jubilado- me desespero por las madrizas que empresarios y gobernantes nos colocan derrotando nuestras luchas contra la explotación y opresión, o hasta encerrados en el hogar sufriendo bajos salarios y la carestía permanente; me imagino que los miserables, desempleados y marginados, que buscan trabajo durante semanas y meses, su desesperación alcanza niveles mucho mayores e imprevisibles. El problema de todos nosotros es de desorganización, falta de convicción y de fuerza política que sea capaz de acabar con este estado de cosas. Antes de 1977 había una izquierda dispersa en México; hoy no existe, buena parte de ella se transformó en socialdemocracia electoral buscadora de cargos.

Cuando los trabajadores, los estudiantes y profesores comencemos a ganar batallas contra los explotadores y sus fuerzas armadas, será porque ya estemos cerca  de un gran movimiento revolucionario.  Hoy estamos lejísimos en México de una revolución porque es evidente  que la clase dominante por todos lados nos pone en la madre y nos quejamos, pero nada importante hacemos para joderla en serio. Asesinan a campesinos en Tlatlaya, desaparecen a estudiantes en Ayotzinapa, asesinan a muchos ciudadanos en Nochistlán, reprimen con violencia a profesores de Oaxaca, Chiapas, Michoacán y Guerrero, así como a estudiantes en Tiripetío; cesan de su trabajo al funcionario que denunció el fraude multimillonario de Odebrecht, y mil cosas más.

Los mexicanos saben que México es el país más corrupto del mundo, que en servicios de salud y educativos ocupamos el último lugar; que desde 1982 el crecimiento productivo del país es del 1 o 1,5 por ciento, que hay pocas inversiones y el desempleo es muy grande;  que cada año se van 500 mil migrantes del país a trabajar en EEUU y que igual número se convierten en trabajadores ambulantes; que la llamada delincuencia es mayor y el narcotráfico es más poderoso. Es decir, por donde se le quiera ver, México es un país desplomado o en caída libre. Pero la oposición verdadera, seria,  es inexistente y la que está agrupada en partidos políticos sólo habla o lloriquea por sus permanentes derrotas; mientras tanto sigue cobrando sus altos salarios.

Por lo menos desde 1982, hace más de 35 años –cuando oficialmente se impuso el neoliberalismo en México- los desfalcos, los asesinatos y los fraudes de gobiernos y empresarios no paran en sus grandes negocios. Los gobiernos del PRI/PAN de Salinas, Fox, Calderón y Peña –colocados en el extremo de la corrupción- han sido los más destacados en el desplome de la economía, la política y la seguridad en México;  han sido esos gobiernos sexenales los que más se han burlado de nosotros y de la llamada oposición. Se ha instaurado en el país un estado policiaco no solo de amenazas y vigilancia del ejército, la marina, la policía federal y estatal, sino que también las ciudades y pueblos se ha llenado de millones de videocámaras que asemejan un Estado de sitio.