Pasados 30 años de aplicación de la computación a la producción de mercancías en el mundo, se impone hacer un recuento de esta revolución técnica en la industria, agricultura, servicios y vida doméstica y como afecta a la estructura de las relaciones sociales.
¿Cuánto se ahorró con la computación aplicada durante estos 30 años? Un indicio de ese ahorro, a grosso modo, es la deuda
pública, de los 20 países más ricos del planeta, que en algunos casos sobrepasa su PIB (Producto Interno Bruto) anual en 100% y en el de Japón llega a 200%. Los Estados han dilapidado tal ahorro en deudas públicas que, entre otros destinos, han servido para rescatar a una casta de nuevos ricos (banqueros, empresas y financieros que tuvieron números rojos). El último rescate a gran escala fue el de medio billón de euros para sortear las dificultades presupuestales de los estados europeos en crisis. Entre tanto ese ahorro servía a esos fines, el PIB en actividades primarias se redujo drásticamente y afectó muy notablemente a la producción de alimentos básicos para el sostenimiento de la fuerza laboral (por favor remito al lector a consultar esta estadística aqui en la WEB)
Este fenómeno de doble sentido fue explicado desde tiempos de El Capital de Marx con el establecimiento de sus tres leyes generales sobre la acumulación de capital, previa explicación sobre la generación de plusvalía relativa que es producto de la innovación técnica en la producción de mercancías, además del método que guió sus investigaciones, que se encuentra en su prólogo a la Contribución a la Crítica de la Economía Política. El caso es que, la aplicación de la computación a la industria y demás actividades, representa un grado más alto de desarrollo de las fuerzas productivas sociales del trabajo respecto de la gran industria automatizada anterior y su enorme potencia está rompiendo la estructura de las relaciones de producción sociales en las que se desarrollaron durante 150 años. Y la base de todas las relaciones sociales de producción es la relación capital-trabajo y el tiempo de trabajo vivo es donde se dirime y condensa tal relación. Al grado de desarrollo de las fuerzas productivas de la industria casera artesanal le corresponden unas relaciones de producción sociales del trabajo a domicilio, familiares, los límites de la jornada de trabajo son un tanto intangibles, pero en todo caso esclavizantes; al de la industria en el taller y fábrica manufactureras les coresponden 18, 16, 14 horas de duro trabajo hasta que al mediar el siglo XIX se ganaron jornadas de 10 y 10 y media horas, como jornadas legales en la industria inglesa; desde entonces la gran industria automatizada, como un grado más alto de fuerza productiva, hizo tales progresos, que las clases trabajadoras pusieron la meta de ganar la jornada de 8 horas que se logró hacer reconocer como la nueva relación social entre capital y trabajo durante todo el siglo XX. Al finalizar el siglo XX y comenzar el XXI se empezaron a evidenciar fenómenos que revolucionaban las actividades para bien y para mal, costumbres, riquezas, proyectos económicos y comerciales. El nuevo grado de fuerza productiva con la computación aplicada se impuso como de golpe a partir del año 2000. En toda la producción de mercancías se ahorró tiempo de trabajo en una escala tan amplia (como esta que aquí mismo experimento de enviar un escrito que antes podría durar días, hoy enviarlo cuesta un segundo), que esta potencia lograda en la producción trajo el desface de la relación capital trabajo en el tiempo que se dedica a la producción del salario y la ganancia durante la jornada de trabajo; tal es este colapso, que hasta algunos intelectuales en México hablan por TV sobre la necesidad de otorgar a la población desempleada y sub empleada una renta básica de sobre vivencia que les aliente a prepararse para lograr mejores oportunidades de trabajo. Sobre un recorte a la jornada de trabajo actual correspondiente al grado de desarrollo de las fuerzas productivas sociales trataremos en una próxima ocasión.