El aparato de información, o desinformación, de casi todo Occidente nos muestra una realidad distorsionada o falsa sobre casi todos los detalles de la vida diaria.
Se trata de un aparato formado por la prensa de propaganda directa del imperialismo que actúa como oficial, como el New York Times o el Wall Street Journal, o de sus gobiernos vasallos como el Mercurio en Chile, La Nación en Argentina o El País en Uruguay, por un lado, y de los otros medios corporativos que no dejan de existir incluso cuando son poco rentables. Se les suman a estos las redes sociales con millones de usuarios, cómplices conscientes o inconscientes de este aparato macabro. Casi 5 mil millones de personas se conectan al Internet a diario, unos buscan algún conocimiento, otros se comunican con personas, otros más compran algo, operan una cuenta, escuchan música, ven deporte o shows. Millones de adultos y niños usan el Internet para conectarse a juegos de videos, altamente adictivos. Hay millones quizás la mayoría de seguidores de redes sociales, o antisociales, algunos incluso crean falsas personalidades totalmente separadas de sus realidades.
Este mundo farsante sirve de parque de diversiones del capitalismo. En el pasado este espacio lo ocupaban algunas religiones, o los récords mundiales de Guinness, todavía un show. Estas redes son manejadas por corporaciones del imperialismo occidental y aplican algoritmos como códigos o ecuaciones matemáticas, para favorecer funciones repetibles usando sus plataformas. La red social logra así un alto nivel de manipulación y de filtración, que favorecen la adicción y deterioran las conductas de los usuarios, las hacen incluso ridículas y a veces hasta criminales. Afectan el desarrollo cognitivo más allá de las condiciones genéticas, más allá de la nutrición de cada uno, se crea un ambiente tóxico y en casos muy dañino para los internautas, especialmente para niños y jóvenes.
El imperialismo occidental norteamericano o europeo ha cometido grandes crímenes contra los pueblos de África y de América Latina, crímenes históricos nunca saldados y crímenes presentes porque nuestros pueblos siguen siendo golpeados y se les impide y reprime en sus intentos de liberación. Los imperialistas cuentan con un ambiente muy predispuesto a su dominio en el continente latinoamericano más allá de la masiva propaganda. Por ejemplo, buena parte de las élites latinoamericanas han sido y son educadas en universidades de países imperiales, incluso algunos de ellos han sido o son colaboradores o agentes de la CIA, u otra agencia de conspiración. Muchos militares latinoamericanos son entrenados en bases del norte donde aprenden técnicas de tortura, asesinato de contrainsurgencia, para lidiar con la insurgencia, pacífica o armada, de sus países de origen.
La resistencia latinoamericana continua y han surgido nuevos proyectos populares en las últimas décadas, y muchos de ellos han sido destruidos con golpes de estado, como es el caso de Paraguay, Honduras, Bolivia, Haití y Perú, este último con su presidente legítimo el profesor de escuela Pedro Castillo preso en una base militar. Han aparecido también traidores de todo color, que se venden por izquierdistas, pero son liberales demagogos siempre listos a cometer cualquier fechoría en favor del imperio y de sus oligarquías, como son los actuales gobiernos de Chile y Brasil, que la prensa capitalista presenta como ejemplo de “pragmatismo” pero que son simplemente herramientas del proyecto imperial.
No faltan tampoco los que tienen marca registrada y con orgullo se muestran defensores del fascismo, caso peculiar entre los más rabiosos fascistas y fanáticos pro imperialistas son el actual gobierno argentino de Javier Milei, elegido presidente con una mayoría tal que le permite destruir los derechos de los trabajadores argentinos. Argentina ya tuvo un monstruo similar a Milei en Carlos Menen presidente entre 1989 al 1999, que en sus diez años de gobierno dejo a millones de argentinos en la miseria, indigencia, y muerte. Varios de los colaboradores peronistas de Menen participaron en gobiernos argentinos posteriores al de este. Estos monstruos argentinos gozaron, y gozan, de una propaganda magnifica aquí en Norteamérica donde los medios capitalistas los llamas “salvadores de la economía”, “luchadores contra la corrupción” y aduce que tienen “visión de progreso” porque simplemente victorean al neoliberalismo. También victorearon al neoliberalismo los gobernantes chilenos impuestos por la dictadura cívico-militar de los años 70 y 80, sistema que lamentablemente no ha sido alterado hasta hoy y que tiene sometido al pueblo de Chile, aunque el imperio lo llame “ejemplo.”
La propaganda se extiende y ha sido tan efectiva y aceptada por millones, que la situación real y diaria del crimen en Colombia y México se invisibiliza. Se vive una especie de esquizofrenia causada por la realidad diaria y terrible del crimen en medio del diario vivir de la gente. A tal punto se hacen invisibles los homicidios diarios que la publicidad del imperio presenta a ambos como lugares de turismo familiar, con paz, seguridad y prosperidad. En Colombia, por ejemplo, se habla de la necesidad de paz, pero se ignoran los homicidios a dirigentes sociales y comunitarios ejecutados por bandas paramilitares de la oligarquía, se habla solo sobre el tráfico de drogas, pero no de la pobreza. En ese país al tiempo que el turismo aumenta este año llegando a casi 5 millones de visitantes, aumentan también los homicidios llegando a de 14.000, incluyendo 57 masacres y más de 200 víctimas líderes del pueblo. El gobierno de México ha sido más digno y solidario en política externa. Dentro de México el tema del crimen es complejo, el número de homicidios supera los 40 mil por año, pero esto no impide que visiten México 38 millones de turistas con riesgo probado en todo el país e incluso en los resorts.
El sistema omite o deja de lado a quienes hacen lo que debe hacerse, países latinoamericanos con proyectos populares antiimperialistas agrupados en el ALBA. De ellos se destaca siempre alguna información falsa para desacreditarlos.
Las agencias del imperio, crean una maraña de supuestas informaciones que excluyen palabras y frases particulares. Por ejemplo, no se habla de crisis sino de “corrección” o “restructuración.” Tampoco se nombran “pánico,” “decadencia,” “socialismo,” “especulación inmobiliaria,” “agio,” “dinero sucio o ilegal.” Como tema no se habla de instituciones financieras, de dependencia del petróleo, del origen del “Producto Interno Bruto,” ni de igualdad social y económica. Se usa una narrativa liberal superficial y falsa, que supuestamente promueve el multiculturalismo y la democracia, y se justifica el crimen, el terrorismo, los atentados y los golpes de estado para defenderla, se usa solamente la palabra “régimen” o “dictadura” para los gobiernos legalmente constituidos que dan prioridad a sus propios pueblos y no obedecen al imperio. Las palabras más repetidas son “transición de energía” e “inteligencia artificial,” y el tema es “los problemas económicos de China, Rusia y Venezuela.” Se habla mucho de “negocios lucrativos,” y de “viviendas alcanzables o económicas” y se usa mucho el término “terroristas” para designar a quienes el imperio entiende como enemigos. Nos recuerdan el siglo 19 con continua atención a la opulencia y la riqueza, que se expone incluso de forma grotesca para legitimarla.
El único nacionalismo apoyado es el crimen diario de Israel en Gaza, Líbano y Siria, que, bajo una ideología nazi, sionista, asesina civiles en masa y causa la tragedia humana quizás más terrible que ha vivido la humanidad en los últimos tiempos, que parece impotente en detener el genocidio de niños y civiles palestinos en medio de la segregación del pueblo de Palestina. Crimen que parece importar poco a la gran mayoría de los gobiernos incluyendo los países árabes o a China, ni a Rusia que enfrenta al imperio occidental en Ucrania y otros frentes. No olvidemos el total apoyo de la OTAN a los nazistas que controlan Ucrania y al pueblo ucraniano, que son fascistas criminales creados por occidente y para servir a occidente. Propaganda descarada que trata de encubrir que miles de soldados de sus propios países murieron luchando contra la maquina nazi, que costó millones de vidas humanas principalmente rusas, durante la Segunda Guerra Mundial.
Los medios de información y propaganda de casi todo el mundo capitalista ni divulgan ni exponen las condiciones de vida de la mayoría, trabajadores que laboran a diario para que la sociedad funcione, o los que plantan y producen alimentos, los que fabrican como obreros y empleados productos necesarios, y los también innecesarios, quienes trabajan en minas en malas condiciones en África u otro lugar del Tercer Mundo, quienes transportan mercaderías y pasajeros, quienes hacen servicios en el comercio, recogen la basura, limpian las calles y establecimientos, atienden a los enfermos, las madres que trabajan por poco y tienen que atender sus hijos, las educadoras que enseñan las primeras letras a los niños y tantos otros de los que la humanidad depende. Además de todos quienes trabajan en la economía informal para subsistir.
Vivimos en un mundo con ideología clasista y farsante y aunque algunos derechos han sido logrados, estos se distorsionan y están en riesgo de perderse en un intento de los ricos del mundo por esclavizar a la mayoría, que lamentablemente parece olvidar que sus derechos se han logrado con lucha, luchas revolucionarias sociales y políticas.
Poco sabemos sobre cómo vive un trabajador o trabajadora y sus familias, que acceso a la salud tienen o como se alimentan y educan, o que piensan y sienten sobre su realidad, que paga reciben en comparación a esa minoría privilegiada que manda. Qué porcentaje de lo que la mayoría de quienes trabajan pagan por renta en comparación a lo que ganan o que calidad de vivienda tienen. Hay una mayoría invisible para los medios de información y propaganda, sea en Estados Unidos y Francia, como en Brasil, Bulgaria, Rusia, Grecia, Colombia, China, India y tantos otros países. Solo cuentan, la clase media acomodada alta como les gusta llamarse y los ricos, aunque se muestran turistas en un crucero, o restaurant, playa, museo o lugar histórico, o personas afectadas por algún fenómeno natural catastrófico. Sabemos más de supuestos gustos, mansiones o diversiones de algunos ricos y famosos, aunque sean petulantes, vanos o antisociales -que sobre la realidad del mundo en que vivimos. Todo esto no hay duda es una “guerra de clases”.
Es tanta la distorsión de la propaganda que aquí en Canadá es sorpresa para muchos enterarse de que las principales ocupaciones del país entre los hombres son choferes de camiones de transporte, reparto y taxi, trabajadores del comercio minorista y mayorista, porteros y conserjes. Y entre las mujeres vendedoras y cajeras en el comercio, asistentes en centros de salud, atendedora y camareras de hoteles y restaurantes, recepcionistas, ayudantes y secretarias en oficinas. No son los analistas, financistas, modelos, agentes o administradoras. Pero nos muestran una vida glamorosa de viajes, alta gastronomía, automóviles caros, un mundo fino, cuando la realidad de la mayoría es muy diferente. Aunque la sociedad canadiense está muy endeudada, casi la mitad de la población tiene acceso solo a consumo básico y un poquito más, considerando que la salud y la educación son públicas y gratuitas.
Iluminan las falsedades y distorsiones los medios críticos que existen, denuncian y analizan temas y se focalizan en el bien común no corporativo, usando el internet para educar, son pocos y muy atacados ya por omisión, prohibición o abierta agresión. Tienen al mundo viciado con banalidades, propaganda y falsedades; la mayoría de los políticos de occidente, quizás del mundo, son insensibles, vendidos al poder y al dinero, actúan muchos como payasos, muchos como delincuentes y muestran la descomposición y decadencia del contexto en que vivimos. Pero, igualmente millones de personas son sensibles y denuncian el genocidio de Israel contra el pueblo palestino, manifestándose a diario y arriesgando su libertad incluso en Estados Unidos.